Los caminos de la libertad

Los caminos de la libertad

Susana Santos

El escritor y periodista argentino Nicolás Goszi ha elegido como materia narrativa para El honor de la cuadra episodios de la vida de un chico y de sus amigos en un barrio porteño. La historia de un pasado que se inicia en la localidad bonaerense de Mercedes, relatada por el narrador como experiencia propia. Una ficción que hunde sus raíces en la historia concreta a partir del despliegue de una memoria individual que recobra la memoria colectiva de los años de la historia de la República entre la dictadura cívico-militar llegada al poder con el Golpe de 1976 y la recuperación de la democracia en 1983. De manera elusiva pero gravitante, la amenaza de guerra con Chile, la fracasada recuperación nacionalista de las Islas Malvinas, los juicios a los represores de la Dictadura por sus crímenes de lesa humanidad y el Mundial de la FIFA 1986. Jugado en México por la Selección Nacional de Fútbol masculina tuvo el Gol del Siglo del Diego ‘Pelusa’ Maradona, marcado con “el talento indescifrable de un hombre más indescifrable que su talento”. Esta novela, la segunda de su autor, ha sido galardonada con una Primera Mención del concurso internacional organizado en La Habana por el Premio Casa de las Américas. Las décadas de 1970 y 1980 se ven, y las vemos, revisitadas. En las veredas y en los compañeros de juegos, el ring y raje, las bicicleteadas, las pedradas, las charlas, las conversaciones y las discusiones, las tensiones y los conflictos entre barras, la celebración anual de los Carnavales como auto sacramental de disfraz y utilería, pero también la voladura de buzones con pirotecnia aleve cada Navidad y cada Año Nuevo, las misiones exploratorias a las casas abandonadas, las incursiones en el río, los juegos de mesa. Una ‘juvenilia’ no centrada en la enseñanza secundaria, sino ‘adelantada’ a los últimos tramos de una escuela primaria cursada en establecimientos públicos y privados. Los primeros amores, el primer beso, ensoñaciones y desilusiones, el ‘cuarto oscuro’, los asaltos y el bailar los ‘lentos’. Principalmente, el fútbol: decidor y decisor de méritos y renunciamientos, de enfrentamientos con sus triunfos y derrotas. Sin morosidad alguna transcurre esta narrativa de sucesivas peripecias que es también el de un descubrimiento iniciático. La conquista del barrio, con la inocente arrogancia de creerse los dueños del mundo. Un mundo circunscrito a un espacio con nombre preciso: “dueño del enigma que ocultan los rincones menos evidentes de una ciudad, el Campito se evidenciaba sin esfuerzo desde el tren, pero resultaba huidizo a quien lo buscara en coche o a pie en la cartografía del municipio”. Territorio peleado entre los de las calles que lo limitaban. La pertenencia de los chicos y la legitimidad conferida por antigüedad será sustituida por condiciones de liderazgo, logrado por artimañas y afanes, que regía la tribu de las calles. Otro universo, diverso al del colegio, el veraneo en la costa o los intercambios con los pares familiares. El elenco de El honor de la cuadra no es muy numeroso. Tampoco es escaso. El barrio, el colegio, algunos padres, algún comerciante, los clubes. La compañía de actores, perfectamente individualizados: el Ñolpi, Santiago, Mariano, José Víctor Lucas los Magallanes, los hermanos López, Nicolás R., Pablo. A lo que se suman alejamientos e ingresos que funcionan como partes inseparables de un ser plural que vive en proceso de diversificación jerárquica. Y así también están, y sobrevuelan el conjunto, los líderes y los liderazgos, los cismas y las reconciliaciones, las expulsiones y los indultos. Sin embargo, no es la infancia, ni el barrio, ni el grupo de chicos, chicas y personas adultas que aparecen en la narración el personaje principal de esta novela. Su protagonista es quien la cuenta y la inventa, siempre presente e interpuesto entre la escritura de la acción y la lectura de lo actuado. El narrador es figura estelar de esta ficción dotada de vida y verdad conseguidas no por semejanza con una verdad preexistente sino por la fuerza de quien la escribe: por el poder de una palabra o la maestría técnica de un arte. Este protagónico narrador sabe cuánto ocurre en el tiempo de la novela, sabe cuánto ha ocurrido antes, sabe lo que sucederá después. Enterado de los hechos y de las motivaciones, de las causas inmediatas o no tanto, nunca vacila antes de usar sus potestades narradoras. Interrumpe el relato y comenta sus experiencias con las palabras y las cosas: se cuenta en lo que cuenta. La marcada preferencia del narrador por el discurso antes que por el diálogo vuelve al público lector auditorio de su voz, a la que escucha atento en su narrar para dirimir la clave de esa historia, el enigma a descifrar que la sostiene. Un muy asordinado pero no por ello inaudible trauma tiñe todo ideal y toda realidad, toda azarosa casualidad y toda determinada causalidad, con los matices de una angustia color tornasol. Por detrás de la sucesión de episodios y de personajes, del orden secreto que organiza ese mundo acaso dispar centrado en el barrio, por dentro de esas murallas que hay que traspasar para luego defender -tal el honor de la cuadra que prenuncia el título de la novela-, hay una honra honrosa pero deshonrada, la del nombre y la figura del padre. Defender el Campito, metonimia del barrio, significará necesariamente la resistencia a cualquier avance foráneo, como en el episodio de la filmación de una serie. Defender lo propio, la Patria, ante quienes actuaban “como si el barrio no fuera barrio (ni nuestro) sino un estudio de filmación vasto y suntuoso, cemento y madero en lugar de cartón… llegaron al Campito, la mismísima capital de nuestro reinado. Hacer resistencia, o primero defenderse como en las Invasiones Inglesas”. En la progresión del relato, el protagonista tendrá su ‘ascenso’ con la incorporación a la quinta división del Club Atlético Acassuso: iniciática confrontación de clase social. El ingreso le vale motes: pardo, moncho, cabeza, grasita. Antes del último verano que marca el fin de la infancia y ocupa el tramo final de El honor de la cuadra, el protagonista prueba su suerte e ingresa al club Excursionistas en tercera división. Un triunfo no menor. Aunado a su ingreso al Industrial augura una belle époque. Que, como todas las bellas, resultará efímera. Tan solo de dos meses: “en febrero al comienzo de la pretemporada los entrenamientos a las 3.00 de la tarde, imposible salir del Industrial antes de las 6.00”. Dos episodios neurálgicos -que intensifican la vida que hay en la novela- enmarcan el entero relato. En un tramo inicial, una joven sale del Profesorado, mira y espera sin éxito. Su abuelo candidato a intendente y su suegro legislador provincial y convencional de la Asamblea Constituyente peronista de 1949 ignoran que ella está embarazada. Preñada por el hijo del legislador provincial y convencional nacional. La intriga se sostiene en el suspenso: qué pasará, cómo se resolverán maternidad, paternidad y filiación. El padre de la criatura, Ángel, se escapa; la mujer soltera y embarazada enfrenta el dilema de cómo exigirle que cumpla con su compromiso. En el tramo final, el protagonista renuncia a su compromiso, juramentado “ese mismo día domingo de junio de 1986”, a los 11 años, de convertirse en jugador profesional. Esta meditada decisión correrá unánime con el pesar de no ser lo que él hubiera sido, la pérdida de un reino que no era para él. Empero, y aquí se afinca un mérito mayor de El Honor de la cuadra, de lo que se trataba no era de alcanzar el triunfo de jugador de fútbol bajo la sombra estelar de Maradona. Tampoco en resolver un dilema. Al menos, no en los candorosos términos en que el protagonista los había planteado: “¿Futbol o mujeres?”. Porque el Hijo se enfrenta ahora a encrucijadas donde advierte que debe elegir entre caminos. E invocar el nombre del Padre, Ángel o Pelusa, esperando a que el ausente se haga presente, significaría sólo una demora cada vez más fatal en tiempos en que la Historia apremia a su historia con urgencias más y más impostergables. Nicolás Goszi nació en 1974 en Mercedes, Buenos Aires. Escritor, periodista y traductor. Ganó el I Premio Playboy México y Ediciones B 2012 de Novela Latinoamericana con Cumbia para un inglés y obtuvo la primera mención en el Premio Casa de las Américas 2013, categoría testimonial, con El honor de la cuadra, Buenos Aires 3Banderas editores, 2022. Susana Santos, doctora en Letras (UBA),investigadora y docente universitaria de Literatura Hispanoamericana en grado y posgrado, especialista en estudios andinos. Autora de libros y artículos sobre la historia, las sociedades y las culturas de América Latina.


Comentarios (0)

No hay comentarios escritos aquí

Deja tus comentarios

  1. Al enviar comentario, manifiestas que conoces nuestra política de privacidad
Archivos adjuntos (0 / 3)
Compartir su ubicación

Te puede interesar

CursosCursosCursos de formación, escritura creativa.
Concursos LiterariosConcursos Literarios España y Latinoamérica
librosLibros Publicita tus libros
BiografíasBiografíasBiografías de escritores.
Recursos para escritoresRecursosRecursos para escritores
¿buscas editor?Publicar¿Deseas publicar?
AsesoríaAsesoríaAsesoría literaria. Informes, Correcciones

Cursos

banner cursos escritores org v

Asesoría

banner escritores asesoria v2

Datos de contacto

Escritores.org

CIF:  B61195087

  • Email: info@escritores.org
  • Web: www.escritores.org
  • © 1996 - 2024