SOBRE “ LA CARRETERA”, de Cormac McCarthy
Esta es una historia de amor y vida, que transcurre en un escenario de odio y muerte.
El escritor nos acerca, a través de su magistral técnica narrativa, a un mundo que ha regresado a sus orígenes más animales, donde el único sentido es el puro y simple instinto de supervivencia.
La oscuridad, la devastación, los grupos nómadas que practican el canibalismo y una atmósfera tóxica casi irrespirable, conforman un fresco que se nos presenta, a través de las precisas descripciones del autor, en un escenario que recuerda las más negras pinturas de Goya.
Este submundo brutal, dantesco, llevado a las páginas con desapasionado y descarnado realismo, solo se rompe con los diálogos crípticos, a veces casi telegráficos, (pero llenos de amor, aunque también de desesperanza), de las figuras centrales en la trama de la novela: el padre enfermo y su hijo, al que trata de salvar por medio de una búsqueda incierta, que se convierte, a la vez en hilo conductor de la propia narración, en motor que lleva al padre a no sucumbir al abandono y la muerte.
Se trata, según sus propias palabras, de llegar al lugar donde " están los buenos", una búsqueda de personas afines, a los que la penuria y la catástrofe (cualquiera que haya sido ésta), no ha conseguido reducirlos al nivel de bestias.
El padre, a través del cuidado y del amor por el hijo, lleva "el fuego" allí donde la reconstrucción aún es posible.
En esta historia, al revés que en el relato bíblico, es el padre el que sacrifica su vida por el mundo, el que convierte al hijo en nexo con el mundo de la luz.
Javier Rodríguez Rodríguez