¿Qué fue de las generaciones literarias?
Miquel Otero / El País
Día 19/08/2014
La semana pasada se cumplían treinta años desde la publicación, en Vintage Books, de Bright Lights, Bright City, una novela semiautobiográfica de Jay McInerney motorizada con cocaína y neones de Nueva York que dio el pistoletazo de salida de lo que se dio en llamar brat pack literario (el otro, el de Sinatra y Las Vegas, sería otra cosa). En aquella ocasión fue Village Voice la publicación que decidió cobijar bajo un mismo paraguas a una generación literaria de autores que blandían botellines de cerveza, vestidos con chupas o trajes a medida, para posar desafiantes en bares como Nell’s.
Ahí están las fotografías, por ejemplo, de McInerney junto a Bret Easton Ellis o Tama Janowitz, que sirven ahora para plantear si ha surgido desde entonces otra generación más cohesionada (geográfica, estilística y temáticamente) que ésa. Y la respuesta es un no con matices. La conectividad en Internet puede arruinar la colectividad, eso tan antiguo de compartir locales y lugares comunes y beber (metafórica y literariamente) de las mismas fuentes y también beber (literalmente) en las mismas barras. No en vano, en uno de los momentos más comentados de la serie Girls pertenece al capítulo piloto, en el que Lena Dunham, hasta las cejas de opio tras ser expulsada de su puesto como becaria en la editorial neoyorquina que publica a Tao Lin (apunten el nombre para rastrear la posibilidad de una generación actual), gimotea ante sus padres para pedirles más dinero.¿Su defensa? Quiere escribir y quiere convertirse en LA voz de su generación. “O al menos, en una voz de mi generación”, matiza. Sabe que ahora es mucho más difícil que sólo un autor pulse el signo de unos tiempos cada vez más atomizados y dispersos.