Visitaciones del lenguaje
Por Arturo Gutiérrez Luna
Todo es puerta: basta la leve presión de un pensamiento. Octavio Paz Las invenciones del lenguaje de Marcos Hernández es una obra que destaca por constituirse como un libro arriesgado por su perspectiva desenfadada y su desconcertante tono habitual. El autor ha sabido convocar textos inusitados de humor negro y observaciones heterodoxas ante perplejidades y otras distracciones. Sus páginas confrontan al lector con mundos tangenciales que pasan desapercibidos a menudo. Lo primero que resalta en esta obra de orfebrería prodigiosa es su tránsito libre por los géneros narrativos. Las invenciones del lenguaje es una pieza de orfebrería realizada con el amor del artesano por la palabra. Un profundo respeto hace decantar el brillo de cada vocablo. Parecería una confrontación desenfrenada y febril la escritura de Marcos Hernández. Más bien, se trata de dar ocasión al sentido de urgencia. Su prosa representa el latido del apesadumbrado. El humor negro constituye otra nota distintiva de los textos reunidos en Las invenciones del lenguaje. Marcos Hernández, escritor de prodigios, muestra una solvente inteligencia y el distanciamiento del que revela misterios en los textos que escribe. Gran conversador y escritor intenso capaz de exaltar la vida, las cosas que pasan y quedan en vivencias que te marcan. Desde que supe que escribía lo he leído con entusiasmo. Sus ensayos provocan reflexiones valiosas y sus relatos muestran una sorprendente técnica creativa que propicia sonrisas y complicidades. “Aforinemas” es un término que nos permite caracterizar muchos de los textos ofrecidos en esta obra. El vocablo define una sutil y exacta conspiración contra la sentencia y el verso. No es la una ni lo otro, pero los implica entre las patas de sus renglones. Confluencia donde se abrazan, besan y presentan sus respetos una y otro. Los alcances de estos escarceos propician la apertura a nuevos horizontes. Acaso en el “aforinema” radica la irreverencia saludable en la que se embarca Marcos Hernández en sus textos. Una pasión afectiva entroniza el propio vocabulario proferido por el autor de estos textos. No es otra, sino la pasión la que determina la puntual intervención de una palabra u otra. Pareciera que se elije la más próxima e inmediata para confabularse con el humor por la vida. Las alusiones al mundo son así representaciones decantadas. Aún así, este dejo de pasión afectiva respira en las anécdotas y transpira en las historias que Marcos Hernández nos regala. De ahí que la ternura resplandezca a cada tanto. A Marcos Hernández no le importa alguna suerte de trascendencia. Su escritura es inmediata y responde al vértigo de la vida misma. Hace resonancia de la práctica socrática que posibilita la extracción de las ideas mediante provocaciones y cuestionamientos radicales por parte del interlocutor. En Las invenciones del lenguaje asistimos al juego del preguntar incesante que se arguye a cada tanto hasta alcanzar una aproximación más plausible. Una entrañable habilidad del autor por el cuento efectivo nos deja absortos con muchas de sus líneas. Las invenciones del lenguaje de Marcos Hernández resulta en una inteligente visitación del lenguaje. Nos propone una expedición al país de las palabras, de las cosas que le incumben a la palabra y sin la cual no existieran. Pieza de desdoblamientos, el lenguaje es aquí convocado a desdecirse en cada pliegue. Pliegue, doblez, intersticio que conecta otros mundos. Imaginaciones, fantasmagorías desplegadas a vuela pluma. La narrativa de Marcos Hernández se reitera a cada paso. Es paso de gato. Firme, travieso, alterado, disperso, juguetón. Juan Rulfo decía que lo crucial para el escritor era encontrar el habla de su personaje, porque después, sólo había que escucharlo hablar y verlo hacer a sus anchas en la narración. Víctor Marcos Hernández es, en ese sentido, un artista del trapecio del que pende el lenguaje. No es el canto de sirenas, pero las convoca a cantar junto al autor hasta que el encanto queda establecido y liberarse de su magia y artilugio resulta más que imposible. Más allá de la definición de las cosas, Marcos Hernández profiere entre nosotros evocaciones imaginarias que contrastan pero también complementan la percepción original y poética de la realidad.