LA LITERATURA:FUENTE VITAL PARA EXPRESAR LOS SENTIMIENTOS
Por Mercedes Eleine González
La Literatura como espacio vital dentro del Arte conforma un lugar idóneo para el variado tratamiento de las emociones y los sentimientos que marcan la diferencia entre el Hombre y los demás seres del Reino Animal. Uno de los ejemplos clave en este caso es el libro: CODIGO DE FAMILIA, de la escritora cubana, Anisia Isabel Bustelo, historia llena de emociones y cálidos sentimientos que enriquecen el mundo cognoscitivo del lector una vez iniciada su lectura. Nombres que pueden resultar raros o poco comunes, alusivos a características personales o a peculiaridades de la personalidad, una cómplice comunicación con el pasado y el presente que nos recuerda lo real maravilloso de la buena literatura latinoamericana de los años sesenta, una suerte de abuela adorable que todos queremos tener y los presagios adivinatorios de un mal amor, son los componentes básicos de este simpático libro de lectura agradable y amena donde la rica imaginación de la autora se evidencia en una narración anecdótica en la cual se van desgranando acontecimientos cotidianos, querellas, romances, recuerdos, historias de amores y desamores con el consabido despliegue de fuertes emociones y profundos sentimientos humanos; cuyo eje central puede ser el descubrimiento de la infidelidad de un esposo o la manera agradable y jovial de ser de esa abuela tierna y comprensiva o la dignidad de una esposa herida que no perdona y cuyo orden se pierde en el caos que comienza a ser su propia vida después del engaño de que es víctima y que la lleva a ocultarse de miradas ajenas en el refugio de una sala que convierte en habitáculo para terminar rindiendo una sagrada veneración a aquel que tanto la ultrajó en su amor propio o, sencillamente, es la tierna mirada a un pasado reciente visto por ese personaje omnisciente que es testigo mudo y presencial de todo. Esto y mucho más pretende sin pretender este libro cuya lectura se va sola, sin una interrupción que frene su lineal desarrollo. Grosso modo es la historia encantadora que empezarás a amar desde el mismo instante en que lo tomes en tus manos y lo abras para encontrarte con una especie de conciliábulo nocturno que se establece entre nieta y abuela cuando Lela —diminutivo que sólo la nieta tiene la exclusividad de usar— le pregunte a la muchacha: —Hija, ¿me dejas dormir un poco a tu lado? —Claro, Lela —le respondí, corriéndome para darle lugar. Confieso que cuando leí esa parte ya estaba atrapada en la madeja de la buena literatura, esa que desde sus líneas iniciales te agarra, te anonada, te convierte en otro personaje más que sufre, ríe, llora, baila, ama o desprecia, olvida y es olvidada u olvidado y que permea el libro de un halo mágico que lo embellece y lo hace asequible y amado; ese es precisamente el rol que desempeña todo autor cuando plasma en la hoja de papel o en el cuadrilátero de la pequeña pantalla de la computadora los primeros garabatos que conformarán luego esa historia donde te hundes cada vez más sin darte cuenta. Sigo confesando que Lela me recordó a mi propia abuela, esa viejecita maravillosa que era mi buena amiga, porque las abuelas son eso, la amiga de todos sus nietos y nietas, la que no envejece nunca porque su corazón es siempre joven para entender los vericuetos de la gente menuda, una abuela es la que ha vivido sus años, la que viene de todas partes y hacia todas partes va, la que está de vuelta de todos los caminos pero no vaticina, no declara, no desilusiona, sino que ayuda con su sabio silencio, su enorme comprensión y su ternura a hacer más llevadero el sendero que todos vamos a recorrer. La complicidad se establece inmediatamente cuando Lela le dice a la nieta: “Entonces podemos hablar un rato. Tengo muchas cosas que contarte.” Instintivamente nosotros nos queremos enterar también de esas mismas cosas, recurso inteligente que utiliza la autora para despertarnos la curiosidad, ese irresistible deseo de saber.¿Cuáles serán esas cosas que está por contarnos la abuela Lela? Realmente el meollo de la cuestión, el mensaje subliminal o directo es simple y eterno, dicho en pocas palabras, en las mismas que todas las abuelas han repetido a sus nietas o nietos por los siglos de los siglos: Recuerda siempre mi consejo, no pierdas tu libertad, no pierdas tus emociones ni la posibilidad de comunicarte. Respétate a ti misma para que él aprenda a respetarte y vas a ver lo bien que van a marchar las cosas entre ustedes. —Sí abuela, voy a tratar de no cometer los mismos errores de mamá con papá.- —Pero tampoco tengas miedo de arriesgarte porque es la única forma de vivir. Disfruta ese amor y siéntelo en lo más profundo de tu alma. La esencia fundamental del libro está aquí, en el sabio consejo que la experiencia humana transmite de generación en generación a través del lenguaje del cariño, hecho que se corrobora en un alarde literario de lucidez intemporal ante la interrogante de la madre a la niña: —¿Con quién jugabas, mi niña? Y ella, con esa ternura natural de la edad, me dijo: —Con Lela, mamita, con Lela. Hecho que no asombra a la nieta ya adulta ni a usted porque a esta altura, ya se habrá dado cuenta de que la fantasía y la imaginación en este libro van juntas de la mano para deleitarnos en una deliciosa lectura que instruye y recrea.
Mercedes Eleine González EDITORIAL VOCES DE HOY