De piratas y escritores
El adiós de Lucía Etxebarria puede parecer anecdótico, pero es revelador de un desánimo generalizado
Artículos | 27/12/2011 - 00:00h
El escritor y crítico George Steiner finaliza su pesimista ensayo El silencio de los libros (Siruela, 2011) con una cita de Catulo referida al placer que siempre supone tener entre las manos un libro nuevo: "quod, o patrona virgo / plus no maneat perenne saeclo!" ("¡Oh, Musa, déjanos vivir un siglo o dos más!"). Es evidente que la suprema autoridad de la poesía atendió con creces su súplica y le regaló al poeta no los doscientos años que este le pedía, sino dos milenios de uso y disfrute de la literatura... como también lo es que este periodo de gracia parece estar a punto de extinguirse.
Que una autora de hoy como Lucía Etxebarria anuncie que deja de escribir porque está harta de que sus obras sean sistemáticamente pirateadas puede parecer anecdótico y hasta inducir a la sospecha de que se trata de un ardid promocional. Pero su autoinmolación mediática se basa en los mismos argumentos que en privado aportan representantes de la industria editorial, quienes afirman estar más alarmados por la proliferación de webs de descarga ilegal que por la irrupción en España del formato e-book. Los editores se han puesto en manos de empresas rastreadoras que son capaces de localizar y hasta de bloquear algunas páginas piratas, aunque se trata de un esfuerzo baldío: tan pronto las cierran, rebrotan en otra dirección y vuelta a empezar. Y el colmo del asunto: comenta una editora que en un sitio web donde se ofrecían descargas pirateadas de uno de sus autores en castellano había publicidad...¡de la Lotería Nacional!
Todas las miradas de los damnificados por este despropósito están puestas en el nuevo ministro de Educación y Cultura, Ignacio Wert, de quien se espera que sea capaz de desarrollar cuanto antes el reglamento de la ley contra el robo de la propiedad intelectual. Pese a que de su trayectoria se deduce que es un firme partidario de legislar en defensa de los autores, no lo tendrá fácil. Ni el PP ni el PSOE ni CiU pueden presumir de haber tenido siempre una postura inequívocamente partidaria de regular la alegalidad vigente. A la hora de la verdad, tal vez a causa del miedo a lo desconocido, se tiende a respetar demasiado la opinión de asociaciones de usuarios de internet que tienen una legitimidad muy dudosa.
Cunde el desánimo. En el mejor de los casos, hay quien se ve en el papel del viejo rockero, haciendo la carretera a una impropia edad ante la evidencia de que la venta de canciones ya no da para vivir.¿Pero cuántos escritores pueden sobrevivir narrando sus novelas, recitando sus poemas? Ni el más mediático llenaría un polideportivo. En el mundo de la edición se sospecha ya que, como en muchos otros sectores, no es que la actividad misma esté en peligro –siempre se publicarán libros–, sino que lo que se extingue es el oficio remunerado. De ahí a considerar el regreso del artista de cámara, reconvertido en escritor a sueldo de un potentado, dista sólo otra legislatura en blanco.
