ENTREVISTA - ANA CABRERA VIVANCO, con Las Cien Voces del diablo

La avenida Diagonal se mantiene en pie a pesar de la lluvia y el fuerte viento. Me aferro al frágil puño del paraguas para evitar que una nueva tromba de aire me desvíe del propósito inicial, el Hotel Presidente, en el centro de Barcelona, en donde he quedado con Ana Cabrera Vivanco, periodista y escritora de origen cubano, que presenta Las Cien Voces del Diablo, editada por Grijalbo, su segunda novela dentro del género narrativo. Desde el interior del elegante salón apenas nos llegan los murmullos de conversaciones vecinas, y desde las ventanas de la sala acristalada a duras penas se permite adivinar el alboroto que forma la circulación rodada en un día de lluvia. Ana Cabrera Vivanco está a punto de finalizar la entrevista previa y aprovecho esos minutos para tomar aliento, ya a salvo de vendavales. Esta novela habla de las contradicciones de las pasiones humanas, que existen dentro de todos nosotros. Entenderlo nos puede ayudar a ser mejores personas. En el haber de su trayectoria literaria cuenta además con una novela -anterior a la que hoy nos presenta- que lleva por título Las Horas del Alma (que vió la luz después de burlar fronteras, desde el exilio, gracias al valor de esta mujer a la que no le asusta ni el futuro incierto ni la crisis económica actual). Lo único bueno que puedo ver en esta crisis es que aprendamos todos, personas, gobiernos, a ponernos de acuerdo con la finalidad de encontrar el bien de todos. Los cambios bruscos de aire tienen un inconveniente, y es que nunca sabe uno hacia dónde le llevarán. Los temporales personales de Ana Cabrera Vivanco la arrastraron hasta tierras españolas, asentándose finalmente en Tarragona, una ciudad en la que se siente en su casa, y que le ha ayudado a divulgar su mensaje a cientos de kilómetros del lugar que la vió nacer. Las circunstancias cambiantes de la vida por las que pasó antes de llegar a España son parte del mensaje que nos llega en una botella de vivencias y recuerdos. No habla con nostalgia de Cuba; es la actitud propia de todo nómada convencido. Yo pongo Cuba porque tengo que poner un pais, pero la historia podría transcurrir en cualquier parte del mundo. La eterna historia que de cara a la galería muestra una cara y a saber qué se está cocinando detrás de la puerta Mujer luchadora, que no se achica ante las desgracias (y de éstas ya ha visto pasar unas cuantas), y mantiene la sonrisa y un brillo inquieto en la mirada durante el tiempo que dura la entrevista. A pesar de alojarse en un buen hotel se queja de la mala noche que ha pasado. Los dolores de espalda no entienden de estrellas. ENTREVISTA Ya debes estar cansada de verte reflejada en el espejo de la escritura de Isabel Allende, García Márquez,... pero es que la huella está en tus escritos, se miren por donde se miren... Ana Cabrera Vivanco: Esta novela me preocupaba un poco, por cómo se recibiría, porque ¡es tan diferente de la anterior! Es otro tema completamente diferente de Las Horas del Alma, aunque soy yo en las dos... Sí, claro, hay una huella ahí fuerte...¿Tus influencias van por ahí, entonces? Supongo que esto ya te lo habrán preguntado cien veces... Ana Cabrera Vivanco: Yo ya les digo que no me encasillen, que no me pongan esos nombres; me da miedo también –exclama con pudor- porque son autores... (abre los ojos tanto como puede). Yo digo, ¡no me nombren a ese Señor!, pero indudablemente hay una huella... una influencia de los maestros, en este caso García Márquez, que es un maestro de las letras latinoamericanas, aunque yo naturalmente tengo también influencias de los autores cubanos que tienen lo real-maravilloso, de la lírica cubana. Escribo, y noto que me sale mucho el lirismo; la poesía es como que se filtra. Hay muchas corrientes ahí debajo que se filtran, pero por supuesto todas son latinoamericanas. Ana, he leído una frase que escribes ya al principio de la novela, apenas en el primer capítulo, creo recordar (y se la repito) La que me curó las fugas y con su amor me enfermó el alma... Ana Cabrera Vivanco: Esa frase surge entre la relación de Celestino Amargo y Santa Cecilia. Se refiere al caso de la epilepsia, que tiene las fugas guerreras... En esta novela me propuse jugar con las palabras, y buscar una manera muy exigente de colocarlas, de desbordarme yo misma con la narrativa, para disfrutar de ese reflujo de palabras que me venían a la mente, porque realmente es como si te dictaran las palabras, ¿no?, y vas recibiendo de los personajes; no eres tú, es como una voz dentro de ti que es la que escribe por ti. Digamos que es un ángel guardián; en este caso es un diablillo... no sé. Medité mucho para colocar las palabras y que tuvieran un ritmo. Yo siempre busco como un compás en la frase, cuando estoy narrando. Me gusta que tenga como una música o que llegue a los sentidos del lector, y soy muy meticulosa en eso. Yo me oigo, cuando termino de escribir un capítulo, me lo leo a mí misma, tengo que escucharlo, y hasta que no lo hago no sé si quedó bien o mal, porque hay veces que lo escucho y me digo aquí hay algo que no me cuadra, que no me encaja, y entonces empiezo a colocar, a buscar otro motivo que tenga más ritmo, más melodía, al escribirlo de otra manera.¿Eres de los que disfrutan más escribiendo o en el momento de la corrección? Ana Cabrera Vivanco: No, a mí me gusta mucho re-escribir. Vamos, las dos cosas. Escribo a chorro, y después perfecciono, pulo. Soy mucho de pulir, pulir, pulir, hasta el perfeccionamiento, hasta la extenuación. Me cuesta mucho, incluso soltar la novela. Con Las Cien Voces del Diablo no me ha pasado tanto, estoy menos paranoica (risas). Pero Las Horas del Alma, como la saqué de Cuba mutilada......esa es la que sacó del país tu hija, ¿verdad? Ana Cabrera Vivanco: Sí, es la que trajo mi hija. Esa novela tuve que reestructurarla tres veces, y ahí tenía estos problemas de las palabras, porque tenía como que remendar, atar... Lo que no me ocurrió tanto con Las Cien Voces del Diablo, que venía sola. Me dio menos trabajo. Como un respiro... Ana Cabrera Vivanco: Un respiro, fue. Como un disfrute, después de Las Horas del Alma, que fue muy sufridora. A pesar de que las dos novelas las escribiste en Cuba... Ana Cabrera Vivanco: Las dos las escribí allá. Es lo que te decía, las pulo hasta el extremo; me paso horas buscando esa imagen. Me acuerdo de la orquídea que tiene Leonor, que quería darle un color, morado o violeta. Un color que te llegara. Te puedo decir que me pasaron no sé cuántos días, y miraba la televisión y no lo encontraba. Mi marido se acuerda porque dice que le tuve con el color del sofá. Mi familia es muy sufridora, porque a veces yo les atormento. Tengo adjetivos y empiezo a decir este no, este no... Y es como si se me agotara el manantial, hasta que entonces alguien me dice uno, y digo ¡sí! es éste. Pero creo que es bueno, porque la exigencia es lo que se traduce en la calidad que llegas a darle al público, al lector.¿En qué se diferencian esencialmente estas dos novelas, para que el público, los lectores se hagan una idea? Ana Cabrera Vivanco: Las Horas del Alma la escribí en Cuba. No había bolígrafos, sino que tenía unas plumas estilográficas que rellenaba con mercromina, unas parker, y con eso escribí la primera parte de la novela. Así, salí de Las Horas del Alma y entré en esa novela que era la parte que me quedaba, como un zumo que me quedaba tras la anterior. Me dije, ahora voy a darle rienda a la imaginación más que a la narrativa, que era lo que había hecho con la anterior, y con la que me sentía muy implicada, algo que estaba viviendo en carne propia. Mientras que Las Cien Voces del Diablo era ficción pura. Era como... voy a descansar y voy a disfrutar.¿Has notado entonces algún cambio o nueva influencia en el rumbo que toma tu escritura en el momento de hacerlo desde otro país, otra cultura? ¿Cómo se plasma en tu ulterior creación? Ana Cabrera Vivanco: Sí, claro, empiezan a surgir nuevos aromas, sabores, ambiente... En mi nueva novela, que también se sucede en Cuba, pero en donde el personaje ya es catalán, ahí noto la influencia de la gente que ya conozco, el uso de las palabras. Incluso ya me está afectando en las palabras, en cómo la manera de hablar de aquí influye en mi lenguaje. A veces me dicen oye esto es de aquí, no es de Cuba, y voy perdiendo ese cubanismo, esa fraseología que teníamos allí... Se te ha catalanizado el lenguaje... Ana Cabrera Vivanco: ¡Exacto! Y tengo que cuidarlo con algunas palabras,... por ejemplo cuando digo esto es una pasada, cuando allí se dice esto te quedó de madre... En eso sí que tengo que tener cuidado, y lo que hago entonces es buscar frases cubanas que tengan el mismo significado. Voy guardando estas frases para luego poder refrescarlas y utilizarlas, para no perderlas. Cuando me contrataron la novela, yo les dije, bueno yo quiero escribir sobre Barcelona, o de aquí, de Tarragona, y ellos me dijeron que no, que yo era de allí y era lo que ellos querían. Pero noto, ya ves, influencias en el modo de hablar, porque ya no lo hago en el modo en que lo hacía allí. Todo es diferente,... ahora ya utilizo otras palabras, incluso la comida... Otro detalle importante que salta a la vista en la lectura de tu obra es la utilización de palabras que, al hilo de lo que hablamos, nos resultan completamente nuevas a los lectores de aquí. Y sin embargo, la lectura es ágil.¿Cómo se consigue esto, Ana? ¿Te apoyas quizá en el contexto, para aclarar algunos términos, sin necesidad de utilizar un diccionario...? Ana Cabrera Vivanco: Claro. Es un lenguaje como... muy sensorial. El lector siente, de alguna manera vive lo que lee, y a mí me gusta ambientar para que sienta o viva lo que está sucediendo, que se meta en otro mundo; que salga un poco de todo lo que tiene alrededor y se meta en el pueblo que en Las Cien Voces del Diablo sale ahí , en Villa Veneno... Pero no he tenido ningún problema al utilizar estas palabras que son más tipo cubanismo, sobre todo en Las Horas del Alma, lenguaje muy del pueblo. Y ocurre lo que tú dices de las palabras, pero entonces incluyo una explicación dentro de la narración, que lo aclara, y así gana en fluidez. Las Cien Voces del Diablo tiene quizá un lenguaje más exuberante, más rebuscado, más cuidado. Trato de que el lector incluso se ría, que lo entienda. Nunca he tenido problema con eso. Algo que he observado en los personajes de esta novela es que he percibido su personalidad desde la primera entrada en escena.¿Cómo consigues eso? Ana Cabrera Vivanco: Bueno, esta novela es mucho más ágil que la anterior, además aquí no tenemos el caso de toda una saga familiar, como ocurría en la otra. Así, claro Las Cien Voces del Diablo entra con un ritmo muy acelerado, y trato de que el personaje ya se marque desde el principio por sí mismo. Me costó trabajo, pero a veces pasa que los personajes se te van un poco de las manos, ellos mismos te llevan. Fue una novela que llegó a mí muy desbordante y muy impetuosa, con mucha fuerza y muy rápida, también. Salí de una para entrar en la otra. El papel de la mujer en esta novela es para dedicarle un punto y aparte.¿Cómo conviven en la novela dos mujeres como son los personajes de Leonor y Nina, dos caracteres tan contrapuestos, pero que al mismo tiempo parecen ser cada una la mitad que le falta a la otra? Ana Cabrera Vivanco: Yo quería dar la contradicción entre dos caracteres, y escogí dos hermanas. Me pareció lo más idóneo, buscar dos hermanas para hacer una personalidad que puede ser anulada. Cómo una persona es frágil, sumisa, tan dócil como es el caso de Nina, que habiendo nacido del mismo padre, y teniendo la misma cultura, sea tan diferente de Leonor. Y cómo una persona que es tan indómita, que es el caso de Leonor, con esa fuerza rebelde, cruel, por otro lado bondadosa y melosa en otros momentos, que hace daño, es igual de cruel que su contrapuesta, Nina, que sin proponérselo lo termina siendo. Es decir, cómo las dos facetas del ser humano, pueden ser tan contradictorias pero estar al mismo tiempo equilibradas, para no hacer daño. Es una novela para determinar las contradicciones de las pasiones humanas. El lado blanco y el lado negro; el lado oscuro y el claro, que todos llevamos dentro, y cómo tenemos que buscar un poco el equilibrio para no quedarnos en los extremos. Para buscarle un punto mejor, que últimamente estamos con el lado negro nada más...¿Con qué se ha encontrado Ana Cabrera Vivanco tras la escritura de Las Cien Voces del Diablo? Ana Cabrera Vivanco: Yo creo que sensualidad. Yo creo que había una sensualidad dentro de mí que no me había dado cuenta, y salió. Y ahora me avergüenza, porque me preguntan que cómo tengo escenas de sexo en la novela. O quizá surgen las pasiones en forma de sexo, porque a veces están reprimidas y de pronto se desbordan como en el caso de Leonor. Pero sobre todo me ha permitido disfrutar mucho de la narrativa. Disfrutarme mucho a mí misma de la mano de la imaginación, algo que no pude hacer en la anterior, debido a las exigencias que conllevaba. Y sobre todo creo que he logrado el distanciamiento autoral que yo buscaba en Las Horas del Alma, que tanto me costó al estar viviendo allí, que no me podía distanciar de lo que vivía. En Las Cien Voces del Diablo me he dejado llevar por los personajes, y lo he disfrutado, porque no es fácil dejar que sean ellos los que te lleven....El miedo no conduce a nada, es paralizante. Y yo no tengo miedo, porque todo lo que tenía que perder ya lo perdí...¿De dónde sacas la inspiración para dar esos nombres tan poco corrientes a, por ejemplo, una hacienda? Ana Cabrera Vivanco: Yo no los pienso, sino que me vienen solos, y al tener que poner un nombre es como si me viniera una voz que me dice cómo se tiene que llamar ese lugar. Salen de pronto. Me ocurre lo contrario que me ocurre con los adjetivos. Por ejemplo el nombre de Leonor, un nombre que inspira fortaleza. Facundo, otro ejemplo, dentro del contexto de una época, de gente que vivía en el campo, cuando los nombres se designaban por el santoral. Lucifer viene al caso por la trayectoria de la madre, de la venganza, este nombre sí es buscado con intención, y además es una manera de ponerle una nota humorística en los momentos más cruentos de la novela, como la picaresca de Cervantes. Y tus propias contradicciones, ¿cómo han quedado tras la novela? Ana Cabrera Vivanco: Pues sí, han sido objeto de reflexión, ya que cuando escribes o lees estás reflexionando sobre cosas que aparentemente son imaginación, pero que pueden ser reales, incluso las más insólitas, como estamos viendo cosas atroces todos los días en el mundo.¿Cómo encuentras la situación de crisis que se está viviendo actualmente en países que llamamos desarrollados? ¿Crees que aquí estamos preparados para afrontarla? Ana Cabrera Vivanco: Yo creo que esta crisis nos ha pillado desprevenidos; por ejemplo, en Cuba me he visto diferente, como cubana, porque allí se vive una situación de crisis permanente. Me sorprende –aunque pienso ya como europea- que la gente no pensara que podría llegar una situación económica como esta, y tal vez por esto se ha llegado a una solución tardía, sin reaccionar a tiempo. No es sólo culpa del gobierno, sino también de la gente. Todos tenemos que ajustarnos, de arriba abajo; creo que la gente se acostumbró a vivir por encima de sus posibilidades. Por ejemplo, el alquiler, aquí alquiler ¡es una mala palabra!. Y no hay diferencia entre un alquiler y una hipoteca, que pagas hasta que te mueres...¿Qué podemos aprender de todo esto? Ana Cabrera Vivanco: Pues precisamente que nada es infinito, que todo es un proceso, que esto es una balsa de aceite, y que hay que salir de la situación... A mí me da mucha tristeza ver gente que lo ha perdido todo. Lo mismo que yo viví en Cuba con la Revolución. Mi familia lo perdió todo. Nunca pensé que lo vería aquí, como ahora en el mismo Tarragona, a amigos míos. Lo único bueno que puedo ver en esta crisis es que aprendamos todos, personas, gobiernos, a ponernos de acuerdo con la finalidad de encontrar el bien de todos. Hay que meditar mucho antes de dar un voto, y dejarnos llevar por lo que creemos, más que por el nombre de un partido. Votar es casi como un acto sacramental (se ríe).¿Qué consejo les darías a las personas afectadas por una crisis como esta? Ana Cabrera Vivanco: Que no se llenen de resentimiento, sino que aprovechen ese momento de amargura tan cruel –lógica por otro lado- para el momento en que salgan de esto. Porque de todo se sale, estoy convencida que más tarde o más temprano, con un gobierno u otro, no sé, pero vamos a salir. Y pensar que de todo se sale, pero que vamos a salir más fortalecidos. Precisamente porque esa amargura nos va a servir para que no nos vuelvan a coger sin madurar, verdes, y que cada uno se plantee cómo quiere vivir su vida a partir de hoy y tratar de aparcar os resentimientos, porque yo he tenido muchos, pero no te conducen a nada.¿Los sacaste (los resentimientos) mediante alguna novela...? Ana Cabrera Vivanco: No, no. Yo todo lo dejé ya, todo lo saqué. Aprendí a vivir con menos, a aceptar y valorar lo que tengo ahora. Lo perdí todo, pero ahora disfruto de mi perro, mi familia... El miedo no conduce a nada, es paralizante. Y yo no tengo miedo, porque todo lo que tenía que perder ya lo perdí. Tengo que estar a gusto, conciliada y en paz con mi yo, para crear y trabajar, para transmitir. Mi principal objetivo en la vida es sentirme bien, y tener la mente abierta, ya que puedo tener que escribir de cualquier tema. Tener la mente abierta significa volar con alas propias. Hoy estoy aquí, pero si mañana me dicen en Nueva York... no sé qué haría. Me quisiera quedar aquí, pero si me viera obligada, no tendría más remedio que irme. Cuba como yo la conocí, no se volverá a repetir, no la volveré a ver. La dejé allí, como dejé a mi madre, ya fallecida. Esta es Ana Cabrera Vivanco, la mujer que vive feliz en Tarragona, adoptada por sus costumbres y sus gentes, e integrada junto a su nueva familia catalana. Cercana y entrañable, no duda en manifestar una total indiferencia hacia las etiquetas políticas.¿Proyectos de futuro? Una tercera novela que se desmarca de las dos anteriores. Nada que ver con éstas, excepto en la voz latinoamericana. Transcurre en los años cuarenta, y el personaje principal es en esta ocasión un catalán, que curiosamente emigra a Cuba. Quizá sea ésta la manera que tiene de viajar Ana Cabrera Vivanco a tierra de origen, transportada sobre la misma testarudez que muestra al buscar el adjetivo perfecto, que se empeña en volver –aunque solo sea literariamente hablando- una y otra vez a un país en el que le tienen prohibida la entrada.

 

Saray schaetzler

 


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