EL CHE QUIJOTESCO
Es indudable la trascendencia del personaje cervantino ubicado por muchos en el claustro de la narrativa moderna. Sus cualidades, soñador, irónico, delirante- entre otras cosas- estereotipan un verdadero protagonista de una novela en cualquier época. Sin embargo, quiero hacer notar la influencia de este “hidalgo de los lanza en astilleros, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor”, en un revolucionario del siglo XX: un personaje ficticio de la historia y real de un sueño. a.¿Un quijote idealista o un revolucionario andante? No pretendo inventar semejanzas inexistentes que no figuran en las andanzas de don Miguel, pero sí quiero subrayar algunas cuestiones vacías que tienen que ver con la convicción de una abstracción o un reflejo.¿Habrá sido Quijano Alonso una influencia, una inspiración? ¿Habrá querido ser Guevara un hombre real consumado en proezas de otro ser que no fue? ¿Habrá deseado quijote convertirse en un hombre nuevo, de carne y hueso y libertador? Lo cierto es que ambos son parte de un pasado bien presente y con una historia casi ficticia del Che (no han faltado los que mitifican, por supuesto) y casi real la de Quijote (desvalorizados por algunos críticos de reparto). Luego de leer el “Diario de Viajes del Che por Sudamérica”, de inmediato pude percibir, quizá un tanto exagerado, una imagen semejante a las andadas de Quijote y Sancho por diversos lugares, climas, situaciones, personajes, imaginerías e ilusiones. b. Espíritus de rebeldía No faltó en ellos la palabra, ideas fervientes sumidas en la más fecunda acción que, de alguna manera, bifurcan sus respectivas vidas, dignas de ser contadas. “La libertad Sancho, es uno de los más precisos dones que a los hombres dieron los cielos. Con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida”. Esta frase de Alonso Quijano puede ser asimilada por lo que deseaba el médico rosarino: “sentirse entusiasmado cuando en algún rincón del mundo se alza una bandera de libertad”. Pero las ideas se defienden – afirmaba Nietzsche- y uno ciñó espada y el otro un fusil por esas cosas del destino. Hubiera sido a la inversa si el contexto los adecuaba a cada cual. El hombre es gregario y por lo tanto Cervantes vio en Quijano la soledad. Sancho se prefigura como un escudero y cumplirá esa función porque Vuestra Merced le ha ofrecido una Isla que bien podría haber sido Cuba, y además sería el primero en ser alfabetizado en la campaña educativa que el Comandante llevó a cabo en la Sierra Maestra.¿Pudo haber sido el Che la utopía cumplida del bueno de Sancho? ¿Por qué no pensar en la dictadura o en el imperialismo como horrendos molinos de viento? Todo es posible al son de estos hombres. Quizá uno de los puntos más precisos para analizarlos es la locura, no sobre una base existencial (Sastre así lo imaginó) sino más bien en la convicción de creer en cosas impensadas para sus respectivos mundos. El hidalgo imagina, inventa, planea aventuras a pesar de su senectud que el lector por momentos olvida o ignora. Quijote aspira a un mundo donde las aventuras le sobren y cree ser vencedor en ellas. Pero los otros personajes (como la “doncella del castillo”) contribuyen a despistar la psique de un ser errante y ridiculizarlo a tal punto de acongojarse por mínimos desapruebo. La “locura” en Guevara se trata de una forma de describir la profundidad de su pensamiento en condiciones sumamente desfavorables para la época. Basta con detenerse en aventuras por el Congo o las sierras bolivianas."Aquel guerrillero loco que mataron en Bolivia" canta Ismael Serrano amén de comprender esa locura como una forma de pelea contra un mundo - o un sistema- que se supone invencible. Según cuentan, el Comandante sabía que contaba con poca ayuda en la selva boliviana, y sin embargo se lanzó a la ofensiva hasta frustrar su objetivo. Quijote también había sido advertido “por el cura y el barbero” acerca del peligro de salir de la venta a buscar batallas peligrosas, así y todo no hubo caso para ambos. Sus viajes impulsivos de adolescente por Sudamérica desestimaron cualquier peligro, y vaya paradoja, fue allí donde por primera vez presintió o más bien confirmó su actitud de querer combatir contra las injusticias.Ésta es cadena de galeotes, gente forzada por el rey, que va a las galeras.¿Cómo gente forzada?- preguntó don Quijote-.¿Es posible que el rey haga fuerza a ninguna gente? No digo eso-respondió Sancho-, sino que es gente que por sus delitos va condenada a servir al rey en las galeras, de por fuerza. En resolución replicó don Quijote-, como quiera que ello sea, esta gente, aunque los llevan, van de por fuerza, y no de su voluntad. Así es- dijo sancho. Pues de esa manera-dijo su amo-, aquí encaja la ejecución de mi oficio: desfacer fuerzas y socorrer a acudir a los miserables. Este pasaje del capítulo XXII de la novela parece acercarse mucho a una situación vivida por el Che cuando observa cómo son maltratados y explotados los mineros en el norte de Chile. La última frase de Quijote en el diálogo, bien podría haber sido una proeza guevarista. Junto con esta observación, nacen sus dotes de revolucionario que amplía gracias a las lecturas de Mariátegui, Martí, Lenin y Marx mientras que el personaje de Cervantes reñía con las Novelas de Caballería y en especial con el Amadís de Gaula. “Crear uno, dos tres Vietnam…ésa es la consigna para debilitar al imperialismo” “…dicen las letras que sin ellas no se podrían sustentar las armas porque la guerra también tiene sus leyes y está sujeta a ellas, y que las leyes caen debajo de lo que son letras y letrados. A esto responden las armas que las leyes no se podrán sustentar sin ellas, porque con las armas se defiende las repúblicas…” Ambas citas, aunque aparentan cierta relación en el contenido, pertenecen a autores diferentes. La primera causó revuelo mundial, tanto para los imperialistas como al comunismo soviético. La segunda, pertenece a un discurso de Quijote sobre el poder de las armas que bien podíamos ubicarlo como un militante del Frente 26 de Julio. c. La narración: ¿lector, escritor o personaje? Como afirma Piglia, el Che es un lector voraz –también Quijano lo es, a tal punto que pierda la cabalidad- aún en condiciones adversas. Es más, su distracción o relajamiento resultan un cuento o una poesía. Pero a la vez, es un escritor que incursiona por lo narrativo con un personaje muy particular y central en su obra: él mismo. Así como Quijote, Guevara es protagonista de las “aventuras” por montes, selvas y conferencias internacionales.Él relata los vaivenes y circunstancias de un sujeto que, firme en sus convicciones y valiente, tiene objetivos claros y lucha como un héroe para alcanzarlos. Tanto los diarios de viaje y guerrilla como las epístolas a su madre, adornan el relato en una narración que no tiene nada de ficticio: en primera persona, el escritor describe lo que piensa, siente y vive sin metáforas, sin acudir a la irrealidad –ni siquiera apela al surrealismo-. No estamos ante un narrador omnisciente que conoce de cerca al personaje, que sabe lo que piensa y siente, porque el personaje no necesita intermediarios. Es decir, Ernesto Guevara es un personaje de aventuras y narraciones que jamás nadie pudo inventar. En toda narración hay ficción. En la narrativa de Guevara, los relatos son reales, verdaderos. Agazapado, Ernesto lee.¿A quién se le ocurriría leer mientras se combate? Aún con lo que una guerra implica, el Che se enfrenta a sí mismo con la lectura. Quijano “necesita” de alguien que le dé vida, que lo describa, que cuente sus peripecias, mientras que Guevara prefiere “hacerse” a sí mismo. Ambos necesitan d ela lectura. Ambos, en sus mundos, necesitan protagonismo. Alonso Quijano, avenjentado por sus años, bien podría encarnar al Che que no fue, por haber sido asesinado antes de los curenta años de edad. d. Inapelable adjetivo “El ingeniosos hidalgo Don Quijote de la Mancha” del deudor (razón por la cual estuvo preso) Cervantes debe ser una de las obras más consideradas de la literatura universal sin espacio a dudas. Llama la atención el adjetivo “ingenioso”. Si espera una respuesta continúe la lectura. La Real Academia Española define al adjetivo “ingenioso” (del lat. Ingenuosus) como aquel que tiene ingenio, o sea, facultad humana para discurrir o inventar fácilmente. Sin embargo, la preposición latina In, además de indicar lugar (en), determina negación. Por ejemplo, en el caso del adjetivo indigno refiere a alguien que carece de dignidad, o incierto es algo poco real. Pues bien ¿ No es acaso don Quijote un incapaz de ser “genio?”. Queda por sentado en la obra. Aquel caballero andante, saturado por la fantasía de los héroes de caballería, deja su racionalidad para convertirse en un recio abrumado por la lectura (¡cuidado amigo lector!). En todo caso, Quijano no inventa nada, él asegura ver lo que ve. Decir ingenio, entonces no es ser alguien creativo, sino todo lo contrario, un Quijote asediado por la realidad y el entusiasmo de no tener facultad para crear, idea que Cervantes trata de expresar de manera implícita en el adjetivo. Algo así ocurre con la caracterización de Guevara. Cuentan que cuando Fidel conoce a Ernesto Guevara Lynch de la Serna en 1954 durante el exilio en México en vez de ponerle nombre de guerra (como ocurría generalmente) al joven médico, el líder de la Revolución lo apoda “Che”, ya que al parecer ese pronombre era una clara identidad del origen argentino. Sin embargo, resulta paradójico, hablando de origen, que en verdad el “Che” como “pronombre” proviene de una región paraguaya donde la servidumbre lo utilizaba como forma de nominación hacia su amo. Por ejemplo cuando decía: “Che Señor, ya está la cena”. Esa voz, utilizada para nombrar o llamar a otra persona, llega al Río de la Plata junto con esclavos y “gente de la realeza”. De modo tal que los argentinos utilizamos en forma constante la palabra Che, como si fuera nuestro casi por adopción porque deviene de otro lugar. e. Un mortal que no tiene fin “Tuvo a todo el mundo en poco; Fue el espantajo y el coco Del mundo, en tal coyuntura, Que acreditó su ventura Morir cuerdo y vivir loco”1 Hemos oído infinitamente la frase “el Che vive” y aún hoy, luego de 400 años la escuela enseña la obra de Cervantes. La muerte no mata, lo que mata es la desmemoria o la negación del pasado. A nadie se le ocurre desprestigiar la novela caballeresca que dio comienzo a la Literatura moderna ni eludir la historia revolucionaria y comprometida de Ernesto Guevara. El caballero de la triste figura resume el final de ambos personajes: un Che arruinado por el asma, el hambre y con una herida de bala en el pie es conducido al lecho de muerte. Cervantes, en el último capítulo escribe: “Como las cosas humanas no sean eternas, yendo siempre en declinación de sus principios hasta llegar a su último fin, especialmente las vidas de los hombres, y como la de don Quijote no tuviese privilegio del cielo para detener el curso de la suya, llegó su fin y acabamiento cuando él menos lo pensaba”. Por otro lado, Quijote reconoce la locura que lo ha llevado a tal delicado estado y ahora es conciente de todo eso. Sancho responde: “la mayor locura que puede hacer un hombre es dejarse morir… el que es vencido hoy será vencedor mañana”. El testamento que escribe el ya cuerdo Quijano el Bueno recuerda la carta que el Che le envía a Fidel al renunciar a sus cargos y continuar su lucha para liberar su tierra: “siento que he cumplido la parte de mi deber que me ataba a la Revolución Cubana…Otras tierras del mundo reclaman el concurso de mis modestos esfuerzos”. La muerte de ambos es un hecho más, necesario para cumplir con el ciclo natural de la vida, aunque al Che lo asesinan en la lucha, es trágica y nadie pagó por ello. En Quijote, la muerte es sensible, necesaria para la obra, triste. Y también, el deceso pronuncia el fin de las aventuras en la puja por lograr la libertad. Quijote lo expresa y el Che muere en el intento. En fin, si he logrado realizar un breve análisis de relacionar dos personajes – uno real y otro ficticio- que se conjugan en algún punto o en varios, significa que están presentes. Ambos responden a los valores, a la lectura, a la heroicidad, a las aventuras, a la imaginación y a la realidad, a la lucha, al amor, la locura y la libertad. El Che y el Quijote, dignos de ser recordados para no olvidar.
Víctor Torres