"Leer una obra cualquiera de ficción constituye un acto simbólico.Los lectores sumamos nuestra imaginación a la del escritor al adentrarnos con entusiasmo en su universo [...]" (P.D.James),

 

Autor: Cintia Rogovsky

 

Al parecer hubo una época en la que escribir historias era un oficio vinculado al arte y no un modo más o menos eficaz de participar de las envilecedoras reglas del sistema mercantil. Y en ese registro de la literatura, las populares novelas de detectives y las policiales, se configuraron como favoritas para los lectores, y crearon a su vez aficionados y hasta adictos al género. Un tiempo en el que se le otorgaba cierto reconocimiento social a aquellos individuos que utilizaban sus "estados creativos" (al decir de E.M.Forster en Aspectos de la novela, 2000) para crear obras de arte que permitieran a los lectores la experiencia de conocer los mundos creados por sus imaginaciones, incluso, las posibilidades evasivas a las atrocidades de este mundo violento y brutal que ofrecía, según P.D James tan bien analiza, la novela detectivesca inglesa de la Época Dorada y hasta, aunque parezca mentira, su "opuesta", la novela negra norteamericana tan bien encarnada por Dashiel Hammett y Chandler. También observa y retrata las características de detectives aficionados, extravagantes, profesionales, más o menos ligados a las instituciones policiales (como integrantes o enemigos de esa fuerzas), médicos. La aparición de mujeres detectives y el rol de las mujeres en las distintas épocas y brinda, por cierto, algunos consejos de escritura inestimables. John Thaw, como Morse Más allá de las diferencias de épocas y países, los prejuicios de clase entre autores esnob pertenecientes a las clases acomodadas y educadas de Inglaterra o de los sufridos emergentes de los sectores marginales de Norteamérica, P.D.James explora en este ensayo (en inglés un título más apropiado al de la traducción, Talking about Detective Fiction) los rasgos comunes del género y las diferencias en los modos de contar las historias, los puntos de vista, la importancia de los personajes, los diálogos, las descripciones, las calidades de la escritura. Desde Conan Doyle y Poe, con sus habitaciones cerradas, sus criminales escondidos bajo el disfraz de la absoluta inocencia, a los rompecabezas en la pacífica campiña inglesa de las muchas veces desprestigiadas pero populares Agatha Christie o Dorothy Sayers; desde los escépticos héroes como Sam Spade o Philip Marlowe, que persiguen criminales en un mundo corrupto, brutal y decadente del que, sabemos, "mucho dinero significa mucho poder y quien tiene mucho poder lo utiliza mal. El sistema es así." (El largo adiós, 1953), sin ignorar a Chesterton, Wilkie Collins, Nicholas Blake, Dickinson Carr, Simenon, Mankell, a las televisivas series como "Inspector Morse" (basada en las novelas de Colin Dexter) o "Prime Suspect", la escritora P.D.James aborda, a sus más de 90 años, el género con la calidez y sabiduría de quien ha escrito algunas de las mejores novelas de detectives de la historia. H. Bogart como Sam Spade en "El halcón maltés", 1941 Y como en nosotros, sus agradecidos lectores, en su mente inquieta y curiosa las palabras se convierten en dudas y preguntas expresadas en voz alta, acerca de cuál será el futuro del género y si es que los modos de publicar en la era digital alterarán (y en qué medida) los modos de narrar estas historias. No puedo evitar pensar que esta inscripción del mal, la violencia, en lo cotidiano (de aparente "orden"), del crimen más irreversible cual es el asesinato, siempre motivado por sentimientos y pasiones humanas comunes en todas las épocas y clases sociales (ambición de poder/dinero, amor malsano, venganza, celos) y que, por tanto, entendemos muy bien, y el modo en el que en la narrativa detectivesca y cinematográfica casi siempre la investigación alcanza un punto de justicia reparadora (incluso con aquellos autores que nos llevan a identificarnos con los asesinos, como Patricia Highsmith, Hitchcock) es tan popular porque todos necesitamos experimentar la justicia al menos en el arte, ya que no en la vida. Todos anhelamos, aún sabiendo de la ingenuidad de es te anhelo, que las personas poderosas actúen con menos arbitrariedades, con menos egoísmos y mezquindades, que no pierdan (como casi siempre ocurre) la posibilidad de la empatía con los que sufren y no tienen el poder. Aunque no nos guste Agatha Christie y amemos a Chandler, aunque seamos hijos y herederos de este cruel siglo XX/XXI, quisiéramos policías menos corruptas, empresarios menos inescrupulosos, políticos menos mafiosos.

James, P.D., Todo lo que sé sobre novela negra, Ediciones B, Barcelona, 2010, 182 pág

 


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