Del posible, o imposible, libro "Cine y Arquetipos"

"Los Duelistas", de Ridley Scott, basada, una vez más, en una historia de Joseph Conrad, "The Duel (The Point of Honor: A military tale)", como ocurría con "Alien el 8º Pasajero", del mismo Scott (Nostromo es el nombre de la nave espacial y "The Shadow Line" parte de su inspiración), o con "Apocalypse Now" de Coppola ("Heart of Darkness") y tantas otras películas, es la primera y menos conocida obra de este director y, sin embargo, una joya fílmica que por su poco éxito en Estados Unidos en aquellos tiempos (1977) ha tenido quizás menos repercusión, a pesar de su reconocimiento en el Festival de Cannes ("Best Debut Film"). Destaca su ambientación, esa calidad aparentemente sencilla, sobria, del cine británico---sobrecogedora coreografía de esgrima a cargo de William Hobbs---y sus elipsis espacio-temporales sin entrecomillado alguno que, por otra parte, dan a la narración un 'tempo' único, entre la intensidad y la lasitud. Estos elementos permiten de principio a fin consolidar el sencillo eje argumental: la enemistad, irracional, inexplicada e inexplicable, entre dos individuos, dos húsares, D'Hubert (Keith Carradine) y Feraud (Harvey Keitel), ambos oficiales de caballería aunque en distintos regimientos, de la Francia napoleónica y su ocaso, enemistad llevada hasta sus últimas consecuencias. Amén del duelo interpretativo, soberbios ambos actores, el film representa, situándolo en tierra firme por el detallismo histórico, el conflicto interior entre pasado y futuro, lo caduco y lo nuevo, muerte y vida, dios(Jehová-Hera...)/Estado obsoleto o viejo (revolucionario en su momento) y dios(Jesús-Zeus...)/Estado nuevo (que a su vez no se comprende sin su antecesor), etcétera, o los procesos de acción-reacción-acción... Es decir, el dualismo clásico de la mente racional incapaz de hallar el equilibrio (paz) entre sus extremos---síntesis de lo antitético--- oscilando en ese eje polarizado entre la transigencia o pacto momentáneo y el choque violento ausente de verbalización o 'racionalización' alguna. El desenlace de la película puede ser interpretado (no nos queda más que eso, interpretaciones, siempre subjetivas, proyecciones propias sobre los mensajes que nosotros mismos generamos) de la siguiente manera: lo nuevo (D'Hubert-Keith Carradine), aíto de ese conflicto ineludible a pesar de sus esfuerzos por evitarlo o reconducirlo, a pesar de su inocencia, de la irracionalidad del choque absurdamente personalizado, impone tras el perdón de la vida a Feraud-H.Keitel, lo viejo ahora, su dictado: la paz duradera. Pero para ello el personaje no ha tenido más remedio que tomar las armas---muy hegeliano todo esto, Ridley Scott es un director 'belicista'---y enfrentar lo irracional cuando, inopinadamente, le brotaba en su camino. He aquí el parangón Viejo Testamento-Nuevo Testamento, del Jehová inflexible, violento, vengativo e imperialista al Jesús tolerante, pacífico e 'interiorizador' (los nombres pueden ser sustituidos por los de otras culturas-eras, el arquetipo es el mismo). Por tanto, "Los Duelistas" ejemplifica con maravillosa estética, por ello funciona, el arquetipo ancestral de los ciclos naturales (Yavhé era un viejo dios cananeo, local, de la vegetación) que en sí encierran el proceso muerte-resurrección o muerte-vida como un todo indisociable que desborda a la mente racional procurándole ese perpetuo conflicto interior que proyectamos, ya no en una pantalla de cine, donde lo hacemos 'artísticamente', sino al 'afuera', es decir, a nuestra realidad cotidiana. Curiosidad: la cojera de Keith Carradine (dios nuevo) equivale a la de Vulcano o Jesús (entre los esenios la maestría se confirmaba con la fractura de una pierna, práctica antigua que señalaba al elegido como portador de 'lo nuevo', 'la vida', y por tanto de la redención de un ciclo anterior). La mirada histórica no se dejará engañar por esta argumentación pues ya escribimos la historia: el imperialismo napoleónico sembró Europa de la semilla revolucionaria burguesa que finalmente renovaría todo el panorama socio-político con el Romanticismo del siglo XIX. Somos una contradicción permanente, un cambio perpetuo difícil de asimilar: reacción del Realismo de segunda mitad del mismo siglo...Etc. Difícil con este panorama creer en Absoluto alguno a no ser que trascendamos esa dualidad arquetípica. Opino que "Los Duelistas" propone, con su final, esa trascendencia. El tema, una vez más, es que la vida, el tiempo, la historia, empieza 'realmente' donde acaba la película, al salir del cine. Pero "nos gusta ser engañados" ("The Prestige"o "El Truco Final" de Christopher Nolan).

 

Autor: Ricardo Pérez-Salamero García

 

 


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