Ordenar la biblioteca


 

Ordenar la biblioteca

Se ha publicado recientemente el ensayo del italiano Roberto Calasso “Cómo ordenar una biblioteca”, en el que reflexiona sobre las relaciones que establecemos con los libros. Afirma el escritor que “quien intenta ordenar su biblioteca debe reconocer y transformar el mapa mental de sus preferencias y pasiones, enfrentándose a sorpresas y sin esperar soluciones claras”, y propone una biblioteca-archipiélago. Calasso es escritor y editor, y vive para y por lo libros y rodeado de ellos, frente a esto, en la mayoría de las casas actualmente cuesta encontrar frondosas bibliotecas en las que perderse.

 

ordenar biblioteca

 

En el polo contrario estaría la idea de Marie Kondo según la cual los libros olvidados en la estantería se vuelven invisibles, y por ello se debería reducir los volúmenes de la biblioteca a 30, la autora de best sellers advierte sin sonrojarse que al ordenarlos “es importante tocarlos pero no empezar a leerlos porque leer te nubla el juicio pues, en vez de preguntarte lo que sientes, empezarás a preguntarte si necesitas ese libro o no". Ella se basa en la idea de que los libros que se pierden en la biblioteca no serán nunca leídos, no se me ocurre una visión más mercantilista del libro, y, por qué no decirlo, más inculta, ya que cualquier buen lector sabe que los lectores compramos los libros por intuición, porque se cruzan en nuestro camino, pero que no todos los libros se pueden leer de inmediato. Hay grandes obras que permanecen durante años en la estantería, que acaso intentamos empezar cuando los compramos y no acabamos de entrar en su mundo, y que un día, de repente, aparecen de nuevo en nuestro camino, quizás unos meses más tarde, o quizás unas décadas, y nos subyugan de tal modo que los leemos de un tirón. La lectura de un libro no es un ejercicio, es una experiencia y como tal está viva en la medida en que conecta con nuestros intereses, conocimientos, y necesidades de cada momento de nuestra vida.

Para ordenar la biblioteca, podemos elegir todo tipo de métodos.

Los buenos vecinos
Es la regla del historiador Aby Warburg, cuya biblioteca atesoraba unos 60.000 volúmenes. Este destacaba que no pocas veces se busca en el biblioteca un determinado libro y se acaba escogiendo el que está a lado, y “resultará ser más útil".

Las islas
Calasso propone formar pequeñas islas de temas afines, de ahí el nombre de biblioteca-archipiélago. Asegura el autor que una biblioteca es terreno volcánico, en el que siempre está pasando algo, aunque no sea perceptible desde el exterior.

Orden de lectura
Otro posible método para clasificarlos es el orden de lectura, a medida que se van leyendo. Lo que la convierte en una especie de metáfora de nuestro interior.

Alfabético
Es la más clásica, y la que se usa en las librerías, y esto crea extraños encuentros de volúmenes que habitan distintas galaxias.

Cromática
Para algunos la biblioteca es, sobre todo, un elemento de decoración, y se atreven a ordenarla por colores o por colecciones. De hecho algunas editoriales juegan incluso con el diseño de los lomos para que la colección entera tenga un sentido estético.

Género literario
Es otro clásico, en este caso tanto en las librerías como en las bibliotecas personales. La novela con la novela, la poesía con la poesía, el teatro con el teatro.

Idiomas o nacionalidad de los autores/as
Hay que aclarar que estos no son clasificaciones absolutas, hay quien establece un orden por géneros y dentro de este uno idiomático, por ejemplo.

Instintivo
La imagen del artista con un escritorio repleto de montañas de libros, sobre la mesa, sobre la sillas, en el suelo, descansando de manera aleatoria es bastante frecuente, sin embargo, cuando este busca un libro casi siempre logra encontrarlo con aparente facilidad, solo tiene un problema, es una biblioteca estrictamente personal en la que los otros no podremos orientarnos, como mucho zambullirnos.

 

ordenar biblioteca

 

Sistema Dewey de clasificación

Por último está el sistema Dewey de clasificación, que fue desarrollado por Melvil Dewey, un bibliotecario del Amaestra Colegie en Massachusetts, Estados Unidos, en 1876, pero el método tuvo tanto éxito que se emplea en gran parte de las bibliotecas públicas. Consiste en una numeración que clasifica por géneros:

000 - Ciencias de la Computación, Información y Obras Generales.
100 - Filosofía y Psicología.
200 - Religión, Teología.
300 - Ciencias Sociales.
400 - Lenguas.
500 - Ciencias Básicas.
600 - Tecnología y Ciencias Aplicadas.
700 - Artes y recreación.
800 - Literatura.
900 - Historia y Geografía

Que a la vez se subdividen, en diez clases, en un modelo jerárquico decimal de diversos niveles que abarca desde los temas más amplios hasta los más concretos.

Por ejemplo:

800 - Literatura
880 - Literatura eslava
882 - Literatura rusa

Y así sucesivamente.

En el año 1895, Dewey permitió a los belgas Paul Otlet y Henri La Fontaine traducir y adaptar su sistema para el proyecto del Repertorio Bibliográfico Universal. De esta forma desarrollaron un esquema llamado Manual del Repertorio Bibliográfico Universal en el año 1905, del que posteriormente surgió la Clasificación Decimal Universal.




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