PROBLEMÁTICA DEL PRESUNTO ESCRITOR NOVEL. INTRODUCCIÓN

PROBLEMÁTICA DEL PRESUNTO ESCRITOR NOVEL. INTRODUCCIÓN

Eduardo N. Cordoví Hernández

Muchas personas, por lo regular las que tiene afinidad, predilección, proclividad por la lectura, el ambiente entre libros y las tertulias de corte literario donde se habla acerca de chismes de escritores, anécdotas, curiosidades y algún que otro argumento de novela, terminan sintiendo esa misma compulsión por seguir los pasos de los orfebres de las letras y convertirse, ellos también, en escritores. Y estoy hablando de los presuntos escritores actuales de cualquier parte, no se trata de un fenómeno local, provinciano o de época… y es así, porque es lo que siempre ha ocurrido en todas partes desde que inventaron a los escritores.¡Ahora! uno debe tener bien claro qué significa: ser un escritor y cuál es la función social que realiza; pero mejor, la que pudiera realizar. A todas estas, uno la realiza quiera o no quiera, queriendo y sin querer y a veces sin saberlo; y, en eso, es dónde está el detalle, aunque suene cantinflesco; porque no es lo mismo que ciertos fenómenos ocurran así, tal como cuando llueve, hace frío o estornudas, a que sucedan porque uno los decida. Quisiera compartir, mi opinión, quizás errada para algunos, pero muy recontra pensada para mí, y contrastada con la opinión de muchos autores, filósofos y otros personajes ilustres, mucho más inteligentes que yo, que sazonan la historia. De modo, que no son ideas que me invento o me saco de la manga así, no más, porque yo sea listillo, sino que las he tomado prestadas y, hasta tanto alguien me convenza de lo contrario, continuaré manteniendo mi rumbo tras ellas, como si fueran el norte de mi brújula. Si estoy equivocado, de momento soy un equivocado a gusto; porque sé que no soy el único que se equivocará en este mundo por pensar lo que piensa. Y doy gracias, por estar equivocado de esta forma; por cuanto agradezco a las genialidades que escribieron estas ideas, para que yo también me equivoque. De modo que, la equivocación para otros, es mi verdad. Tal me recuerda aquel asunto del Yelmo de Mambrino, que atrajo la curiosidad de Sancho; al llamarlo baciyelmo, el muy celebérrimo don Quijote, para zanjear el debate y que ¡Tan bien! argumentó guiado de la mano de Cervantes. Prefiero quedar, como uno que ¡Además! escribe. No como escritor. Porque lo que te define te limita. Un ser humano es la medida de todas las cosas y, aunque esta idea tenga procedencia griega con Aristóteles, yo con ella me adhiero al pensamiento de Spinoza, que no es más que continuidad de lo que otrora fuera, y sigue siendo, el alma del taoísmo, a fin de hacerme un caldo más espeso: Dios es todo cuanto existe, y no existimos como algo diferente y apartado, sino que somos una expresión, y por tanto extensión, de su propia existencia. La diferencia es que nos creemos que somos otra cosa, ya que el Yo (me refiero a esa vocecita que habla constantemente en nuestras cabezas y dice yo, de sí misma) no somos nosotros. Nosotros somos, en todo caso, quien escucha y que no logra expresarse, porque la vocecita del Ego que habla en nuestras cabezas constantemente, roba todo el protagonismo a quien verdaderamente debía ser el amo.¡Atención! no tengo ningún problema con el Ego, tiene una función, está bien, no pasa nada, sólo que regularmente se le va la mano y se pasa de listo y que ¡Vaya! Qué tampoco es para que ande como Pedro por su casa, cuando no es más que un sirviente. Zapatero a su zapato, dice un refrán. Y seguimos ¡Qué falta bastante todavía para terminar! Como no sabemos a derechas quienes somos, sino que nos creemos que somos otros, pero, además nos creemos que somos demasiado diferentes en lo esencial, a los demás, así como a todas las cosas, terminamos colgándonos cartelitos como pomos de boticas, según el conocimiento de lo que conocemos o de lo que creemos ser o saber o sentir, y así nos llamamos y nos hacemos llamar: escritores, médicos, políticos, sinceros, buenas personas, Filisberto, Cheo el cojo, etcétera. Por lo regular, un escritor tiene una serie de cualidades o características que lo distinguen y que debe cuidar, para no dejar de serlo; debe respetar una ética, un código que puede o no estar escrito, unas normativas, una etiqueta social, sólo un tanto diferente a la que cuida un deportista, o un barman o un trapecista de circo. Y eso puede ser una atadura, una pequeña pérdida de libertad, un acondicionamiento y hasta un vicio que a veces nos impide realizaciones más personales, más auténticas y más... felices. Un escritor debe cuidar un status, tener una conducta, defender o actuar ciertas actitudes e inclinarse ante ciertos poderes; para, a fin de cuentas, terminar escribiendo lo que otros quieren, le exigen y/o le pagan con dinero, con cargos, con distinciones honoríficas y/o con todo a la vez; de modo que puede, más tarde, hacer que se sienta arrepentido y manipulado. Siempre fue así y lo sigue siendo, en todas partes ¿Qué? ¿Ya lo dije? Siempre es saludable repetir algunas ideas, se llama leitmotiv. Ser sólo uno que escribe, puede ser menos sustancioso, porque quizás te lleguen a conocer pocos o no te alcance a conocer nadie, por no encontrar quien te publique, ya que no tienes normas ni protocolos externos, pues tienes los que tú mismos te impones. En el lugar cósmico en que existimos –la Tierra, planeta del sistema solar– estamos sometidos a tal cantidad de restricciones y leyes universales, que la libertad se limita a un discreto rango, donde sólo tienes acceso a decidir a qué o a quién vas a rendir servidumbre ¡Pero aún, ser libre así, es glorioso! A quien decide, ser nada más que alguien que escribe, le queda espacio para ser cualquier otra cosa con la que ganar dinero, para no morir de hambre. Porque, como poéticamente eligiera, el inglés Somerset Maugham, para título de sus novelas, para vivir feliz bastan no más, en el orden externo; La luna y seis peniques, y porque, al fin y al cabo, vivimos caminando por un sendero tan estrecho como, El filo de la navaja. Comento mis ideas, no estoy imponiéndolas. Si no sabes hacer otras cosas (aunque puedes aprenderlas) no veo nada malo en intentar vivir de escribir, lo considero justo porque, ya dijo el Maestro que, digno es el obrero de su salario. El asunto de ser escritor o escritora, que para mí da igual, tiene que ver con algo que se confunde con la vocación, pero que ahora o desde siempre se le ha llamado; tu sueño, o tus sueños, porque pueden ser varios episodios del mismo.¿Cuál es tu sueño? ¿Ser escritor o escritora? Bien. Hay que tener cuidado con los sueños. Puede que sueñes que te ves escribiendo libros, investigando en bibliotecas, de tertulia con los colegas... Pero quizás tus sueños sean otros; otros como publicando tus libros, vendiendo tus libros, firmando tapas, dando conferencias, dictando cursos, ganando premios, viajando... o por lo menos sólo viviendo de escribir cómodamente, en una mejor casa con jardín, cochera y amplio patio de tierra con frutales. Y esto es ya una notable diferencia. Tu gusto por escribir no se limita a conocer y nada más, buscar conocimiento, procesarlo, relacionarlo, crear un argumento y montarlo en una escenografía, en una atmósfera, en una geografía y ahí montar un mensaje, porque en el proceso de buscar información encontraste de paso: algo que decir, porque lo aprendido te sirvió para mejorarte, para ser mejor, para ser feliz, o ¡Mejor! para darte cuenta que siempre lo fuiste y la vida, las costumbres la cultura y la civilización te hicieron olvidarlo, y cambió tu felicidad por el sucedáneo de ser un disciplinado cumplidor de protocolos y normativas que dictaron otros. Y cuando te das cuenta de esto, entonces tienes una misión, un sacerdocio, tienes algo que decir, y lo haces, aunque no te paguen, sin que te den premios y ¡Aunque tengas que hacer otra cosa! Para mantener la misma casa que tuviste siempre y conservarte vivo un poco más de tiempo. Quizás de paso te publiquen, firmes tapas de libros, te conozca mucha gente de aquí y de allá y te ofrezcan cargos y te den premios, etcétera, y harás como hacen todos: Disfrutarlo. Pero no es algo que necesitarás para vivir, porque ¡Feliz! ya lo serás. Igual puede que no te ocurra nada de este resultado promisorio de esplendor, pero serás feliz igual, porque no es un resultado lo que necesitas. Vivirás feliz debido a otras razones que tienen que ver con haber sido y tenido otras impresiones no tan fuertes, pero sí más constantes.¡Mira! Si disfrutas correr, te gusta, disfrutas entrenar, te sientes bien corriendo, ver pasar veloz el paisaje hacia atrás mientras avanzas… cuando llegas a la meta no te importa si otro llegó primero o si tú llegas después de otros: porque es como les sucede a los niños, que no juegan para divertirse: se divierten jugando. Llegado a este nivel de la charla, del monólogo o lo que sea, ya te habrás dado cuenta que hay dos formas, de momento, para asumir la tarea de dedicarse a escribir en serio, y es muy probable que estés pensando que una de las dos va de mala honda según el camino en que presento el tema, pues ¡Mira que no! Me parece que las dos son válidas, genuinas y ninguna es peor ni mejor en sí mismas, y que escribir de una forma o de otra no te vuelve, por tanto, ni mejor ni peor persona. Eso sí, hay diferencias y uno debe conocerlas para elegir el rol que va a seguir; porque, si no eliges, no eres libre. Ser libre es tener la capacidad o la opción de poder decidir entre al menos un par de propuestas. Puede ser muy triste haber pasado años de preparación y entrenamiento para ganar una carrera importante, correr y llegar a la meta y ¡Entonces! por haber llegado último, por no lograr algún lugar destacado, pensar que corriste de balde, que perdiste el tiempo, que todo fue en vano. Quiero hablar de cómo evitar esta frustración o mejor, de presentar al menos las dos opciones primordiales para decidir qué hacer y que luego no puedas decir: ¡Quién lo hubiera sabido! …¡Nadie me lo dijo! Por lo general, quien siente inquietudes literarias, debe saber algo que ya se enseña en la escuela secundaria, y si no lo recuerda comienza a averiguarlo ya desde aquí mismo y domina este conocimiento; porque es lo que decidirá cuánto podrás avanzar escribiendo, como para merecer que, alguien con cierto poder de decisión, quiera publicarte y es, entre otras cosas que, además –y someramente– acoto: La diferenciación de los valores de toda obra artística a saber: el de forma y el de contenido. El valor formal tiene que ver con la preceptiva literaria, con lo que la Academia explicita, en cuanto a la corrección del idioma, etcétera; más distintas formas en que se presentan los distintos géneros o funciones literarias. Diferenciar la poesía de la prosa, conocer que es una décima, un soneto, una metáfora, en fin, toda esa nomenclatura técnica. Saber que la poesía transmite emociones, sentimientos y que su expresión gráfica no siempre es versificada, pues puede usar la prosa como soporte; y que la prosa es mejor vehículo para comunicar ideas y pensamientos y, por ello, más acorde a la razón. Cómo diferenciar un cuento de una novela, saber qué es un ensayo, un artículo, una reseña, una crónica… Aprender tu idioma, porque vas a comunicarte con otros y necesitas hacerlo todo lo bien y más correcto posible. Pero bueno, todos los escritores no son como fue Gustavo Flaubert o Ezra Pound, al fin y al cabo, los editores son quienes necesitan de escritores que escriban mal, para vivir de hacer su propio trabajo y eso es también algo que está bien.


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