La isla de los amores infinitos
La osadía de hacerse una casa que se aparece en diferentes lugares de Miami, y habitada por nada más y nada menos que fantasmas, es quizá el elemento que más sobrevive en la memoria del lector de “La isla de los amores infinitos”, sobre todo para quien conoce los aires míticos que se respiran en la llamada Ciudad del Sol. Caminar por ciertos lugares de Miami resulta casi una experiencia religiosa. Pero no por ese Miami que todos conocen, donde abundan las tiendas caras, los centros comerciales, las playas y hoteles de lujo. No. Se trata de un Miami sereno, tranquilo, callado, donde el solaz de sus calles arrastran el murmullo de voces que hace mucho tiempo se silenciaron. Voces de aquí y de “allá” —como diría la autora: “allá significaba la isla [Cuba]”. Y es en algunas de esas calles de residenciales apacibles, en donde una casa, rebosante de luces y de muertos, hace sus apariciones. Como por encantamiento, literalmente, una casa recorre varias localidades miamenses siguiendo los pasos de Cecilia —personaje central de la obra—, una joven periodista que de inmediato empieza a indagar sobre el misterio de la casa fantasma y de su relación con la misma. Daína Chaviano, escritora cubana avecindada en Miami, ha construido un mundo lleno de laberintos, en donde lo único que sobrevive, aún más allá de la muerte, es el amor. Entre letras de boleros que flotan entre un capítulo y otro como una melodía fúnebre, y entre los entresijos de relaciones contrariadas, donde se mezclan las tres etnias que dieron origen a la nación cubana —africana, española y china— transcurren varias historias de amor, en las que hay algunos temas recurrentes, como la soledad, el sufrimiento, y una maldición que pesa sobre las mujeres de una familia. Esa “maldición”, que a veces se presenta más bien como una bendición, como un ser especial, no es otra cosa que un duendecillo cascarrabias identificado como el Martinico. Este otro elemento no deja lugar a dudas que la imaginación procaz de la autora sabe perfectamente que al momento de la creación literaria no existen los límites de la imaginería. No podían faltar los matices de la dictadura política que afecta a la mayor de las islas del Caribe desde 1959, y a raíz de la cual se han dispersado por el mundo millones de cubanos, en un exilio que no parece acabar. Y es que algunos personajes de “La isla de los amores infinitos” son reducidos a cárcel, a soledad, a olvido… al despojo de sus pertenencias, reflejando así la crueldad dictatorial de la Revolución Cubana desde sus albores —narrados parcialmente en la novela de Chaviano—. Por las páginas de esta novela, con perfil de cuento de hadas, desfilan importantes personajes de la historia musical de Cuba, como Rita Montaner, Ernesto Lecuona, La Lupe, Freddy y Joaquín Nin. Del mismo modo hacen su aparición algunos personajes de obras clásicas de la literatura cubana, como “Cecilia Valdés o la loma del Ángel” de Cirilo Villaverde. De manera magistral Daína Chaviano entreteje el amor, la esperanza, el exilio, la nostalgia por un país sumido en la desgracia, la magia y la fantasía, para dar como resultado esta fascinante historia que no dejará indiferente a quien se sumerja en sus páginas. Es una obra en donde los vivos se mezclan con los muertos, hasta tal punto en que es casi imposible saber quién es quién. En el 2006 esta novela fue galardonada con la Medalla de Oro, otorgada por el Florida Book Awards, un reconocimiento que se entrega anualmente a los mejores libros publicados por escritores que residen en ese Estado de la Unión Americana. Daína Chaviano es considerada una de las escritoras más importantes de ciencia ficción en lengua española. Junto con Elia Barceló, de España, y Angélica Gorodischer, de Argentina, forma la llamada Trinidad femenina de la ciencia ficción en Hispanoamérica. Se dio a conocer en 1998 cuando ganó el Premio Azorín de Novela en España, por su obra “El hombre, la hembra y el hambre”.
Rafael Rodríguez Hernández