La imagen del africano en la narrativa de José Mas
Dr Mohamed Ben Slama Universidad de Monastir Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.
Resumen: Analizamos en este trabajo uno de los aspectos más representativos de la narrativa del novelista, cuentista y ensayista sevillano José Mas (1885-1941). Se trata de la presencia del continente africano en algunas de sus obras. Con lo cual, vamos a estudiar las diferentes facetas del africano o del bubi, ya que estamos hablando de los habitantes del África Ecuatorial, país en el que el autor vivió durante varios años. Leyendo estas páginas, El lector no va a poder evitar hacer una comparación entre las costumbres africanas y la cultura occidental. Palabras clave: África Ecuatorial, bubis, fetichismo, fiestas, colonialismo, racismo. En este estudio vamos a tratar un tema poco estudiado en la literatura española, se trata de la imagen del africano en la narrativa de uno de los escritores pertenecientes a una época literaria llamada la Edad de Plata, el novelista, cuentista y ensayista sevillano José Mas (1885-1941). Cuando hablamos de la imagen del africano en esta narrativa, nos referimos a los bubis, un grupo étnico africano originario de la isla de Bioko, antigua Fernando Poo, en Guinea Ecuatorial [1]. El conocimiento profundo de José Mas a esta gente se debe a un viaje que hizo a Fernando Poo cuando todavía era joven, y su estancia allí durante muchos años. Este hecho marcó su vida y su literatura al dedicar parte de su narrativa para reflejar esta experiencia africana y hacer que los lectores la compartan con él. La imagen del africano tal y como nos la transmite José Mas no es la imagen típica basada en algunas escenas costumbristas que podemos encontrar en cualquier reportaje sobre la vida en este continente, sino que es una aproximación a la vida y a la cultura de esta gente, tan distinta y tan desconocida en España. Tiene mucho que ver con todo eso la relación estrecha que tuvo José Mas con los bubis lo que hace que su testimonio y su reproducción de la imagen del africano sea, cuanto menos, fidedigna y de un grado elevado de credibilidad y de objetividad. Como vamos a ver en este estudio, el objetivo de nuestro autor, al presentarnos esta imagen de los africanos, no es mostrarnos a gente salvaje e incivilizada, sino dar a conocer a una cultura completamente desconocida y, así, combatir muchos prejuicios y estereotipos sobre esta gente. El planteamiento de José Mas de este tema muestra que no todo lo que procede de África es negativo y rechazable, hay cosas dignas de ser aplaudidas y admiradas, contrariamente a lo que era común en su época (no hay que olvidar que estamos hablando de la primera parte del siglo XX, y la sociedad española no estaba, ni de lejos, dispuesta a abrirse a otras culturas y menos proviniendo de África). Como izquierdista que es, José Mas no percibe a los africanos con ojos de un colonizador –partiendo de la idea de que Guinea Ecuatorial fue una colonia española- sino que les ve como representantes de una cultura distinta de la suya, una cultura en la que cabe tanto lo positivo como lo negativo, una cultura que, en muchos aspectos, es muy distinta a la cultura occidental pero en otros aspectos es muy parecida a ella. Por eso, al mostrar el lado más oscuro y bárbaro de los africanos, el autor no pretende producir en el lector cierto rechazo y desprecio hacia los negros sino reflexionar sobre la manera con que se puede combatir la ignorancia y el retraso en los que están inmersos los africanos. Todos estos aspectos los vamos a tratar en las diferentes obras de José Mas en las que, con menor o mayor grado, aborda el tema de África. Dentro de la producción narrativa de José Mas, su novela africana por antonomasia es La Piedra de fuego [2], publicada en Madrid, en 1924, por la editorial Renacimiento. Además, el autor escribió otras obras de ambiente africano: un libro de cuentos titulado El fetichero blanco [3]; una novela corta, Justicia Africana [4]; una novela social, En la selvática Bribonicia [5] y un libro de viajes, En el país de los bubis [6], donde el autor menciona sus impresiones del viaje que hizo a Guinea Ecuatorial y en especial a la Isla de Fernando Poo. También, como periodista, publicó crónicas y artículos en La voz de Fernando Poo. Igualmente, hay que citarle como traductor y anotador de la famosa novela Batuala, del congolés René Marán. En efecto, todas las obras de ambiente africano están basadas en la experiencia que tuvo José Mas en la entonces colonia española [7]. En este aspecto, “lo africano ha sido, y sigue siendo, tema de interés constante para los españoles, resultado normal de esas convivencias que la historia y la geografía se han encargado de mantener latentes siglo tras siglo” [8]. Gracias a los africanistas españoles [9] y a los organismos propulsores, “la literatura y la ciencia españolas brillan con luz propia e intensa respecto a lo africano” [10]. Aparte de las obras de ambiente africano, José Mas alude a África, aunque brevemente, en otra novela titulada, Yo soy honrada, Caballero. Hay que decir que José Mas no es el único escritor español en tratar el tema de África en sus obras; hay muchos escritores españoles que siguieron esta tendencia que tiene como origen “la moda del negrismo” [11] que apareció en el siglo XX, como señala el crítico Carlos González Echegaray en un estudio que hizo sobre el tema, dividiendo las novelas que tratan de África Ecuatorial en: “novela-pretexto”, “novela-novela” y “novela-misional”. Dentro de la “novela- pretexto”, el libro más antiguo es el titulado Aventuras de un piloto en el golfo de Guinea (1886) y escrito por “Donacuigue”. Este libro trata los problemas de la deportación, la emigración y la colonización en Guinea. Otra obra del mismo género es de Joaquín Rodríguez Barrera, titulada Mobbe, un negro de Fernando Poo. Al segundo género, “la novela-novela”-al que corresponden las obras de José Mas-, pertenece La danza de los puñales (1925), de Buenaventura L. Vidal y Torres. La segunda novela perteneciente a este género es Fang-Eyeya (1950), de Germán Bautista Valverde, “en la que el autor trató de recoger las facetas más típicas de la vida del blanco en una finca de café, y para ello ha de hilvanar su argumento a través de los cauces acostumbrados dentro de aquel ambiente” [12]. El tercer tipo de novelas, dentro de la clasificación de González Echegaray, es “La novela-misional”. Son novelas que tratan de poner de relieve la labor misional en tierras de Guinea. En este grupo de novelas sobre el África Ecuatorial, ocupan un lugar importante las de José Mas, la más importante, como ya habíamos mencionado, es La piedra de fuego cuya acción se desarrolla en la selva africana, donde una expedición formada por dos hermanos mulatos, Diana y Eliazar, un ingeniero inglés, Sir Roberto, y un grupo de cargadores indígenas, sale de Gombe en dirección al poblado de Balchó, el único capaz de llevarles a la montaña de cristal, para apoderarse de sus riquezas y coger muestras de la “piedra de fuego” a petición de la madre de los mulatos, quería ver esta piedra antes de morir. La expedición se enfrenta exitosamente a varios obstáculos, como tener que luchar contra un tigre e inventar un truco para salvarse de las garras de la tribu de Olú, donde cayeron prisioneros. En la selvática Bribonicia es la segunda novela extensa, de ambiente africano escrita por José Mas. El título de la novela se refiere al lugar imaginario donde se desarrolla la acción, tiene un claro significado metafórico porque significa tierra de los bribones. Está dividida en tres partes que constan respectivamente de 12 capítulos, la primera parte, de 14 capítulos, la segunda parte y de 13, la tercera; al final se añade un epílogo. Los personajes principales de la novela son Sioko, el jefe del poblado; Efrain Azur, un aventurero europeo que se encuentra en tierras africanas; y Sirika, una mujer africana que tiene mucha influencia en la tribu. Justicia africana es la única novela corta de ambiente africano escrita por José Mas, sus acontecimientos se desarrollan en un poblado africano llamado Batopó. Sittó, un bubi que no es considerado como un hombre rico en la tribu, está enamorado de Bririka, la mejor bailarina de la tribu, y para poseerla, lleva tiempo juntando riquezas. Pero Essile, que es mucho más rico que él, consigue el acuerdo de Bioko, el jefe de la tribu, y de Timbabá, la madre de Birika, para casarse con ésta. Sittó se va a la vivienda de Essile e intenta convencerle de que renuncie a Birika. Essile no pone ningún inconveniente y acepta la propuesta de Sittó.Éste, muy contento por el buen gesto de Essile, informa a Birika y a su madre de la decisión de Essile, y pide la mano de la joven. Sin embargo, la promesa de Essile no fue más que una burla, porque, al final, se casó con Birika. Sittó, loco de furia, intenta convencer a la recién casada para que se fugue con él, pero no lo consigue. Al final de la novela, Sittó se enfrenta con Essile, ante las provocaciones de éste, lo mata y, por consiguiente, recibe el castigo del consejo y es condenado a muerte. El fetichero blanco es el último libro que publicó José Mas antes de morir. Es un libro de cuentos de ambiente africano que refleja la experiencia del autor en la isla de Fernando Poo. El libro se compone de siete cuentos, pero sólo dos están publicados por primera vez, el resto de los relatos, “Las botas de montar”, “El aviso de la muerta”, “El espíritu del castigo” y el desparecido”, habían sido publicados en el libro de viajes, En el país de los bubis (1920); además, más que cuentos, son crónicas de la vida cotidiana de José Mas durante su estancia en Fernando Poo. Mientras que “Justicia africana”, que fue la cuarta parte añadida al libro de viajes, ha sido publicada como novela breve. Por esta razón, los dos cuentos que nos interesan en este libro son “El fetichero blanco” y “El espejo en la selva”. “El fetichero blanco” es la historia de Manuel Delova, un español que vive en medio de la selva de Fernando Poo, entre dos tribus enemigas: los “bengas” y los “burus”. Manuel Delova se ve obligado a proteger a “bengas”, un poblado bajo la protección española, de Bayeli, el jefe del poblado “buru”, que asaltó a la tribu rival quemando veinte chozas y llevándose a diez vírgenes. Delova va con soldados españoles a hablar con Bayeli, exigiéndole devolver las mujeres y dejarle quemar también veinte chozas. Al oponerse Bayeli, Delova le amenaza con una pistola y consigue liberar a las diez mujeres y volver con ellas a la tribu de Bakola. El jefe de “bengas” le da las gracias por su ayuda y organiza una fiesta en su honor. “El espejo en la selva” cuenta la historia de Jasala, un bubi que encuentra, entre los objetos traídos por una tormenta, un espejo. Este objeto misterioso levanta una gran expectación entre las mujeres de la tribu, que dejan de hacer sus tareas y pasan todo el día mirándose en el espejo. En un momento de ira, a causa de esta dejadez, el jefe del poblado destruye el espejo. Aun así, las mujeres siguen peleándose por los trozos rotos del espejo, adquiriendo una nueva mentalidad, la de la propiedad privada. La imagen del africano en todos estos relatos está presentada de la siguiente manera: en un primer lugar, vamos a tratar el tema del fetichismo, muy característico en África en general y en Guinea Ecuatorial en particular. Luego pasamos a ver las fiestas y las celebraciones de los africanos, y a través de estas fiestas vamos a conocer las costumbres de los bubis, que a veces pecan de una excesiva violencia y brutalidad. Otro aspecto que caracteriza a los africanos es la inferioridad que sienten hacia los blancos que representan la cultura del colonialismo. Este sentimiento de inferioridad oculta otro sentimiento que se manifiesta en el odio y en el extremo racismo que sienten los africanos hacia sus colonizadores. El machismo y el maltrato hacia la mujer es un tema muy presente en estas obras y es muy característico de los bubis. Otro aspecto relacionado con los africanos es la gran diferencia de clases, lo que provoca un malestar en la sociedad o, mejor dichos, en el poblado. La imagen del africano toma otra dimensión en la novela, En la selvática Bribonicia, en la que los personajes africanos no son más que unas figuras caricaturizadas de los políticos españoles de principios del siglo XX. El fenómeno del fetichismo está muy presente en La piedra de fuego. Está enfocado desde un punto de vista crítico que, en muchas ocasiones, llega a ser cómico y hasta ridículo. En efecto, la crítica del autor al fetichismo africano parte de su conocido anticlericalismo; según él, la Iglesia en Occidente, como el fetiche en África, sirven para manipular a la gente y mantenerla obediente y temerosa para, así, reforzar su poder. Al fetiche se le atribuyen fuerzas naturales o se le considera sede de algún espíritu, por eso, se le mira con temor y con gran respeto. Con este paralelismo establecido entre el papel de la Iglesia en Occidente y el del fetiche en África, el autor quiere mostrar al lector que las diferencias entre ambas culturas, aunque parezcan enormes, no son, en este aspecto, tan grandes en la medida en que tanto los occidentales como los africanos se dejan manipular, cada uno a su manera, por unas fuerzas que les hacen creer que son superiores a ellos, y que pueden actuar y decidir por ellos hasta el punto de que el lector español u europeo puede, paradójicamente y quizás inconscientemente, identificarse con el africano. A través de esta escena, el autor hace hincapié en la importancia del fetiche en la vida de los africanos que, de un modo espectacular y algo extravagante, le rinden vasallaje, permitiéndose cometer todo tipo de barbaridades: En la misma entrada de la choza, tirada a lo largo del único hueco que marcaba el acceso al interior, había una mujer completamente desnuda; la piel pintada de índigo, y su cabellera adornada con sartas de abalorios rojos. En las muñecas, en las ingles y rodeándole el cuello y los pechos caídos, tenía brazaletes, cinturones y gargantillas de conchitas blancas (...) La mujer-sacerdotisa, permanecía allí, sin moverse y sin comer, durante varias horas. Después era relevada por otra que cumplía la misma obligación, y así sucesivamente las demás mujeres del poblado cuando les llegaba el turno. De este modo, todas rendían vasallaje al fetiche (La piedra de fuego, pp.107-108) José Mas describe con un tono burlesco este espectáculo protagonizado por las mujeres de la tribu en honor del fetiche y del fetichero, calificándolo de “juego estúpido” y de “espectáculo cómico” [13], ridiculizando a todos los que creen en estas supersticiones absurdas. De esta manera, el autor quita al fetiche todo valor artístico, pero también espiritual. Ante el robo del ídolo de madera en un asalto a la aldea por parte de otra tribu, los miembros de la tribu atribuyeron el robo a los expedicioneros debido al espíritu del mal que llevan en su alma; por eso, hay que matarles para acabar con esta maldición que han traído al poblado y, así, recuperar el fetiche. La iluminada idea de Sir Roberto de pretender tener la capacidad de “evocar el espíritu invencible de los hombres pálidos” [14] y apoderarse del fetiche, se puso en marcha. Lo que hizo el inglés fue fabricar un ídolo igual que el perdido, y presentarlo a la tribu que se lo creyó. Es más, todos se rindieron a sus pies, creyendo que era el salvador; ni el mismísimo fetichero se enteró de que no se trataba del mismo objeto perdido, sino de otro idéntico, y como acto de homenaje, se arrojó a sus pies. Con este incidente, el autor ridiculiza al fetiche y a los que creen en él, porque se trata de simple objeto, una “soberana idiotez escultórica” [15] que no tiene ninguna influencia y no se merece la importancia y el gran valor que tiene. El fenómeno del fetichismo lo aborda José Mas también en su novela corta, Justicia africana donde hace en el papel que desempeña el fetichero dentro de la tribu: tiene casi el mismo poder que el jefe, su poder divino le permite comunicar con el más allá y prever el futuro. Justicia africana se abre con una fiesta donde los bubis celebran el cumplimiento, según los feticheros, de treinta lunas de la jefatura de Bioko: Celebrábanse en el besé las fiestas en honor del botuko Bioko, pues según los feticheros se habían cumplido treinta lunas desde que Rupé, el dios de los buenos, lo elevara al poder, muerto ya su antecesor, el sanguinario Rimola. (Justicia africana, p. 9). El fetichero emprende otra tarea importante que es la de liberar a las mujeres del espíritu del mal. De las chozas, arrastrándose por el agujero que le servía de entrada, se veían surgir, como ejemplares de una fauna desconocida, a las mujeres bubis, que marchaban a sus labores agrícolas. En fila, una detrás de otra, foraban una estrambótica serpiente de anillos negruzcos y diabólicos. Al llegar a la plazoleta del poblado deteníanse ante el poste, donde el fetichero daba saltos grotescos para librarlas de los espíritus del mal. (Justicia africana, p. 15). En el cuento, “El fetichero blanco” y, como lo indica el título, el fetichismo también es uno de los temas principales: la pérdida del fetiche supone un gran problema para la tribu, por eso, ante el gran favor que hace Sir Roberto a la gente del poblado, recuperando el fetiche robado por otra tribu, el jefe del poblado le obsequia con dos vírgenes, una para él y otra para su acompañante, Eliazar. En el otro cuento, “El espejo en la selva”, José Mas muestra a los africanos como supersticiosos, el fetichero cuelga huesecillos de antílopes y palomas silvestres colgadas “para ahuyentar a los espíritus del mal y a todos los aliados del diablo” [16]. En efecto, los indígenas temen mucho la venganza de los espíritus del mal, por eso, dan mucha importancia al fetiche. A través de la crítica del fetichismo, el objetivo de José Mas no es burlarse de los africanos y mostrar que pertenecen a una cultura inferior a la suya, pues en muchas ocasiones se muestra admirador de la cultura africana. Lo que busca José Mas, a través de esta crítica, es poner en duda la institución eclesiástica, que en África está representada por el fetichero, y criticar la excesiva importancia que la gente da a la Iglesia y a sus representantes. En efecto, “su crítica acerca de la iglesia parece ser como un grito, un manifiesto por un mundo más puro, más justo y tal vez también más religioso, lo que no quiere decir más católico” [17]. En su novela social, En la selvática Bribonicia, “la iglesia católica es enjuiciada por José Mas” [18] y una de las aportaciones de la religión a la política monárquica, que critica el escritor durante toda la novela es también el fetichismo religioso que se estableció en Bribonicia para consolidar la postura del rey y confirmar su origen divino. El autor insiste en la importancia del fetichismo y la relación estrecha que llegó a tener con la política y el gran poder que adquiere el fetichero hasta el punto de llegar a regañar a Sioko, el jefe de la tribu, y a recriminarle cuando se equivoca. Para el autor, lo que hace el fetichismo es mitificar la persona del rey y hacer hincapié en su origen divino. Dice el autor en uno de los pasajes de la novela el día de la proclamación de Siroco como rey: (...) Y ver allí esculpida tan prodigiosamente la figura de aquel que aclamará como rey desde todos los rincones de la plazoleta, al convencerse del parecido, sabida ya la historia maravillosa y la procedencia sobrenatural del fetiche, arrastrábanse por el suelo y flagelábanse ellos mismos como justa penitencia a su momentánea falta de fe. (En la selvática Bribonicia, pp. 101-102). Aparte del fetichismo, el autor evoca otros aspectos que tienen que ver con las costumbres de los africanos que, con tal de homenajear a quien consideran merecedor de tanto elogio, están dispuestos a ofrecerle las cosas más inverosímiles que se pueden imaginar. En La piedra de fuego, cuando el inglés se prepara para ir en busca del ídolo perdido, Olú le dice que es capaz hasta de derramar la sangre de un hijo suyo, en honor a la amistad si cumple su promesa. Después de traer el ídolo perdido, todo el mundo intentaba rendirle homenaje al inglés, le suplicaban que “les pisoteara reciamente hasta que la piel brotara la sangre en abundancia” [19] y, por si fuera poco, Olú le mandó a sus tres hijas para hacerle, a él y a sus compañeros, “los honores del lecho” [20]. En el cuento, “El fetichero blanco”, pasa lo mismo, los europeos, Manuel Delvoa y el teniente Artal reciben una recompensa, por haber salvado a las vírgenes de la tribu, que se manifiesta en la posibilidad de escoger una las vírgenes que les gusten para pasar la noche con ella: Las más hermosas bailarinas de “Ikondo”, mi poblado, danzarán esta noche a la luz de las antorchas y beberemos esta noche como hipopótamos hasta que amanezca. Además de las diez vírgenes rescatadas, podéis escoger para vuestra esterilla en los ratos de tregua en el “balele”, las que os plazca. Desde este momento, vuestras son para el placer. (El fetichero blanco, p. 5) Este tipo de actitud puede ser una muestra de la inferioridad que sienten los africanos hacia los blancos que son los más fuertes y los salvadores. A través de esta supuesta superioridad de los blancos el autor hace una crítica al colonialismo y a los colonizadores que consideran que los colonizados no pueden actuar sin ellos y sin estar bajo su tutela. En el primer caso, europeo es el que recupera el ídolo perdido, en este caso haciendo uno idéntico, con lo cual haciendo trampa, y en el segundo caso, los europeos son los que salvan a las vírgenes recurriendo a sus propias maneras. Es más, los occidentales, en esta novela y en este cuento piensan que los africanos están bajo su protección, es una actitud totalmente colonialista que confirma Delvoa , en el “Fetichero blanco”, al decir a Bayeli: -(...) Y ahora una pregunta: ¿Sabías que Bakale y su poblado estaban y están bajo la protección de España? (El fetichero blanco, p. 5) El autor no solo critica el colonialismo inglés en La piedra de Fuego, y el colonialismo español en “El fetichero blanco”, sino que critica también la actitud de los africanos que contribuyen al establecimiento de la colonización dando por hecho la superioridad de los occidentales y su capacidad de conseguir lo que ellos –los africanos- no pueden conseguir. El autor destaca el engaño y la astucia utilizados por los europeos, tanto en La piedra de fuego como en “El fetichero blanco”, para impresionar a los africanos, mostrando, así, que no son tan superiores como parece. Eso quiere decir que los africanos, con un poco de inteligencia y de sentido común, son capaces de conseguir lo que han conseguido los colonizadores, y que no necesitan a esta gente en su tierra para ayudarles a vivir y a hacer mejor las cosas, porque lo que realmente están haciendo es explotar sus riquezas para enriquecerse. Sin embargo, los negros no siempre aceptan esta inferioridad y no siempre se resignan ante las órdenes de los blancos, prueba de ello es el final de Encarna, en la novela, Yo soy honrada, caballero, que acaba en la miseria, abandonada y maltratada por su novio negro. Aunque aquí el africano ejerce su superioridad hacia la mujer blanca y no hacia el hombre blanco, pues el machismo y el maltrato hacia la mujer es una seña de identidad del africano, que vamos a estudiar con más detención más adelante. Las fiestas, con sus diferentes tipos, son omnipresentes en las novelas y cuentos de José Mas. Hay que decir que el costumbrismo es un rasgo muy característico de la narrativa de nuestro escritor, y la que descripción de las fiestas forma parte de este costumbrismo. De hecho, en las novelas regionales del autor, encontramos la descripción de las fiestas en Andalucía, en Galicia, en Castilla, etc. Esta tendencia de descripción de las fiestas la encontramos en las novelas africanas, son fiestas que, a veces, se caracterizan por la brutalidad y la excesiva violencia. Por ejemplo, En La piedra de fuego, describe la “fiesta de sangre”, donde, con extrema crueldad y con enorme falta de sentido humano, se sacrifica a algunos prisioneros: Comenzaba el curioso y bárbaro espectáculo. Unos negros desnudos y embadurnado el cuerpo con barro de color ocre, eran los músicos encargados de amenizar la fiesta. Pasarían de veinte. Unos se dedicaban a repiquetear sobre los tambores y otros sobre tímpanos de madera (...) Ahora la multitud abrió calle y pasaron al centro de la plazoleta seis guerreros de colosal estatura y labios pintados de rojo. Conducían a diez negros casi desnudos y que daban grandes gritos, como si implorasen misericordia. Los brutales guerreros no hacían caso de aquellos gritos ni de aquellos rostros demudados por un indescriptible terror. Eran prisioneros que iban a ser sacrificados ante la cabaña sagrada (... )Los seis guerreros avanzaron con aquellos nombres de la tribu contraria hasta la cabaña del fetiche. Después, ya cerca del hueco que formaba la entrada, hicieron un círculo en torno de aquellos infelices que, con las manos atadas a la espalda, no podían defenderse ni hurtar el cuerpo a las acometidas de sus verdugos. El jefe indígena, que tenía ya los ojos inyectados de sangre, dio un grito. Con la misma ferocidad que el tigre se arroja sobre su presa, los servidores de Olú con un mazo rústico troncharon las piernas de los prisioneros. Aullando de dolor caían en tierra. Después, cada guerrero desenvainó un cuchillo de ancho y afilado corte y comenzaron a trazar dibujos en la piel de los caídos. (La piedra de fuego, pp. 143-147) Este mismo aspecto lo vemos también en El fetichero blanco, pues en los dos cuentos de este libro el autor da una imagen de la vida en la selva africana, reflejando las costumbres de los indígenas, y hace también una comparación entre la civilización occidental y la vida salvaje en la selva. En el cuento, “El fetichero blanco”, el autor describe las celebraciones de los indígenas a través de sus danzas típicas en la fiesta que organizan en honor de Manuel Delvoa. Es una escena que se repite en todas las novelas de ambiente africano de José Mas, pero en este caso no hay escenas de crueldad y de salvajismo como en otras ocasiones, lo cual quiere mostrar que los africanos pueden divertirse y hacer sus bailes y sus espectáculos sin atentar contra nadie: A Delvoa y a Artal se les iban encandilando los ojos y encendiéndoseles el cerebro con la fuerte bebida y con el paso frecuentísimo delante de ellos, de las diez vírgenes rescatadas que, desnudas por completo, danzaban por orden expresa de Bakale en honor de sus salvadores. Hombres y mujeres, sin entrelazarse, pero muy juntos, y uno detrás de otros, daban vueltas en torno de la plazoleta. Los hombres, armados de azagaya y escudo, daban vueltas en torno de la plazoleta. Los hombres, armados de azagaya y escudo, daban grandes golpes en el suelo con los pies, y un canto monorrítmico, siempre igual, acompañaba y hacía menos ruidoso y desagradable el sonido de los instrumentos que tañían, sentados también en el suelo, una veintena de tocadores indígenas. De vez en cuando del ruedo de los danzantes, con mucho misterio, escabúllanse un varón y una hembra, y ya separados del ruedo y cerca de las chozas de calabó y bambú enlazábanse y desaparecían entre las sombras. (El fetichero blanco, p. 5) A través de la descripción de las costumbres, el autor quiere también dar a conocer a las costumbres bubis que están totalmente desconocidas en España, un desconocimiento que se manifiesta en las palabras de Encarna, en la novela, Yo soy honrada, caballero [21], una española que se va a vivir con su novio africano. Sus palabras dan al lector una idea sobre la vida en Guinea Ecuatorial que es desconocida para la mayoría de los españoles: -Dice que hay muchas mujeres blancas en santa Isabel, la capital de Fernando Poo. No se ha dado el caso hasta ahora de que muera ninguna. Y todas están saludables y fuertes.¡Y la vida que allí se hace! ¡Curiosísima, madre curiosísima! La mujer europea es una especie de diosa, todas tienen sus a sus órdenes una veintena de esclavos negros (...) (Yo soy honrada, caballero, p. 167) Otro aspecto que caracteriza a los negros del que habla José Mas en La piedra de fuego, es el racismo y el desprecio que tienen hacia los blancos, “los hombres pálidos” [22]. Para el jefe indígena Olú, “los hombres pálidos son más inocentes que los erizos cuando bailan al son de la música” [23]. Las palabras llenas de rabia y de odio de Olú culpando al inglés de ser el responsable del robo del fetiche, confirman esta idea: -¡Tú, hombre pálido, repugnante portador de la fatalidad, si me has llamado para que a ti y a los tuyos os perdone la vida, pierdes el tiempo, alimaña de las tierras enfermas! (pp. 121-122) El racismo de los negros hacia los blancos, tal y como lo muestra José Mas, tiene su justificación, se debe a la hostilidad que sienten los africanos hacia sus colonizadores; como es habitual, la colonización nunca agrada a los habitantes del país colonizado, siempre hay cierta hostilidad y antipatía hacia el país colonizador. De esta manera, el autor enfoca el tema del racismo para atacar todo lo que tiene que ver con la colonización, como es el caso en el cuento, “El espejo en la selva”, donde critica duramente la civilización y sus repercusiones negativas en África: un simple espejo, un objeto completamente desconocido en la selva africana, es el símbolo de la civilización occidental que ha perturbado por completo la vida de los bubis. Otra vez José Mas quiere mostrar que los occidentales no son superiores a los africanos, que éstos también, aunque a veces se sienten inferiores, sienten rechazo y racismo hacia los blancos, y se sienten orgullosos de su cultura. Para José Mas, ninguna cultura es mejor que la otra ni superior a la otra, cada una tiene sus peculiaridades, lo que hay que combatir, realmente, son las prácticas que perjudican a las personas y hacen que no vivan en igualdad de condiciones en cualquier lugar del mundo. Lo que ayuda al establecimiento del colonialismo en África es la ingenuidad que caracteriza al africano, pues es muy fácil engañarlo y burlarse de él sin que se dé cuenta. Un buen ejemplo de eso es la reflexión de Sir Roberto, en La piedra de fuego, que pensaba “que los salvajes eran niños, unos niños terribles, pero al fin y al cabo, niños” [24]. Más tarde, confirma este pensamiento cuando dice al resto del grupo que “la imaginación de los salvajes es de una infantilidad que asombra” [25]. En este aspecto, el autor hace una comparación entre los blancos y los negros, los primeros siempre triunfan por “su sangre fría, por su serenidad e indiferencia ante el peligro. En cambio, los hombres de sangre caliente se obcecan y en unos segundos de ofuscación todo lo echan a perder” [26]. Otro aspecto que caracteriza a los africanos es su trato hacia la mujer: para los africanos, la mujer es un ser inferior que tiene como tarea las labores domésticas y duras y, además, está considerada como un ser malo, por lo tanto, tiene que librarse de los espíritus del mal. José Mas, siempre empeñado en defender a la mujer reclamando para ella los mismos derechos que el hombre, denuncia esta situación de la mujer africana. Esta postura del autor la encontramos en muchas de sus novelas, como La huída y Yo soy honrada, caballero, entre otras. En La piedra de fuego, el autor nos muestra que la mujer es tratada como un objeto: cuanto más dinero tiene el hombre, más posibilidad tiene para poseer a mujeres: Bioko, el jefe de la tribu por ejemplo, tiene diez mujeres. Aquí, el verbo poseer confirma la idea de que la mujer no es más que un objeto que está en posesión del hombre. Hay que decir que el maltrato de la mujer no es propio de los africanos, en los países occidentales, entre ellos España, la mujer sufre también el machismo del hombre y su maltrato hacia ella, y es lo que intentó señalar José Mas, como ya habíamos dicho, en muchas de sus obras. La desigualdad entre el hombre y la mujer existe tanto en España como en el África Ecuatorial, donde la mujer tampoco puede ser consultada para su boda, tiene que aceptar con resignación aunque no lo quiera, la decisión es de su madre, la única que tiene derecho a elegirle el marido que más le convenga. Es el caso de Birika que manifiesta a Sittó su resignación y su rechazo a su boda con Essile en la novela, La piedra de fuego. La crueldad de los bubis hacia las mujeres se manifiesta también a la hora de ir a a la matanza de las fieras, pues “dejaban en la soledad más espantosa a los enfermos graves y a las mujeres recién paridas” [27]. Esta crueldad les permite matar sin piedad hasta a las mujeres, como ocurrió en el asalto de una tribu a otra, cuando una mujer de la tribu atacada empezó a dar gritos de auxilio, “la hicieron callar, introduciéndole un dardo en la garganta y saltándole de los ojos” [28]. En muchas ocasiones, el autor utiliza la palabra “salvajes” para calificar a los indígenas. Otra vez hay que decir que José Mas, con su crítica, no ataca a las personas ni a las culturas de los países, sino que su crítica va dirigida a algunos valores negativos que existen tanto en África como en Europa, aunque de diferentes maneras, como la brutalidad y la violencia. -¿Quizá a señalar el día de mi boda con Essile? ¡Que indiquen el día que quieran! No tengo prisa por entrar en una casa donde hay tres mujeres. Me gustaría más que me comprase un hombre pobre. Como no podría adquirir otra buaisó, yo sería la favorita. Es un fastidio, créeme, esa boda con Essile. Yo tengo mal genio, y, sin duda, reñiría con Eloa, que como sabes, manda hoy en la cabaña de mi futuro comprador. (La piedra de fuego, pp. 25-26). A pesar de que la mujer africana es considerada inferior al hombre, José Mas hace la excepción en su novela, En la selvática Bribonicia cuyo personaje más trascendental es Sirika, una mujer muy respetada en el poblado, y que tuvo un papel determinante en la revolución, gracias a ella, volvió Bribonicia a su estado inicial. Con eso quiere mostrar que la mujer es tan importante como el hombre, de hecho, en esta novela, la revolución de los habitantes de Bribonicia, que acabó con los nuevos valores establecidos por los blancos, fue liderada por una mujer. En su novela corta, Justicia africana, José Mas aborda otro tema relacionado con África, se trata la diferencia de clases, un tema que el autor siempre se empeñó en reflejar en muchas de sus novelas, sobre todo en sus novelas sociales. En esta novela, el autor refleja el estado mísero de gran parte del pueblo bubi y lo compara con la minoría rica que vive en mejores condiciones. Algo alejados de estas viviendas minúsculas y míseras, veíanse los grandes helechos arborescentes y los cuadritos verdes y jugosos de las plantaciones de biloo. (Justicia africana, p. 10). Hay que decir que la diferencia de clases no es solamente propia de los africanos sino que existe, y con frecuencia, en el mundo occidental, lo que muestra que los europeos y los africanos no son tan diferentes sino que tienen muchos puntos en Común. En su novela, En la selvática Bribonicia, José Mas nos presenta la imagen del africano desde otro enfoque. Aunque el ambiente de la novela es africano, el tema principal no tiene que ver mucho con África, pues estamos ante una típica novela social de la preguerra. En esta novela, el autor establece un paralelo entre los sucesos de Bribonicia, el ficticio país africano donde se desarrolla la acción, y la historia de España a partir del reinado de Alfonso XIII y hasta los primeros años de la república. Los nombres de los personajes parecen encubiertos, pero no resulta difícil de descubrir a quien se refiere. En efecto, el jefe de la tribu refleja a Alfonso XIII; los ministros del primer gobierno de Sioko representan a los ministros de Alfonso XIII; Adelfí, presidente y mojonki de los tesoros, es Álvaro de Figueroa y torres, conde de Romanotes; Sangui, mojonki de los guerreros del bosque, es el general José Sanjurjo; Amenazé, mokonjí del desborde, es Antonio Maura; Garpi, mokonjí de las danzas, es Manuel García Prieto [29]. En muchas ocasiones, la descripción física de los personajes puede bastar para que el lector se entere de qué persona se trata. El autor describe a Sioko, que no es otro que el presidente del gobierno, de esta manera: Es un hombre de elevadísima estatura( ...)delgado y de flácidos músculos ...La cara repelía un poco por unas manchas de ébano mulato en la piel , por el cráneo alargado, por las orejas grandes y despegadas y sobre todo, por su labio inferior, siempre caído, colgante, que denunciaban su temperamento lujurioso (En la selvática Bribonicia, p. 27 ). De la misma manera, José Mas caricaturiza a otros personajes africanos: Jurguí: “era él más pequeño y rechoncho; tenía unos ojos pequeños, de alimaña, y una boca de sátiro”, Sanguí era de “estatura corriente de los hombres de Brhibo, ni alto ni bajo, bien plantado, repugnaba (...) por sus grandes pupilas ahuecadas y su ancha y cuadrada dentadura de caballo, siempre a la vista”. Adelfí “tenía una cara socarrona, en la que podía estudiarse todo curso de granjería (...) Tenía una pierna torcida”. Amenazé era “él más guapo de los cinco viejos, aunque ya peinaba canas, tenía un pelo de angelote y una cara de serafín arrojado del cielo” [30]. Estas descripciones no sólo caracterizan, sino caricaturizan, lo que las deja aparecer a veces hasta como una crítica hiriente de la época y las dejan ridiculizadas ante el público. José Mas no se conforma con la crítica de estos cinco personajes sino que incluye a todos los personajes que jugaron algún papel importante en España desde el comienzo del siglo hasta 1931: Kamola es Niceto Alcalá Zamora; Jasala es Manuel Azaña; Kriko es Indalecio Prieto; Iohingo es Marcelino Domingo; Kasalo es Santiago Casares Quiroga; Larki-Kaba es Francisco Largo Caballero; Alkokoz es Álvaro de Albornoz; Bestelo es Julián Bestero; Dekrios es Fernando de los Ríos; Lurry es Alejandro Lerroux y Kakia es Francisco Maciá [31]. Con lo cual, José Mas utiliza, aquí, a los personajes africanos únicamente para establecer un paralelismo entre ellos y entre los políticos españoles, por lo que no se puede comparar esta novela con los demás relatos de ambiente africano de José Mas. En esta novela, casi toda la crítica que hace el autor no está dirigida a los africanos, habitantes de Bribonicia, sino a los políticos españoles, a los diferentes sistemas políticos, a la religión, al sistema capitalista, a la desigualdad social, etc. Resulta que las obras de ambiente africano de José Mas tienen una doble tarea, dar una imagen del los africanos con sus defectos y sus virtudes, que ayuda a hacer una crítica a varios aspectos relacionados tanto con los bubis como con los occidentales; y utilizar esta imagen para lanzar una crítica a la política española y al sistema económico y social. Notas [1] Véase Antonio Aymemí, Los bubis en Fernando Poo: colección de los artículos publicados en la Revista Colonial La Guinea Española, Madrid: Dirección General de Marruecos y Colonias, 1942. [2] José Mas, La piedra de fuego, Madrid, Renacimiento, 1924. [3] José Mas, El fetichero blanco, Madrid, Décalo, Novelas y Cuentos, 1941. [4] José Mas, Justicia africana, Madrid, La Novela Semanal, n°201, 16 de mayo de 1925. [5] José Mas, En la selvática Bribonicia, Madrid, Pueyo, 1932; Madrid, Ayuso, 1980. [6] Ediciones del Viento ha sacado nueva edición del libro de José Mas, En el país de los bubís, Introducción de José Esteban, Prólogo de Miguel de Unamuno. [7] Véase Luis Sáez de Govantes El africanismo español, Madrid, Instituto de Estudios Africanos, CSIC, 1971 y Víctor Morales Lozano, “El africanismo español del ochocientos”, Congreso internacional del estrecho de Gibraltar, Ceuta, 1987, donde hablan de las relaciones coloniales entre Europa y África, y, en especial, entre España y África, a principios del siglo XX. [8] Carlos Rodríguez Joulia de Saint-Cyr, Literatura africana en lengua española, homenaje a Federico Navarro, Madrid, ANABA, 1973, p. 405. [9] Véase José María Codero Torres, El africanismo en la cultura hispánica contemporánea, Madrid, Ediciones Cultura Hispánica Contemporánea, 1949. [10] Luis Sáez de Govantes, El africanismo español, Madrid, Instituto de Estudios Africanos, CSIC, 1971, p 205. [11] Carlos González Echegaray, “El África Ecuatorial española a través de la novela y de la poseía actuales”, Archivo del Instituto de Estudios Africanos, Año XVIII- núm.70, abril 1964, p. 67. [12] Ibíd. p. 83. [13] José Mas, La piedra de fuego, op.cit, p. 108. [14] Ibíd. p. 122. [15] Ibíd. p. 139 [16] José Mas, El fetichero blanco, op. cit, p. 12 [17] Klemens Detering, José Mas, un novelista olvidado, Bonn, Klemens Detering, 1981, p. 70. [18] Francisco Caudet, Introducción a José Mas, En la selvática Bribonicia, Madrid, Ayuso, 1980 (2ª edición), p. IX. [19 José Mas, La piedra de fuego, op.cit, p. 132. [20] Ibíd. p. 157. [21] José Mas, Yo soy honrada, caballero, Madrid, Renacimiento, 1931. [22] José Mas, La piedra de fuego, op.cit, p. 12. [24] Ibíd. p. 95. [25] Ibíd. p. 96. [26] Ibíd. p. 140. [27] Ibíd. p. 170. [28] Ibíd. p. 72. [29] Vicens Vives, Historia de España y América-social y económica, Barcelona, 1977, Tomo V p. 358. [30] José Mas, En la selvática Bribonicia, op.cit, p. 78. [31] Francisco Caudet, op. cit. Notas bibliográficas: Anónimo, “José Mas”, Nota bio-bibliográfica al frente Justicia africana, Madrid, La Novela Semanal, n°201, 16 de mayo de 1925. , “La piedra de fuego”, ABC, Madrid, 12 de noviembre de 1924. , “Noticias de libros y revistas, sobre La piedra de fuego”, ABC, Madrid, 12 de noviembre de 1924, p 26. Aymemí, Antonio, Los bubis en Fernando Poo: colección de los artículos publicados en la Revista Colonial La Guinea Española, Madrid: Dirección General de Marruecos y Colonias, 1942. Casquete, Hernando, “En busca de la muerte. Sobre La piedra de fuego”, La Unión, Sevilla, noviembre de 1924. Caudet, Francisco, Introducción a José Mas, En la selvática Bribonicia, Madrid, Ayuso, 1980 (2ª edición), pp. I-XVIII. Codero Torres, José María, El africanismo en la cultura hispánica contemporánea, Madrid, Ediciones Cultura Hispánica Contemporánea, 1949. Detering, Klemens, José Mas, un novelista olvidado, Bonn, Klemens Detering, 1981. González Echegaray, Carlos, “El África Ecuatorial española a través de la novela y de la poseía actuales”, Archivo del Instituto de Estudios Africanos, Año XVIII- núm.70, abril 1964. (pp. 67-107) Mas, José, El fetichero blanco, Madrid, Décalo, Novelas y Cuentos, 1941. Mas, José, En la selvática Bribonicia, Madrid, Pueyo, 1932; Madrid, Ayuso, 1980. Mas, José, Justicia africana, Madrid, La Novela Semanal, n°201, 16 de mayo de 1925. Mas, José, La piedra de fuego, Madrid, Renacimiento, 1924. Mas, José, Yo soy honrada, caballero, Madrid, Renacimiento, 1931. Morales Lozano, Víctor, “El africanismo español del ochocientos”, Congreso internacional del estrecho de Gibraltar, Ceuta, 1987, donde hablan de las relaciones coloniales entre Europa y África, y, en especial, entre España y África, a principios del siglo XX. Rodríguez Joulia de Saint-Cyr, Carlos, Literatura africana en lengua española, homenaje a Federico Navarro, Madrid, ANABA, 1973. 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