De la ligereza, Gilles Lipovetsky

Traducción: Antonio-Prometeo Moya Valle

Anagrama 344 Páginas

Lipovetsky, el gran sociólogo francés, nos ofrece en esta nueva obra de ensayo un fino análisis, riguroso y muy ameno, de lo que considera la nota predominante de la sociedad actual: la ligereza. Entendida esta con el mismo significado de las cuatro definiciones del diccionario de la RAE: 1. f. Presteza, agilidad.2. f. Levedad o poco peso de algo.3. f. Inconstancia, volubilidad, inestabilidad.4. f. Hecho o dicho de alguna importancia, pero irreflexivo o poco meditado. Todo en la sociedad actual está marcado por la ligereza o levedad, la volubilidad, inestabilidad, inconstancia, fugacidad e irreflexión. El autor afirma con rotundidad que la ligereza es la tendencia predominante en el espíritu de nuestra época y se pone de manifiesto en todos o casi todos los aspectos de la sociedad occidental. Todos los campos de la actividad humana están marcados por esta tendencia a la ligereza que influye en campos que van desde el consumismo a las modas, de las artes plásticas a la industria de la energía; desde la educación al deporte y el cultivo del cuerpo -que se ha convertido en una verdadera obsesión para una gran parte de la población del primer mundo-; de la medicina a la tecnología, de las relaciones sexuales a las relaciones interpersonales y desde el propio mundo del imaginario colectivo al individual. Todo está impregnado por la ligereza, la provisionalidad, la miniaturización, la liberalización de todas las ataduras, la evanescencia, la huída de la realidad -y de ahí el éxito de la virtualidad como sustituto de aquella- y todo lo que tenga esta naturaleza se manifiesta como prioritario y deseable e impregna los sueños o fantasías personales, las esperanzas y las utopías en forma de tendencias, modas e ideologías que se extienden por el mundo para el que la ligereza es "un valor, un ideal, un imperativo", por lo que se puede afirmar que estamos en la "civilización de lo ligero" que es lo mismo que decir en la civilización de lo banal, de lo superficial, de lo provisional y de la nada. El mundo ha cambiado mucho en pocas generaciones. En la propia vida personal es donde el individuo puede encontrar y notar mayores cambios. Antes, las relaciones familiares, de pareja y sociales estaban marcadas por una fuerte moral, rigurosa y pesada, llena de tabúes y prohibiciones, compromisos ineludibles y obligaciones insoslayables que encorsetaban al individuo y le coartaban su libertad e independencia. Sin embargo, en la actualidad existe una negación de todo compromiso y atadura, por lo que la libertad del individuo se convierte así en el bien supremo al que debe someterse cualquier forma de sujeción, de compromiso que deja de tener, por ello, ninguna validez. Esto trae consigo una doble vertiente: una de ella, liberalizadora, pues la libertad individual, la comodidad, la falta de ataduras, se consideran un bien supremo a defender. La otra, es que el individuo libre necesita tener, también, o establecer compromisos que, a su vez, le coartan su libertad, lo que provoca una tensión entre ambas aspiraciones y de ahí deviene la angustia ante esta dicotomía. Ese deseo de libertad también redunda en la actitud del sujeto a aceptar normas, a ser enseñado, a rebelarse ante la autoridad de cualquier tipo, encarnada al principio en padres y profesores, lo que aumenta el desinterés por los estudios, la incultura de los estudiantes, la violencia en las aulas, las faltas de respeto continuadas, la desinformación de los propios medios de comunicación, la corrupción generalizada de los políticos. Esto trae consecuencias muy negativas y peligrosas como son el aumento imparable de los suicidios. Los ciudadanos se encuentran cada vez más atrapados en una sociedad caótica en la que todo ha cambiado tanto que ya ningún referente moral es válido, ningún principio es valedero, ninguna institución privada o pública es respetable como lo era antes la familia, la religión, el Estado, la Justicia, etc., y en el que se sienten más solos y aislados que nunca en un mundo que es cada vez más informatizado, tecnificado y virtual y en el que se va acentuando la distancia entre ricos y pobres de forma alarmante. Y lo peor y más preocupante es que, según este autor, solo estamos en el principio de una vorágine que va a devorar a la sociedad occidental en su conjunto y ante el caos en el que vivimos empiezan a aparecer grupos extremistas, tanto en el ámbito religioso -como es el llamado Estado Islámico que amenaza con sus acciones terroristas a toda la sociedad occidental-, como en el político, con la irrupción de los grupos neofascistas y de los distintos populismos que generan esperanzas falsas en los pueblos que caen después de haberlos creídos en la más absoluta ruina. Según Lipovetsky, la ligereza tuvo su origen, su fuente, en la modernidad, cuando se presentaba como una opción global de progreso general para los pueblos, y esa idea fue la que movió e impulsó tanto a la política, como a la ciencia y la técnica. Todo ello en busca de lo que llamamos globalización, para hacer la vida más fácil con normas más flexibles y ligeras, han convertido, sin embargo, la vida del ciudadano en algo más complejo, caótico y sin sentido porque se ha quedado huérfano de referentes morales, espirituales, de convicciones, de seguridades y, en definitiva, de esperanza. Pese a todo lo dicho por este autor, él mismo aclara que no hay una crítica expresa o condena ni tampoco hace una apología de la ligereza, pues no se trata de algo bueno o malo moralmente, sino de un mero principio de organización social y también de unos conceptos estéticos que han aupado hasta el podio a la idea matriz de esta sociedad en la que todo se vuelve más ligero, más manejable, menos riguroso, exigente y formal. Estas características se hallan en todos los aspectos de la vida cotidiana que ponen en evidencia la idea de que esta sociedad ha empezado a aligerar todo, a convertirlo en virtual, fugaz, provisional y relativo -el relativismo moral, espiritual, social, intelectual y estético está insertado en el núcleo de esta sociedad de la "ligereza"-, quizás como un mecanismo de escape, de huída mental, de soltar lastre para poder soportar el propio peso de la vida, de sus luces y sombras, de sus miserias y grandezas. Pero en todo este deseo de alcanzar la libertad individual como bien supremo, la zona de confort y de bienestar, siempre anida, de forma soterrada pero presente, la sombra de la angustia, de la desazón, de la desesperanza. Y a ello contribuye en gran medida y se manifiesta en su lado más sombrío la crisis económica, el paro, la inestabilidad sentimental y de pareja, el aumento del fanatismo religioso, la falta de horizontes de la juventud. Por ello, paradójicamente, toda esta ligereza que lo impregna todo y que debería ayudar al ser humano a sentirse más feliz, acentúa mucho más su sensación de soledad, desamparo, incertidumbre y desesperanza, pues el mundo se le ha vuelto incomprensible, caótico, solitario y mucho más angustioso que el de sus antepasados que tenían más seguridades, certezas, compromisos y obligaciones que la sociedad de la ligereza ha conseguido eliminar y, quizás, con ellas ha matado en el hombre la esperanza. No hay que olvidar que al hombre, como al árbol, cuando se le arrancan las raíces, muere. Excelente obra es "De la ligereza", recomendable para todos quienes quieran entender al mundo en el que vive y las coordenadas que le marcan el rumbo a seguir en esta sociedad de la ligereza que lleva a cada individuo, y a su conjunto, por un camino que puede abocarle al vacío de la más absoluta nada.

Ana Alejandre

 


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