MADAME BOVARY (1856) Gustave Flaubert / Francia.

MADAME BOVARY (1856) Gustave Flaubert / Francia.

Penguin Clásicos Introducción de Jacques Neefs Traducción de Mauro Armiño

EL ORIGEN DE LA COMEDIA ROMÁNTICA I El verdadero peligro para la mujer, y en realidad para cualquier ser humano, es mezclar la volatilidad emocional con un inconmensurable hastío por lo cotidiano. Separadas, estas dos sensaciones son normalmente aceptables, pero juntas constituyen un verdadero peligro para quien las porta, pues generan una continua insatisfacción y un aburrimiento crónico a lo que sólo la muerte o la locura puede brindar sosiego. Al incubar pretensiones sociales y amorosas demasiado altas, se corre el riesgo de que ningún placer sea suficiente para aplacar las pomposas fantasías que surgen ante «las mezquinas ocupaciones de [la] vida»(p.79), y con similar peligro que representa poseer un animal salvaje como mascota, si no se tiene extremo cuidado al alimentar estas fantasías, una calamidad caerá irremediablemente en el destino del individuo inconforme. Así, por lo menos, le sucede a Emma Bovary, quien, abrumada por su condición social, y hechizada por «la atrayente fantasmagoría de las realidades sentimentales»(p.107), se sumerge en las ficciones de las novelas rosa para huir del ambiente pueblerino que le rodea, personificando una risible y afectada conducta que no es coherente con ninguna realidad humana. Actúa según sus lecturas de novelas baratas, y con base en ellas, ansía una existencia ideal, pero nociva, «esperando ver aparecer por el fondo de la campiña a un caballero de blanco penacho galopando sobre un negro corcel»(p.105). En el personaje de Emma Bovary, toda evocación se recrea tenuemente para evocar la risa y no el suspiro, y tras una escena romántica, si esta no ha sido antecedida por la ridiculización del hecho que la genera, puede suceder un ágil imprevisto que anula graciosamente el hechizo amoroso. De esta forma, la vida despoja a Emma de todo romanticismo y la deja indefensa en medio de un espectáculo cómico, sintiéndose confundida porque al sumergirse en el amor del que había leído, no experimenta las sensaciones allí descritas. Sin embargo, no es sólo la fatalidad, o la injusticia de la existencia, lo que le impide a Emma lograr ese ideal novelesco que anhela; sus desgracias también son causadas por su propio arribismo e inestabilidad: «con el roce de la riqueza se le había pegado algo que ya no se borraría»(p.129), y creyéndose merecedora de lo mejor de la vida -sin poseer ningún argumento para justificarlo-, busca mil formas de renegar y de no conformarse con su condición social, a la cual considera tan sólo «una casualidad particular»(p.133) que la atrapa, la sofoca, pero, no obstante, ha de pasar (o eso espera). II Madame Bovary es una novela en la que se pone a prueba al buen lector: quien la lea teniendo presente la ironía, se divertirá con cada una de las escenas narradas. En cambio, quien la lea sin notarla, sólo percibirá una bobalicona historia de amor y no una burla hacia la generalizada existencia provinciana, pues, Flaubert, utilizando un punzante y sutil refinamiento narrativo, no se burla únicamente de Emma, sino de cada uno de los personajes que ha creado. No sólo para Emma la verdadera felicidad está junto al lujo, el esplendor, los lugares de moda y las compañías prestigiosas. Para cualquier provinciano descrito en la novela, si uno de estos últimos elementos falta en un ambiente particular, es suficiente motivo para catalogarlo como pueril. Esta novela no se centra sólo en la desazón de un amor no correspondido, sino en la insipidez de una sociedad habituada a perseguir ideales vulgares, cuyas características resaltan en la obra gracias al fiel retrato de la imprudencia, el chisme, la envidia, el vacío mental, la superficialidad, la falsa humildad y la fútil vanidad pueblerina (por no enfatizar en los vanos complejos de superioridad -que sólo ocultan lo inferior de las existencias- y en la desfachatez de los modales -que acentúan la ruindad de las apariencias-). III En toda la obra abundan los dobles sentidos, pero, a su vez, con una sutileza propia de los grandes autores, Flaubert también realiza una cruda alerta respecto al aburrimiento individual: quien no busca algo productivo en qué ocupar el tiempo y no se habitúa a su condición existencial, no tardará en desbocarse, salvajemente, en amores imposibles y/o fantasías irrealizables, que, en todo caso, nunca serán suficientes para aplacar un alma desubicada. A Emma Bovary «la mediocridad doméstica la impulsaba a fantasías de lujo, el cariño conyugal a deseos adúlteros»(p.189), pero «llena de ansias, de rabia, de odio»(p.187), se sumerge rápidamente en las primeras ocasiones de escape que se le presentan, volcándose así en una situación más lamentable que la anterior. No obstante, Emma Bovary es un personaje quijotesco cuyo pecado no es querer emanciparse del matrimonio, la fidelidad y las buenas costumbres, sino el no reconocer que «su mal [es] una especia de niebla que [tiene] en la cabeza»(p.189), a causa, principalmente, de la mojigatería provinciana y de su errática naturaleza intempestiva, exageradamente inconformista; actitudes que se pueden sintetizar en la mejor frase de toda la obra: «su sangre campesina la impulsaba a la codicia»(p.381). Como si (?) prefiriese la muerte antes que aceptar la derrota de su patético orgullo, Emma se hunde en la cursilería de su mundo ideal hasta adoptar una actitud altiva y desafiante, desvergonzada, fiel reflejo de la actual generación de mujeres que se denominan únicas y diferentes. Sin embargo, la ambigüedad resalta en este mismo aspecto, pues al tiempo que se rebela contra toda norma social, se comprueba su falta de cariño y su incesante búsqueda de amor: «en las cartas que Emma … enviaba, se hablaba de flores, de versos, de la luna y las estrellas, recursos ingenuos de una pasión debilitada que intentaba reavivarse con todos los recursos externos»(p.376). Este último fenómeno es similar al que ocurre ahora con una cantidad considerable de pseudo poetas, quienes deambulan por las bajezas lingüísticas asociadas a los gatos, el vino, y aún, a los versos y a la luna, además de otros tópicos sobrevalorados que también están incluidos en la obra de Madame Bovary, pues esta contiene referencias literarias, teatrales, e incluso retóricas -por parte de los engaños de los amantes-, en las que siempre resalta el amor estereotipado, lo que hace de esta novela un buen ejemplo de la comedia romántica, a la vez que la posiciona fuertemente en la historia de la literatura por plantear, intrínsecamente, la siguiente cuestión: ¿Sirve de algo considerarse un gran lector cuando sólo se lee literatura basura, de masas, o sensacionalista? Una cuestión que, expandida a otros campos, también pretende explicar el fenómeno del esnobismo que simula erudición: ¡Se presta excesiva atención a expertos formados con malos libros sacados de manuales de lectura y del internet! mayo 14 de 2022 © Publicado originalmente en la página web: sirpatrickspence.blogspot.com


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