Naguib Mahfuz: Sueños
Alianza, Madrid, 2014-04-18
El sueño ha sido, desde siempre, uno de los recursos más estimados a la hora de la confección del discurso literario. Casi cabría decir de todo discurso literario, por cuanto hoy pasa por cuestionarse, casi como una moda, la veracidad de las biografías.¿Qué tienen de verdad y qué tienen de ‘voluntad constructiva, más o menos deudoras de la imaginación? Salvo que aceptemos la simpática y reciente expresión de Jorge Volpi cuando dice que, en realidad, la mentira en literatura solo es discurso, no es falsedad. Sea como fuere, el caso es que el lector está aquí ante un discurso muy personal, ahora sí entre veraz e imaginativo, por cuanto el sueño alienta lo nuevo pero a la vez ‘recuerda’ con nitidez cuanto le ha acontecido en realidad al protagonista. Por ejemplo el ataque homicida sufrido por Mahfuz por parte de unos radicales que atentaron contra su vida queriendo atentar con ello contra su libertad de expresión. Pudo, afortunadamente, sobrevivir, y estos discursos sueltos, más o menos literarios –tienen algo, a la vez, de sociología, de política reflejando la trágica situación de su Egipto natal; siempre de contenido humano- conforman algo así como un compás de espera hasta alcanzar de nuevo el estado de ánimo para la realización de una obra de pura ficción; entretanto convalecía de sus heridas. Heridas que lo fueron, y mucho, también espirituales (de decepción por las actitudes fanáticas, de alerta por desconfianza o miedo sin más) pero discurso al fin de un hombre que ama las palabras y las elige con cuidado para intentar el diálogo –el mejor diálogo, el íntimo- con el otro, con el lector. Su discurso nunca es en vano y el mensaje obtenido es esencial “La revolución desgarró la ciudad –escribe en el sueño 149- y al rey lo pasaron a cuchillo mientras defendí la capital. Se celebró de inmediato un banquete en honor de los comandantes revolucionarios” O bien, en el sueño 115 leemos: “La riña siguió subiendo de tono hasta que se cruzaron insultos… la encarnizada furia advertía que iba a seguir un derramamiento de sangre” Alusiones de tristeza de una dura e incomprensible realidad elaboradas por un hombre cuya vida fue ejemplo de solidaridad, de implicación. La lectura resulta, desde luego, un elaborado código de decepción que merece ser tenido en cuenta.
Ricardo Martínez