El Invisible Paul Auster
¿De qué sirve relatar el argumento de un libro si lo que queremos es incitar a que se lea? ¿De qué sirve desnudar si lo que pretendemos es que el otro sea el que desvista? Lo que tratamos es de prender una chispa; esa que haga que el lector se levante, después de pasear su vista por esta página, pensando en el neoyorquino Paul y en lo hechizante de sus palabras —de lo que dice o de cómo lo dice (porque en realidad, ¿cuántos expertos se atreven a verbalizar, a teorizar, sobre lo que convierte las letras «austerianas» en unas de las más aplaudidas en la actualidad?)—. Y he aquí el verdadero intríngulis de esta reseña; la autora de esta se pregunta si le será posible «teorizar literariamente», porque además de no ser experta en estos quehaceres (es decir, de no tener un título especializado que la avale para esto), hace años que está profundamente anclada bajo el hechizo de Paul Auster, y por lo tanto se mostrará totalmente subjetiva.¿Le importará al lector que escriba, teniendo en cuenta lo anterior, que, una vez más, después de leer Invisible, su última novela, Paul sigue sin decepcionarla? ¿Que una vez más cree firmemente que el escritor norteamericano se volvió a superar? Todo esto a pesar de que la crítica vuelve a aclamarles —a Paul y a su novedad— afirmando (una vez más) que es «posiblemente la mejor novela de Auster» —algo que la suele hacer desconfiar cuando lo lee en cualquier contraportada de cualquier libro, y que en realidad nunca se termina de creer (como también deberían hacer ustedes)—. Antes de comprar la nueva obra, eso sí, deben saber que se van a encontrar con más de lo ya conocido (para los que han tenido encuentros anteriores con él); lo neoyorquino, o lo «brooklynino», que se muestra como perfecto escenario, o quizás como escenario perfectamente cinematográfico; a pesar de que él mantiene no serlo, pero podría ser esta quizás una de sus vetas que nos envuelven tanto, a las generaciones indudablemente cinéfilas de sus lectores actuales. En esta escena, un joven universitario, protagonista que hace que Paul se acerque como nunca antes al sexo; a las escenas eróticas. Esta vez sí se ¿atreve?, aunque tampoco era algo que se hacía necesario; pero sorprende, y más sorprende el educado tono con el que llega incluso a esbozar un tabú: el incesto entre hermanos. Tabú que sabrá maquillar, como perfecto esteticista que es, bajo el velo de lo «invisible»; que no de lo que no se puede hablar, sino de la antítesis entre sueños o ilusiones y realidad. Le agradecemos, a Paul, también lo fácil que le hace la tarea a críticos al nombrar esta novela con la palabra que será el centro de los titulares; Invisible; el invisible pecado, el invisible narrador (ya que es una obra compuesta por varias voces) y el invisible escenario «austeriano» (porque esta vez solo nos lleva en una parte por su Brooklyn y así nos pasea también por Columbia, París, e incluso El Caribe). Son varias las reseñas que apuntan el hecho de que nos encontramos esta vez ante una obra con más datos autobiográficos que nunca. Datos que resultan ser los que llevan al incesto (al pecado), pero que con un «golpe de pluma» (magistral) Paul convierte en un juego, en un baile de máscaras donde se termina sin saber quién es quién, quién ha hecho qué, qué es lo que han hecho y quién nos lo está contando. El eterno conflicto sobre la realidad; dónde está la verdad y dónde la mentira; ¿es la verdad Invisible? Mi realidad personal es que Paul se volvió a superar, se atrevió a jugar más —con sus temas, con las voces de sus varios narradores—, lo logró perfectamente y terminó seduciéndonos como nunca (hasta ahora).
Autor: Alicia Simmross
Reseña publicada por primera vez en el diario digital Analítico en julio 2010