El Sitio de Constantinopla Mika Toimi Waltari (1908-1979)

Los turcos, una vez más, están a las puertas de Constantinopla, la actual Estambul. Corre el año 1453 y los otomanos, en una prolongación de las luchas hegemónicas entre Occidente y Oriente que viene desde los persas y los griegos pasando por romanos y cartaginenses, cruzados y árabes, con Atenas primero, después Roma como bastión y luego Constantinopla como puerta a Europa, vuelven de nuevo a la carga, esta vez para acabar con la vieja ciudad imperial. El autor de Sinuhé el Egipcio o El Etrusco, el finlandés Mika Toimi Waltari (1908-1979) escribe "El Ángel Sombrío" en 1975—luego retitulada "El Sitio de Constantinopla"— haciendo referencia al personaje central, Giovanni Angelos, el cual, en forma de diario, nos hace revivir en primera persona el momento considerados por muchos como el fin de la Edad Media: la toma por parte del sultán Mehmed II de la ya citada ciudad imperial. De origen noble, real, pero como en la mitología más castiza de todo héroe que se precie, desconocido para el mundo, Johannes Angelos se desmarca de esa tipología del cuento clásico al renunciar a cualquier forma de poder entregándose al amor y la muerte sin contraprestación material alguna, si acaso las palabras escritas en el diario que su viejo criado, Manuel—remedo de picaresca propio de otras literaturas más sureñas—, conservará. Para resaltar los claroscuros de dicho personaje, el autor nos deja saber que Juan Ángel, a pesar de haberlo abandonado todo por la causa de Constantinopla, sus orígenes, había sido preceptor del mismísimo Mehmed II cuando su padre, el sultán Murat II, aún gobernaba a los turcos. Es por ello que en las disensiones entre latinos—genoveses y venecianos por rivalidad hegemónica—, entre latinos y griegos—recelos entre ‘católicos’ y ‘ortodoxos’—y entre el emperador y los jerarcas de la ciudad, Giovanni resulta un personaje sombrío del que todos llegan a dudar, y al mismo tiempo temer, pues es el único que conoce el corazón de Mehmet II. Es decir, un personaje que trasciende la dualidad de buenos y malos de la historia al que sin embargo su corazón le dicta el lugar donde morir, de ahí el carácter ‘angélico’ de sus corrientes de pensamiento y su deslizarse por los cruentos escenarios de un implacable sitio a una ciudad clave para la hegemonía política, la puerta entre Oriente y Occidente del comercio mundial de la época en un momento en que los nuevos inventos en todos los campos van a lanzar al mundo a su Renacimiento (personaje del ‘científico’ Johan Grant, erudito ávido de conocimiento que delira entre el saber antiguo y la imparable inercia pragmática del tiempo que avanza, donde la industria de la guerra, una vez más, agudiza el ingenio por y para esa voluntad de dominio del homo sapiens). La cita con su ángel, su ángel de la muerte, que siempre le acompañó, se cumple.

 Ricardo Pérez-Salamero García

 


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