Auge y caída de los premios literarios en España
Carlos Prieto / El Confidencial
Día 16/03/2014
Nombre del nuevo premio: Bienal de Novela Mario Vargas Llosa. Finalistas: Juan Bonilla, Rafael Chirbes y Juan Vásquez. Fallo: 27 de marzo. Cuantía: 75.000 euros.¡Albricias!, pensarán ustedes, vuelve a correr el dinero en el mundo editorial español. Ocurre que se trata de un galardón internacional con fuertes raíces latinoamericanas. Está vinculado a un macro encuentro literario (semana de la Cátedra Vargas Llosa), que se celebrará en Lima cada dos años. Nuevo ejemplo del músculo financiero de las industrias culturales emergentes, en contraste con las restricciones presupuestarias europeas.
Al margen de su significado como ejemplo del nuevo orden geocultural, lo interesante del premio Vargas Llosa es que nos recuerda nuestra época de vacas gordas literarias. Y que al hacerlo surgen las contradicciones: ¿Deberíamos sentir nostalgia de nuestra burbuja de premios literarios?
Los galardones literarios en España están en plena recesión. Hace unas semanas se entregó el Primavera de Novela al televisivo Màxim Huerta. Convocado por la editorial Espasa y el Ámbito Cultural de El Cortes Inglés, contaba con una cuantía golosa: 100.000 euros para el ganador (adelanto a cuenta de las futuras ventas).
Sucede que, hasta 2012, el Primavera daba 200.000 euros al ganador y 30.000 al finalista (categoría ahora desaparecida). Respaldado por el todopoderoso Grupo Planeta y creado en 1997, el Primavera ha reducido su desembolso a menos de la mitad.
El Premio Fundación José Manuel Lara, organizado antaño por doce editoriales (Algaida, Anagrama, Destino, Espasa, Lengua de Trapo, Mondadori, Planeta, Plaza y Janés, Pre-Textos, Seix Barral, Siruela y Tusquets) se creó en 2002 para premiar con 150.000 euros (en promoción) a la mejor novela española del año, pero dejó de darse en 2009.
Conclusión: los premios han perdido cuantía porque ya no sirven como reclamo para vender como se vendía antes y los patrocinadores ya no sueltan dinero con tanta alegría. Escritores que vendían razonablemente bien han pasado a vender razonablemente mal. La crisis ha dinamitado la clase media literaria.