¿Contradecir a los grandes genera tu propio estilo?
Por Miguel Ángel Castilla Camargo Escritor y periodista colombiano
Nada más falso que seguir los postulando rutilantes de verdades absolutas que el tiempo suele derrotar. “No es sensato ni hábil privar al lector de sus refutaciones más fáciles; es muy sensato y muy hábil, por el contrario, dejarle el cuidado de formular él mismo la última palabra de nuestra sabiduría”, sostenía Friedrich Nietzsche. La sabiduría del escritor radica en creer que nada sabe, y que lo que construye es inherente a su oficio; de no ser así, la arrogancia ocuparía un puesto especial en cualquier reflexión que coincida con la del escritor. Siempre debemos escribir pensando en que el lector es más inteligente que el escritor. Jorge Luis Borges, aconsejaba que en literatura es preciso evitar todo aquello que pueda ser ilustrado. Todo lo que pueda sugerir la idea de ser convertido en una película”. Las películas se construyen a partir de un libreto que es la consecuencia de adaptación de una historia. En un mundo de imágenes, tecnología y creatividad, todo lo que se escribe se puede ilustrar Ernest Hemingway, afirmaba, “los escritores deberían trabajar solos. Deberían verse sólo una vez terminadas sus obras, y aun entonces, no con demasiada frecuencia. Si no, se vuelven como los escritores de Nueva York. Como lombrices de tierra dentro de una botella, tratando de nutrirse a partir del contacto entre ellos y de la botella. A veces la botella tiene forma artística, a veces económica, a veces económico-religiosa. Pero una vez que están en la botella, se quedan allí. Se sienten solos afuera de la botella. No quieren sentirse solos. Les da miedo estar solos en sus creencias... Es claro que Hemingway plantea una forma de vida como la de él, alejada del mundo, pero nada más enriquecedor que el contacto con otros seres humanos. La familia por ejemplo. La interrelación, la contradicción, el debate y la tertulia, enriquece, y para ello hay que salir y entrar de la botella sin pensar en el prójimo. El miedo es el mejor amigo del escritor. Gabriel García Márquez, sugiere, “no debemos obligar al lector a leer una frase de nuevo”. Hay que recordar que un buen lector siempre lee un libro dos y tres veces. Si el lector se detiene a reflexionar sobre una frase, hemos justificado nuestros trasnochos. Finalmente, Juan Carlos Onetti en un planteamiento altruista invita a los escritores a que “no sacrifiquen la sinceridad literaria a nada. Ni a la política ni al triunfo. Escriban siempre para ese otro, silencioso e implacable, que llevamos dentro y no es posible engañar”. En tiempos en los que la ética está relacionada con el estómago, pregunto: ¿Qué es verdad? La vida evoluciona, y en esa dinámica, el buen escritor, quiera o no, convierte a la estática en su principal enemiga.¿Y qué pasa cuando nuestras terquedades representan solamente las sinceridades del escritor? ¿Y si el YO subconsciente sufre de súper ego?