SAKI. Alpiste para codornices
Alianza, Madrid, 2015.
Hector Hugh Munro, nacido en la Birmania colonial e hijo de un alto funcionario del Imperio Británico, fue “un personaje singular, demasiado inteligente y desplazado por los círculos de su sociedad”. Ahora bien, acaso de ello derive su brillantez analítica, su exquisita originalidad y su capacidad, tan elocuente, para describir los entresijos, sobre todo de comportamiento, que definen la sociedad que le ha negado y que él tratará irónicamente como una forma de fustigar su hipocresía. También es original, hay que decirlo, en los instrumentos empleados para sus análisis descriptivos que, sin apartarse de un canon literario muy lúcido, hace uso de un sutil humor, del sarcasmo, incluso de la mordacidad y hasta de elementos surrealistas o macabros para poner en evidencia la pátina de falsedad con que esa sociedad se cubre. El nombre del autor al que aludimos (1870-1916) ha firmado sus libros con el seudónimo de Saki, y su vigencia, dada su alta reputación literaria, habrá que convenir que será duradera. Tal vez no haya sido muy editado en España, pero esta edición de sus cuentos que nos ofrece Alianza será un buen reclamo hacia su obra. Leemos, por ejemplo, en ‘El alma perdida’: ”Sólo la efigie del Alma perdida ofrecía un lugar de refugio (…) Éste (un pájaro) buscó amparo confiadamente cada noche en el pecho de piedra de la imagen cuyos ojos oscuros parecía que vigilaban sus sueños (…) Todos los días, durante las horas largas y monótonas, el canto de su pequeño invitado se elevaba en fragmentos hacia el solitario observador” Y concluye, en dura advertencia: “Aquellos fueron días felices para la Imagen Oscura. Sólo la gran campana de la catedral tañía a diario su advertencia sarcástica: ‘Tras el gozo… dolor” Su cometido literario ha sido sobre todo el cuento, y para el nuevo lector títulos como ‘La ventana abierta’, ‘El soporte’ o la citada ‘La imagen del alma perdida’ servirán de aval en favor de una obra tan fantástica como fascinante.
Ricardo Martínez