Josep Maria Castellet, pura literatura
Carles Geli / El País
Día 10/01/2014
Tenía cierta tendencia al insomnio Josep Maria Castellet, que apaciguaba leyendo, claro. “Cuando creo que todo está ya en orden es cuando puedo dormir”, decía. Ayer, a los 87 años, emprendió el último sueño, sabiendo que a pesar de que las relaciones de Cataluña con España están como están ya lo había hecho casi todo para cambiarlo. Porque pocos como el editor, escritor y crítico barcelonés han tendido un acueducto entre ambas culturas y de éstas con la narrativa y el pensamiento europeo del siglo XX.Ya en plena madurez lamentó Castellet tanta dedicación a esa lucha parapolítica en detrimento de la vida intelectual. “Eran dos y tres reuniones a la semana, dando vueltas al vacío; nos equivocamos: primero debió ser el oficio”, reflexionaba hace apenas seis años, a rebufo del extraviado y recuperado Dietario de 1973.
Ese discreto pudor se alimentó en una familia de la pequeña burguesía sentimentalmente catalanista pero conservadora y políticamente neutral, que no dudó en 1937 en trasladarse a Londres para sortear la Guerra Civil. Allí se reforzaría el porte inglés de un chico parco, serio, puntual y que así añadía el inglés al francés, lo que le forjaría como un editor cosmopolita.
El gusto por la lectura y el cine le llevaron incluso a la órbita cultural del falangismo. Eso y la amistad, con el entonces falangista y después comunista Manuel Sacristán. En ese caldo de cineforums vinculado al SEU llegaría su debut, en 1945, con una reseña en la revista Estilo, que sin querer (o no) él mismo dinamitaría al publicar en 1948 una reseña de El segundo sexo, de Simone de Beauvoir que conllevó el cierre. Las andanzas de Sacristán y Castellet siguieron porque ambos cursaron Filosofía y Letras y Derecho, imperativo práctico este último del padre, de quien quizá también heredó el gusto por los trajes bien cortados y un cierto porte presumido, de gentleman, transmitido desde el negocio familiar de representación de telas inglesas.