Un secreto y otros cuentos de Augusto Abelenda

 

Un secreto y otros cuentos de Augusto Abelenda

Resistencia: Librería de La Paz, 2024. 87 pp.

Un secreto y otros cuentos reúne “Un secreto” y otros diecinueve cuentos más. Nacido en Corrientes, donde habita, el escritor argentino Augusto Abelenda ha cruzado con buen éxito el río Paraná y ha publicado su libro en la editorial Librería de La Paz en la capital chaqueña de Resistencia. No cabe aquí examen exhaustivo de todos y cada uno de los veinte relatos. Pero sí unas páginas sobre el arte del narrador de la Ciudad de las Siete Corrientes, que rehúye la consabida opción ‘narrar una historia’. Ha preferido -ha sabido- ‘echar un cuento’. Una retórica de la llaneza sostiene este logro. Es la suya una manifestación literaria del género de la conversación posible cuando contamos una historia, en primera o tercera persona gramatical. Sin que en la ficción sea sustantiva, para quien la lea o la escucha, atribuir o evaluar veracidad en los hechos narrados. Los cuentos reunidos por Abelenda en este volumen construyen su ámbito propio, propicio para una revelación. Algunas de sus historias se apoyan sobre un secreto, un misterio, un enigma. Hay otras que concluyen de manera abrupta, inesperada. Un narrador muy secreto “Un secreto” es el cuento elegido por el autor para iniciar el título que nombra al libro Un secreto y otros cuentos. No es la primera ni la última de las veinte narraciones reunidas. Por su orden de aparición, y en el índice, ocupa el décimo tercer lugar. El 13 es un número que la superstición y la tradición asocian a la desgracia y a la mala suerte. Un número primo, que las matemáticas asocian a la soledad.¿Mala suerte será la del inspector Rafael Cornejos si no logra resolver el caso que él denominó “El descuartizador”? Para encontrar al responsable de los siete asesinatos cometidos dedica todo su celo y su empeño. Hay que decir que en vano: serán inútiles. El mérito -el buen éxito- de descubrir y encontrar al culpable le será esquivo. La Fortuna ha sonreído a la Unidad Criminal del Chaco. Es un grupo, no un detective, quien captura al múltiple homicida. Caen por tierra las fabulaciones -más que conjeturas- del inspector, concentradas en Javier Soto. Su principal sospechoso es dueño de una parrilla renombrada por servir los chorizos más ricos de la ciudad. Circulaba “una leyenda urbana” sobre el origen del boca-a-boca de la fama: “contaban que había matado a su mujer y que con su carne preparaba los chorizos, razón por la cual eran tan ricos”. Libre de culpa y cargo, Soto es el único dueño del secreto del éxito de los chorizos. Lo que el inspector (y los lectores) quieren saber no lo sabrán nunca. La persistencia de la ignorancia garantiza la permanencia del secreto. Una significación que no es vacía sino incompleta, que no tiene cierre sino que perdura abierta: trata de algo que se quiere saber y que no se sabe: es un enigma y un misterio. El secreto del relato “Un secreto” está en el corazón de las tinieblas de alguien que sabe pero que no dice lo que sabe. Javier Soto sabe y calla. Acaso también sea un entendido el narrador. Ahora las conjeturas -las fabulaciones- quedan a cargo del lector. En los cuentos de Abelenda, antes que un desconocido y anónimo invitado a oír en silencio el relato de unos hechos hilvanados o deshilvanados entre sí, el lector es el interlocutor selecto de un discurso reservado. En la elección cuidadosa de las palabras hay una clave del equilibrio entre lo que se dice y lo que se calla. Sobre la acción narrativa, y sobre las acciones escamoteadas a la vista pero ofrecidas a la intuición -la fábula-. Sobre la soledad, la ambición, el miedo, el resentimiento, la venganza, la nostalgia de los personajes, agentes y pacientes de las acciones de la historia y de la Historia. Mapa de territorios invisibles “Una yarará en el camino” es el cuento que leemos al abrir el libro de Abelenda. El primero de la lista de Un secreto y otros cuentos. El protagonista se llama Jack. Monte chaqueño mediante, frustrada la pesca, de regreso a su casa, baja a un viejo aljibe para elegir en el sótano una botella de whisky. No se demora en la tarea de beber. Hasta el momento en que el último vaso queda seco, el relato parecía agotarse en una anécdota trivial: una escena de andropausia ordinaria. Sin embargo, en el fin de ese alcohol nada termina sino que todo empieza en el libro. El aparente punto final se revela punto de partida de un proyecto de escritura y aun definición y decisión de un género narrativo. El narrador comunica una suerte de alucinación del personaje. O mejor, expresada de manera lúdica y oblicua, sea la inscripción de un esquema y el horizonte de su desarrollo: un secreto juego de espejos a través de cuyos azogues acaso vislumbremos lo que queda invisible -por cegado- y lo que seguirá indecible -por no dicho-. En el gran espejo del libro, ese acto inicial e iniciático de escritura encuentra su reflejo -su ‘doble’- en una otra escena del cuento “Loreto chico”. También las obsesiones saben de dobles, y de dobleces. Hay un hijo que se niega a vender una casa (“La casa no se vende”) y una arquitecta para quien la casa que diseñó y construyó es imagen fantasmada del “el hijo que nunca tuve ni iba a tener” (“Pitágoras práctico”). Hay teatros dobles para el drama de los destinos truncados a causa del Covid-19 para personajes que que se mueven en el escenario del Noreste argentino (“Manuel de la Capea”) como en la ‘libertina’ capital de la República y Ciudad Autónoma de Buenos Aires (“Jorge, El Gitano”). Dramáticas personas En su conjunto total, los cuentos construyen una etopeya vasta y ramificada donde a cada personaje no faltará su distintivo ethos. Hay el adolescente goy de “Israel”, el anciano venerable de “El Pai Juan”, el Gaita pícaro de “Un duro a cuatro pesetas”, el cafishio zíngaro peculiar de “Jorge, El Gitano”, el asesino a sueldo de “Buenos modales”, el joven que aspira a ser Fangio de “Autos”, el empresario millonario empobrecido de repente de “Don John Connori”. Hay más, hay tantos otros, los que comparten un mal que vive en ellos, en la fatalidad de los hechos narrados: en el sordo rumor que sostiene cada página, tácito y oscuro. Mi país, tu país De acuerdo a los espacios reconocidamente argentinos donde transcurren las historias, en el total de los veinte relatos que componen Un secreto y otros cuentos se distinguen dos series mayores de escenarios donde los actores de esta compañía tan variada desempeñan sus papeles con vario denuedo. La primera serie tiene su ecología ambientada en las provincias del Noreste, Corrientes y el Chaco. El teatro de la segunda es el menos oxigenado ecosistema de la capitalina Ciudad de Buenos Aires. Hay una doble excepción espacial: España y la India. Al país europeo de la Monarquía borbónica corresponde “Infante”. Este nombre de príncipes dinásticos es en el cuento el de un toro. Al fin de una corrida, el victorioso torero Santiago de la Roca desiste del sacrificio que el mataor debería consumar en persona. “Estoy harto de matar animales inocentes”, dice. Delega la matanza a las armas de su amigo. Sin dejar de recordarle: “A la hora de matar no se puede dudar”. Si antes hubo lágrima y reproche, a la hora de la hora no hubo dudas. En “Mi viaje a la India”, el protagonista porteño revisita la India al releer las entradas de su diario de viaje. Había visitado la capital Nueva Deli, había visitado Bombay hoy llamada Mumbai. Lee: “No puedo menos de recordar a Kalinda”. El nombre significa Sol. Como en el título de la novela de aventuras indias del italiano Emilio Salgari, cómo el narrador conoció a esa luminosa mujer, y cómo la perdió, forman parte de Los misterios de la jungla negra. Fábulas de Corrientes y otras moralejas del Monte Chaqueño El monte chaqueño es ámbito de “Una yarará en el camino” y unos campos de Corrientes el de “La yerra de entonces”. Hay una evocación teñida de nostalgia de la Yerra de antaño: “Pasaron muchos años desde aquel día”. Celebración de la marca con hierro del ganado. Fiesta de la castración de los toros. Que realizará el narrador de hogaño, cuando era niño y niño nieto del patrón. El abuelo estanciero le regalará su cuchillo. Con “el regalo más lindo que recibí en mi vida” en mano, el niño castra a un torito y después bebe de la sangre brotada de la herida de la virilidad. Al igual que en “La yerra de entonces”, en “El Paí Juan” hay un narrador en busca del tiempo perdido y de recuperarlo para sus nietos. El abuelo proustiano cuenta de un chamán con poderes sobre la lluvia. Este curandero o milagrero pluvial tanto puede provocar como detener las precipitaciones. Cuando el mandamás Dr. Justo de la Roca “dueño de toda la tierra alrededor del pueblo” correntino manda a un matón y luego a su capataz para reclamar los servicios del Paí Juan, la dignidad del viejo se verá desafiada. De “Loreto chico”, pueblo de Corrientes con identidad propia, salieron “poetas y músicos geniales”. Hay arboledas, un almacén, una capilla, hay las casas de sus habitantes, la Comisaría, el Palacio Municipal. Hay la infaltable Plaza con la infaltable disputa sobre la identidad de la estatua que se erige en su centro.¿Es el Tambor de Tacuarí? ¿O no será más bien el Negro Falucho? En Loreto Chico no falta, siquiera, sus casas, un Museo del Chamamé, aunque la sede de la institución sea una casa o rancho muy parecido al resto de las residencias urbanas. Será en Loreto Chico donde a Patricio Mc Kellen le sucedan una serie de hechos extraños cuyo remate resultará más extraordinario. La estatua enigmática hablará y le hablará a él. Pero las revelaciones del decimonónico Negro Falucho no se limitarán al pasado distante, sino a uno más cercano, envolvente, contagioso y alarmante. El narrador de “La fundación de Corrientes” encuentra unos papeles en su escritorio. Son unas páginas redactadas por José de las Casas y García, confesor confidente y amigo (eso leemos en el cuento) del Gran Hernandarias que 3 de abril de 1588 fundó la ciudad de Corrientes. En el relato que lee, que leemos, los hechos del fundador y de su cofundador el adelantado Juan Torres de Vera y Aragón se acomodan mal a la historia oficial. Es un testimonio directo de quien vivió esos tiempos pretéritos. “Mi Tupa” -reza el documento- advertido del lugar que ocuparían los invasores y con el recuerdo de lo sucedido a su amada Areguá “ese pueblo que lo adoraba y al quien él amaba, diezmada por los invasores debió refugiarse, diezmado, en el Amazonas”, se decidió a intervenir para que los cristianos no se apropiaran del Taraguy. Solicitó una reunión con el Señor, Dios Supremo. Buscó apoyo en los dioses Quetzalcóatl e Inti, “que como él perdieron sus dominios”. La empresa no tuvo éxito, ambos dioses no habían podido superar o enfrentar la derrota. Tupá acompañado Arasy, diosa de la luna, llegará hasta el Dios Supremo. Qué harán Dios, diosas, hombres y mujeres es el corazón y el reverso de la trama de este cuento de Abelenda. No resulta difícil advertir que ni la estatua que cobra vida y habla, ni los poderes extraordinarios del Paí Juan, ni el texto que relata la fundación mitológica de Corrientes nunca significan ni implican celebrar lo irracional como signo auténtico de lo autóctono legítimo. Antes bien, sugieren la penuria de los prodigios para salvar a las gentes de esos lugares de su soledad y desamparo. Misteriosa Buenos Aires “Duro a cuatro pesetas” es uno de los cuentos de la serie porteña. La frase hecha que es título del relato enseña que en la vida no se debe estafar a nadie. La recuerda el nieto de un gallego republicano, simpático pícaro que migró a Buenos Aires. Saber leer y escribir le permitirá trabajar. Será mozo en el Marabú. En este cabaret, “el más importante de Buenos Aires”, atenderá a millonarios: “tiraban manteca al techo” pero no dejaban propina. Guillermo Achával es un cajetilla que frecuentaba el lugar. Seráél quien lo ponga sobre aviso acerca de Rómulo de Santamaría, “que llegaba al cabaret con su séquito de putas y alcahuetes”. Objeto de las burlas de este mafioso que lo tomaba de punto, el Gaita decide desquitarse. El resto del relato es la historia de la ejecución de un plan de desquite y la ratificación de otra frase hecha, aquella que enuncia que los mafiosos tienen códigos. En “Jorge, el Gitano”, el asesor y hombre de confianza del Gobernador bonaerense debe enfrentar los perjuicios que el Covid-19 y la cuarentena infligen a sus negocios de proxenetismo y narcotráfico. Los protagonistas de Abelenda planifican. El plan del Gitano no tarda en delinearse. Consiste en un operativo que resguarda a los clientes de todo contagio durante la prestación de los servicios sexuales.¿Debemos decirlo? Los acontecimientos tomarán un giro inesperado. Colofón: espejos sin disfraces Un secreto y otros cuentos sustituye todo ‘retablo de maravillas’ por una pintura decantada. Nunca justifica ni oculta el drama de personajes aislados en los territorios visibles de un mapa desarticulado entre la ciudad porteña y el Litoral. Ilustra que hoy toda representación del mundo aludida o sugerida por medio del lenguaje ha de ser una palabra plural. Inútil buscar una descripción del avatar de la existencia exenta o redimida de incertidumbres. Una convicción recorre Un secreto y otros cuentos. Hay en cada relato una verdad irreducible a sus causas aunque la conozcamos sólo por sus consecuencias. Hay un reverso con otros signos que aquellos que se suceden en el anverso del tiempo de cada cuento. Son los mismos que en ciertas ocasiones pueden ofrecer esas revelaciones que no llegan a la certeza. Augusto Abelenda. Ciudad de Corrientes, 1949. Poeta y narrador, Editor de El Nuevo libre, Revista de cultura, Política, Filosofía y otras cosas peores. Entre su obra publicada, los libros de cuentos Errar la memoria; El círculo invisible; Cuentos a la carta; Noche de tersicore y Errar con Diego. Susana Santos. Doctora en Letras (UBA), investigadora y docente universitaria en Literatura Hispanoamericana de grado y posgrado. Autora libros y ensayos de su especialidad .

Susana Ines Santos

 


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