Drácula de Bram Stoker. Un mito eterno                

Escasos mitos perviven durante décadas tras décadas y son tan universales, al igual que el de emocionantes, como el del vampiro. El poder de la sangre ha sido considerado desde la Creación de la Tierra como una energía vital e imprescindible en numerosas culturas, ¿cuántos sacrificios se han realizado a lo largo de la historia para satisfacer a los dioses, ya sean de sangre humana o animal? Incluso la propia Iglesia Católica se hizo eco de su fuerza, de hecho uno de sus dogmas es la Transubstanciación del “pan y el vino” que se convierte en cuerpo y sangre de Cristo.¿Será ese uno de los motivos de por qué no soporta la hostia sagrada Drácula? Drácula no es la primera novela que trata el tema de los vampiros, ya existían otras anteriores como El vampiro, un magnífico relato escrito por John William Polidori, el fundador del género del vampiro romántico. Lo escribió en la enigmática ciudad de Ginebra, en un año sin estío, en las famosas y tormentosa noches del 16 al 19 de junio de 1816. Y cómo no, la obra surgió en la Villa Diodati, nada más y nada menos que junto a Lord Byron, Percy Shelley, Mary Shelley, entre otros. La Villa Diodati era considerada por Mary Shelley como un paraje culturalmente sagrado. Bajo aquel ambiente gótico se pusieron a leer un libro perteneciente a Polidori llamado Phantasmagoriana, que contenía leyendas alemanas de fantasmas, allí se pusieron todos de acuerdo para escribir cada cual una historia de terror; pero los únicos que terminaron el reto fueron Mary Shelley, que concibió el argumento para su obra Frankenstein, y el propio Polidori con el relato El vampiro. Este relato sería fuente para que bebiera el futuro Drácula décadas después. La novela Drácula fue publicada en 1897 por el irlandés Abraham (Bram) Stoker, que ha convertido a su protagonista en el vampiro más famoso del mundo. Se dice, según los críticos y los estudiosos del género, que el escritor se basó en las conversaciones que mantuvo con un erudito húngaro llamado Arminius Vámbéry, y que éste fue quién le habló de Vlad Drăculea. Drácula en rumano significa `hijo del demonio´. Inspirada probablemente en Vlad Teples, un personaje con aires de grandeza señorial que mantuvo a los invasores turcas a raya y cuyo bonito apodo era El empalador. Y al igual que el personaje Drácula de la novela, no tenía compasión ni tan siquiera por un recién nacido o niño. De hecho Drácula les entrega un niño robado a las tres exuberantes vampiresas que habitan en el castillo para que le chupen la sangre o casi al final de la obra la no-muerta Lucy le chupa la sangre a los niños robados. Aunque no esté nada claro, creo que quizás Bram Stroker critique las condiciones en las que vivían y trabajaban los niños, al igual que escribió Charles Dickens y William Blake.¿Cuántos niños morirían en la época Victoriana, sobre todo los de clase baja?     Antes de entrar de lleno en un juicio crítico y personal de la novela me gustaría señalar varios factores que marcarían a este genio universal. Al igual que Polidori, Bram Stoker bebería de los escritores que solían reunirse en La Villa Diodati, y cómo no, de su compatriota Oscar Wilde, de hecho la ex novia de Oscar Wilde, Florence Balcombe, se casó con él. Y como dice la Biblia “nadie es profeta en su tierra”, resulta curioso que una novela tan victoriana fuese rechazada por los editores del Reino Unido, hasta que el 26 de mayo de 1897 vio la luz en Nueva York. La novela tuvo un éxito rotundo en EE.UU. La fama después se extendió a lo largo del planeta como la pólvora. La novela está escrita de manera epistolar y hay una manifiesta intención de darle realidad y veracidad a su novela con este tratamiento. Durante la novela se tratan temas como el papel de la mujer en la época victoriana, la sexualidad, la inmigración, el colonialismo o el folklore, la industrialización, el origen del Hombre e incluso, me atrevería a decir, el racismo. Como curiosidad, a lo que antes mencionábamos, cabe destacar que Bram Stoker no inventó la leyenda vampírica, pero la influencia de la novela ha logrado traspasar con creces las fronteras llegando también al teatro, el cine y la televisión e incluso a formar parte de nuestra vidas en igual o mayor medida. La obra difiere con lo que estamos acostumbrados a ver en la pequeña pantalla u otros medios sobre Drácula y aquí, a mi juicio, gana mucho en riqueza y glamour literario. Antes de entrar en detalles y hacer una valoración de Drácula sería conveniente conocer un poco mejor la época Victoriana entre (1830-1870). Un período de tiempo en el que la sexualidad es tabú y donde se fomenta, desde los estamentos más altos, reprimirla y si es posible acabar con ella. De hecho, no se hablaba ni una sola palabra sobre la sexualidad infantil; la masturbación era considerada causante de enfermedades y otros tipos de trastornos psicológicos, “aparte de cometer actos impuros y pecar ante los ojos de la iglesia”. Para los jóvenes, la unidad familiar era muy importante y el hombre/hijo debería considerar como patrón a la figura de su madre o hermana considerándola un ser angelical y merecedora de adoración. Por ello su futura mujer debería seguir ese modelo devaluando o distorsionando la relación puramente familiar de la “humana y carnal”. Sin embargo, la realidad de puertas para adentro era otra totalmente distinta y la hipocresía existía a raudales. De hecho las meretrices hicieron su “agosto” en aquella época. Algunos estamentos, sobre todo los más altos, iglesia y estado pretendieron dar un aspecto piadoso y moral, es decir “puritano”, pero ni lo fueron, ni lo consiguieron realmente.                 Ahí estaba Dios para curarles sus pecados y lavarse las manos como Pilatos. El hombre en aquella época intentaba dar ejemplo, ayudar con frecuencia a los pobres “charity” y, cómo no, ser un buen cristiano asistiendo todos los domingos a misa y vanagloriándose de una pureza sexual. Por supuesto, todo de cara a la galería. Pero como decía un buen profesor mío de literatura inglesa: “Lo prohibido y lo “malo” es lo que atrae más”. De cara al público, se fomentaba una condena social a “esas malas conductas”, pero a escondidas se realizaban todos los deseos más oscuros y reprimidos, claro está con otra mujer que no sea la suya.         En Drácula también podemos apreciar una lucha constante entre el Bien y el Mal o Dios y el Demonio, en este caso encarnado bajo Drácula. La mujer da un paso importante paso al frente en el escalafón social, dando un golpe sobre la mesa y adquiriendo mayor importancia, como por ejemplo la reducción de la jornada laboral de las mujeres y niños en 1944. Su liberación sexual empieza a manifestarse con mayor naturalidad. Culpa de esta influencia en la novela la tuvo su madre, la feminista Charlotte Mathilda Blake Thornley. La historia en Drácula comienza cuando Jonathan Harker, un joven abogado inglés de Londres prometido con la joven y bellísima Mina se encuentra en la ciudad de Bistritz y debe viajar a través del desfiladero del Borgo hasta el aislado castillo del conde Drácula, en los Montes Cárpatos de Transilvania, una de las regiones más lejanas de la Hungría de esa época, para cerrar unas ventas con él. El trayecto hasta alcanzar aquel inhóspito lugar me recuerda muchísimo a una novela de la época que leí durante mi estancia como becario Erasmus en Newcastle, se trata de Wuthering Heights (Cumbres Borrascosas), la única novela de Emily Brontë. Fue publicada por primera vez en 1847 bajo el seudónimo de Ellis Bell. Su hermana Charlotte editó una segunda edición póstuma. Aunque en la actualidad se considera un clásico de la literatura inglesa, el recibimiento inicial de Cumbres Borrascosas fue mediocre. Su estructura innovadora, desconcertó a los críticos cuando apareció. Algunos críticos contemporáneos a la autora incluso pensaron que éste era un trabajo anterior, menos maduro, que el de sus hermanas, las Brontë. Las críticas posteriores revisaron esta visión, y coincidieron en que la originalidad de Cumbres Borrascosas excedió a la de los trabajos de sus hermanas Charlotte y Anne. Más vale ser reconocido tarde que nunca, diría yo, pero resulta doloroso que el arte de un artista no sea reconocido con mayor rapidez y a veces tenga que verla desde el Cielo. Al igual que Drácula, aunque en menor medida, Cumbres Borrascosas ha dado lugar a muchas adaptaciones, incluyendo varias películas, dramatizaciones radiofónicas y televisivas, un musical, Telenovelas y una de las canciones entre Catherine Earnshaw y su hermano adoptivo Heathcliff. No os voy a contar la historia de la novela, de Emily, pero si un poco, un hombre llamado Lockwood llega a la finca Cumbres Borrascosas, para conocer al señor Heathcliff, su casero, que le ha alquilado una villa cercana. El personaje de Heathcliff me recuerda un poco a Drácula. Un personaje de vida oscura y con mucho odio hacia Catherine. No es de extrañar el cambio de vida, después que se enterara que Catherine no se casó con él por su clase social a pesar de que estaba enamorada y la verdad es que ambos se querían con locura. De amigos pasaron a un amor pasional hasta que los Linton los descubrieran en su lecho de amor y echara a Heathcliff como un perro. Al cabo de unos años volvería rico y allí se vengaría de Catherine… Lo primero que me vino a la memoria al leer Drácula, fue la descripción tan misteriosa de los parajes que me recordaban notablemente a las cumbres borrascosas y misteriosas de Wuthering heights. Esas montañas puntiagudas, inhóspitas, fantasmagóricas, donde parecía que el sonido del viento, o los truenos te querían decir o advertir de algo. Al igual que en Drácula y Frankestein de Mary Shelley y la reciente novela de Maqueronte. El escritor nos advierte del estado emocional de la novela y lo que nos espera. El aspecto tenebroso y oscuro es un fiel reflejo del aspecto emocional de algún personaje, además de la atmosfera en la que se desarrolla, con la cual quiere representar el estado de ese lugar. Se podrá hacer un análisis muy detallado de cada elemento de cada una de las novelas, pero sólo me voy a referir a alguna de ellas y a las más comunes. En las cuatro novelas podemos encontrar: niebla, truenos, aullidos de lobos o perros, ruidos de animales extraños, relinchar de caballos, suciedad, oscuridad, tormenta, relámpagos, frío, viento, aridez, ruidos extraños (como voces, lloros, gritos…), sombras, luces extrañas… no todas aparecen en cada novela, pero sí hay algunas en común. La mayor “tensión” atmosférica es un aviso del escritor para indicarnos que estamos cerca del “climax” o de algún hecho importante para el desarrollo de la novela, por ejemplo, en Frankestein tenemos los relámpagos y truenos para la creación monstruosa de un ser o en Drácula cuando nos vamos acercando al castillo del conde. El que no haya visto las películas o no sepa nada del argumento, seguro que estará más que intrigado.             Cuando el joven Jonathan Harker llega al tenebroso e infinito castillo del conde empieza a sospechar de todo, ¿dónde están los mayordomos? ¿Quién prepara la comida? La semejanza entre el cochero que le trajo al castillo y Drácula, las advertencias de la gente del pueblo… aunque la verdad sea dicha, nuestro joven no quiere reconocer nada al principio, pero sí empieza a tener sospechas: por qué el conde nunca come, por qué nunca es visto con la luz del día, por qué tiene las uñas tan largas y los colmillos tan afilados o no se ve reflejado en los espejos. Al final el invitado descubre lo ruin, despiadado y diabólico que es convirtiéndose en un prisionero. Esta primera parte de la novela me resultó ser de obra maestra y las tres bellas vampiresas intentando seducirle y chuparle la sangre a nuestro invitado, me resultó de lo más sensual y “morbosa”. Si no fuera por la intervención de Drácula, las tres damiselas se fueran zampado al joven Harker. Quizás Bram Stroker quisiera en esa pequeño relato mostrarnos el sentimiento frustrado e hipócrita de la época y su lucha constante entre el Bien y el Mal, la confrontación entre sexo carnal y el amor o familia. Un quiero pero no puedo o no debo.             Conforme avanza la novela, el Conde desea viajar a Londres dejando en cautiverio a Harker en el castillo, confiando que de allí no va a escapar, para ello utiliza un ataúd con tierra sagrada de su patria para descansar. Por otro lado, la joven Mina Murray determina pasar una temporada veraniega con su amiga íntima de infancia Lucy Westenra en la mansión solariega que ésta posee en Whitby, en la costa de Yorkshire. Lucy es una bellísima joven de clase acomodada que vive junto a su madre viuda, la señora Westenra. Lucy padece de sonambulismo y Drácula se aprovecha de ello para chuparle hasta la última gota de sangre por primera vez en el cementerio de Whitby y después sucesivamente en su casa sin que nadie se diera cuenta de ello. Al no mejorar la salud de Lucy, su prometido Lord Arthur Holmwood (Lord Godalming) y su amigo Quincey Morris, solicitan ayuda al doctor John Seward (los tres se habían declarado a Lucy). Este trío amoroso me recuerda mucho a Oscar Wilde y su novela The Importance of Being Earnest y por supuesto a algunas de las comedias de William Shakespeare. Es de señalar que la mujer es quien decide elegir al hombre y no al revés como nos tenían acostumbrado. Viendo el delicado estado de salud de Lucy, el doctor Seward solicita la ayuda del magnífico doctor holandés, Abraham Van Helsing, que me atrevería a decir, que el propio escritor se sentía identificado con este personaje, ¿por qué se llama Abraham igual que él? Este médico está curtido en mil batallas y no le tiembla la mano a la hora de utilizar toda clase de estrategias y utensilios para su lograr su fin, dejando perplejos a las demás personas, como por ejemplo, ajos, agua bendita, collar de ajos, cruz, cuchillo, estaca… a pesar de ello y de mucho esfuerzo, las numerosas transfusiones no consigue salvar la vida a la preciosas Lucy. Y al final muere junto a su madre (esta última de un ataque cardíaco) y son sepultadas. Días más tarde, a través de unas noticias publicadas en el periódico de la ciudad hablan de una "hermosa señora de sangre" que muerde a los niños pequeños. El doctor Van Helsing sospecha que Lucy se ha convertido en No-muerta, y él y sus compañeros montan guardia frente al mausoleo familiar en el que ha sido sepultada la joven. A medianoche los hombres, armados de estacas y linternas, descienden al recinto en el que reposa el cuerpo de Lucy; al correr la tapa del sarcófago se percatan que el cuerpo no está dentro del ataúd; entretanto llega Lucy, convertida en una No-muerta, cargando con un niño al cual le está bebiendo la sangre. Este fragmento es de lo más pasional y frenético. Hay una mezcla entre crueldad, erotismo, macabro… Aquí el doctor Van Helsing hace un poco de justiciero de Dios, salvando el espíritu de Lucy aunque no su vida. Aquí su prometido, cabizbajo, por fin le da un beso en la mejilla a su amada a petición del doctor. Esta lucha entre el Bien y el Mal la podemos encontrar a lo largo de la novela Maqueronte, aunque en el caso de Drácula me resulta más negativa y me recuerda un poco a la época de la Inquisición, ¿a cuántas mujeres han matado por pensar que eran brujas sin serlo? Y vampiras, ¿habrán ajusticiado vilmente a mujeres pensando que son vampiras? Es interesante el papel psicológico de Renfiel, el loco del manicomio, zoófago, que se alimenta de moscas, cucarachas y otros insectos. Y en especial siente pasión por las ratas. El Conde se sirve de él y éste lo considera maestro y señor, pero conforme avanza la novela cambiará de opinión e intentará matarlo, pero lo que consigue es su propia muerte a manos del Conde. También es de destacar, en los últimos compases de la novela el papel de Mina, que en un descuido, también es succionada y para más inri, Drácula la obliga a beber de su sangre, para que de esta manera este más ligada a él y pueda leer sus pensamientos. Este repugnante hecho fue denominado por Van Helsing "el bautismo de sangre del vampiro".                                  Al final de la obra, acorralado por Van Helsing y sus amigos, Drácula es derrotado antes de que anochezca y alcance el castillo convirtiéndose en polvo. A mi juicio un final demasiado rápido y pobre en comparación con el desarrollo de la novela, quizás me hubiera gustado una lucha más feroz entre Van Helsing dentro del castillo. Aún así, el conjunto de la novela me ha resultado fabulosa y mucho mejor que los numerosos filmes basados en la novela. Como en las comedias de William Shakespeare, la novela acaba con un final feliz y el Bien triunfa sobre el Mal como en Maqueronte. En Drácula se reestablece el ciclo de la vida y la moralidad vuelve a su estatus social. Creo que en Frankestein, Maqueronte y Drácula hay una advertencia sobre el futuro no muy lejano correspondiente a cada época en la que se escribió: en Frankestein la escritora visionó los horrores de la ciencia, que hoy en día me recuerda a la clonación; en Drácula     a un tipo de “ser” consecuencia de nosotros mismos, es decir, por la represión o puritanismo y en Maqueronte nos advierte de una posible apocalipsis, quizás no inmediata y correspondientes a esas fechas, 2030, pero sí más cercana de lo que pensamos.     La magistral novela acaba con un epílogo, se trata de una reflexión de Jonathan Harker, siete años después de los hechos. Se cuenta que Jonathan Harker tuvo un hijo. Y habría que subrayar que aquí Van Helsing da por legítima su historia, sin necesidad de que la publiciten los periódicos. Desde luego lo consiguió y esta novela puede ser considerada como un mito eterno y como el buen vino, mejora con los años. Por último acabo este artículo literario, con el título de un genial libro escrito por Jaime Noguera, escritor y redactor jefe de las revistas “Psychonet” y “Megapsycho” entre muchas otras y que dirigió en la época que adquirí su libro, el Festival Internacional de Cortometraje y Cine Alternativo de Benalmádena. Más que un libro, “un viaje a través del tiempo y de la historia, una bajada a los infiernos de origen del mito vampírico”, como bien dice en su sinopsis. Y acabo con el título de su libro: VAMPIROS. La Sangre Es la Vida.

MARCOS ANTONIO LÓPEZ ZARAGOZA (El escritor de Benalmádena).

 


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