El que no lee que arroje la primera piedra

El que no lee que arroje la primera piedra

Yo leo… vos leés…él lee… nosotros leemos… ustedes leen… ellos leen…¡Todos leemos! Sí señora, sí señor, así es estimado público, todas las personas leen, en singular y en plural, y en todos los tiempos y modos verbales. Estamos en plena Revolución de la lectura, caminando por campos minados de lecturas.Leemos todo y de todo, y el que opine lo contrario que arroje la primera piedra.¿Quién dice que no leemos? A ellos, con cariño, este mini compendio de situaciones de lectura a saber. Nos levantamos y nos acostamos leyendo, y hasta hay quienes leen los sueños. Se lee de una y mil maneras diferentes, como puntos de vista y personas hay.Se leen etiquetas de prendas, donde te enseñan a cuidar sus texturas y te dejan un 0-800-MANCHAS por si en alguna ocasión lo necesitás. En las góndolas del súper, buscás tu café, pero no cualquiera, sino ése que te aclara ser “suave” y te indica, además, si tiene agregado de azúcares, si es que todavía te seguís cuidando en el peso.Continuás husmeando, y como jugando a las escondidas…¡Piedra libre! ¡El edulcorante! Y automáticamente leés si tiene o no ciclamato, componente que, has leído en las revistas de salud, es muy perjudicial. Justo en el momento en que te tentó la oferta de un llamativo cartel en colores fluor, un rington de lo más romántico te anticipa la entrada de un nuevo mensaje de texto que te ilumina el rostro. En la otra punta del súper, tu vecina (de ésas que uno trata de evadir por el sólo placer de tener cero contacto) intenta con las manos, en una especie rara de señas jeroglíficas, avisarte algo, ¡acabás de descifrar el enigma manual!, y sin moverte siquiera de tu lugar, le respondés con tus propias señas, a las que has agregado gestos y movimientos corporales para dejar marcado tu territorio, dándole a entender que estás apurada, que lo dejan para otro momento (el que obvio, no llegará nunca) y te metés de lleno en la caja rápida de hasta diez artículos. Colocás los productos en la cinta, mientras mirás de reojo la pantalla de la registradora, para evitar pasarte de lo previsto, pagás con la tarjeta de débito, leés y llenás el ticket apurada por salir de las garras de tu vecina, que está a cuatro carritos, detrás tuyo. Camino a tu casa, un graffiti bastante elocuente y descriptivo, acompañado de referencias ilustrativas, por si el mensaje no te quedó claro, hizo un subibaja con tus calores y colores faciales. Se lee todo y de todo, se leen las imágenes, las pinturas, las canciones, las fotografías, las películas subtituladas, salvo que te gusten las dobladas al español - ese no es mi caso - las prefiero de “doble entrada”, es decir, leer los subtítulos y escuchar las voces y sonidos originales.¿Quién dijo que no se lee? Si hasta el pensamiento se lee, o me vas a decir que nunca nadie te dijo: “¡me leíste el pensamiento!”, cuando sin querer diste en la tecla de la preferencia del otro, o de la otra, ¿por qué no?¿Y los labios? Sí señor, hasta los labios se leen. Se leen cosas melosas, tiernas, suculentas, un “te amo”, un “cuidate”… un “@*#^@#! ... no, no, esas otras cosas también se leen… pero para ellas soy analfabeta visual y labial.¿Y las manos? ¿Acaso no leíste lo que tu vecina, en el súper, te decía? Hay quienes las utilizan como único lenguaje de comunicación. Y hay otros que leen el futuro en ellas, pero de ese tipo de lecturas no me fío, al igual de los que leen la borra del café… pero quedate tranquila, no del que compraste en el súper, cuando pretendías esquivar la pesada de tu vecina. Se lee todo y de todo, se lee el alma, se leen las intenciones, se leen los silencios largos y los cortos, se leen las caricias…¡ay! de esas tengo ediciones encuadernadas, de suaves y cálidas manos de todos los tamaños y de autores preferidos, guardadas bajo llave en un estante de la biblioteca de mi corazón. Se leen las miradas, se lee entre dientes y entre líneas (cuando nos conviene), los que no somos racistas leemos las negritas, los más curiosos leen las notas al pié de página, previa rociada con spray pédico, y como dicen que las cosas buenas vienen en frasco chico… se leen las letras chiquititas también, “por las dudas”. Se lee todo y de todo y en todos lados y a cualquier hora, se lee en colectivos, en trenes, caminando, en la tele, navegando en insondables contenidos líquidos de la Internet, trabajando se lee, en el baño se lee, en la cocina, en la escuela, en los pasillos, en patios y galerías, en las salas de espera de hospitales y clínicas, en las terminales, en las colas de los bancos y sentados en los bancos de la plaza, en tu cama o en la de otro leés… en voz baja o en voz alta, en silencio o a los gritos. A la vista del consumidor está que somos “lecturas andantes”. Yo te leo y vos me leés, sólo espero que no me copiés, mucho menos me cortés y me pegués en otro lado.No quedan dudas de que somos un pueblo leído y legible. El meollo de todo esto no es si leemos, es: ¿qué leemos, para qué leemos y por qué leemos? ¿Qué leen nuestros hijos, para qué y por qué? ¿Qué leen nuestros alumnos, para qué y por qué? Los adultos, etapa no muy definida debido a la prolongada adolescencia, somos los únicos responsables de tomar el timón y cambiar el rumbo, si lo que se pretende a través de la lectura es transformar, fortalecer, pensar, imaginar, crear, aprender, confrontar ideas, dar placer. Pero, ¿cómo pretender que mis alumnos lean, si como maestro no leo en voz alta, o no relato una historia involucrando los cinco sentidos, sumando el sentido propio? ¿Cómo pretender que mis hijos lean, si como padre no tomo un libro y comparto una lectura con ellos? ¿Cómo pretender que mis alumnos del profesorado lean, si yo como profesor les entrego dos listas de lecturas, para la realización de un trabajo, donde en la primera constan las “lecturas obligatorias” y en la segunda las “lecturas optativas”? ¿Por qué obligatorias y no necesarias o interesantes? ¿Por qué optativas, si la mayoría de las veces llegan y llenan más? Leer por obligación, leer a contrarreloj, leer condicionados, lecturas que entran por la vista, palabras semánticamente huérfanas, desordenadas, tambaleantes que se suicidan de a letras y caen al abismo oscuro del olvido, para yacer en suelo estéril e inerte de la nada.¿Qué te parece si tomamos y giramos juntos del timón? Para que las lecturas entren, sacudan nuestros sentidos aletargados y se anclen en nuestros sentimientos, en nuestras sensaciones, en nuestros pensamientos y les demos forma.¿Qué te parece si leemos en voz alta? No hay placer más irresistible que alguien te regale de su propia voz una lectura. Las palabras entran de la mano, jugueteando y deslizándose por los conductos auditivos hasta llegar exhaustas y satisfechas al rincón más lejano del alma, provocándote esa sensación tan placentera e indescriptible en la superficie de la piel.¿Quién estableció, dónde está escrito que sólo a los niños pequeños se les lee en voz alta? ¡Abajo ese mito ya! Soy adulto y quiero que me lean y quiero leerte en voz alta. Yo te entrego y te regalo una lectura… Vos entregás y regalás una lectura…Él entrega y regala una lectura… Nosotros entregamos y regalamos una lectura… Ustedes entregan y regalan una lectura… Ellos entregan y regalan una lectura…

Elisabet Carina Basilio

 


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