EL FIEL TORCIDO DE LA BALANZA de José Carrasco Llácer
“No tenía muy claro lo que quería hasta que leí a Pedro Juan Gutiérrez: «Qué tú haces, carajo.¿Escribir para agradar y entretener a gente correcta, timorata y aburrida? Hay que hacer temblar sus buenas maneras». Pero, debo confesar que no lo consigo bastante, se lamentaba conmigo el autor de “El fiel torcido de la balanza”, y abundaba con las mismas palabras de aquel escritor cubano: «Me gustaría conjurar al demonio y escribir lo que la gente oculta. Meterme en su cerebro, y después escribir sin miedo». Sin embargo, cuesta llegar al límite y sobra miedo. Con esas palabras me entregó su manuscrito en busca de opinión y crítica. “El fiel torcido de la balanza” es una obra, que podría calificarse, sin serlo, dentro del género de la novela negra; un libro en el que se conjugan amores, intrigas, pasiones, celos, venganzas, crímenes, y pone en evidencia el disfraz de ciertos premios, que no de todos, por supuesto. Nunca hay certezas absolutas en lo escrito, sino dudas necesarias. Una novela que se aproxima al mundillo literario, pero no solo. Una novela donde en la historia que relata, no importa tanto la pluma y el talento, sino la retranca, el poder y el dinero. Una novela, en la que se manipula en nombre de lo divino, lo que se tiene por sagrado, para desarrollar un estilo mafioso y malvado que justifica los medios. Su autor construye un castillo, con materiales que provienen de lo funesto, de la desgracia, de la tribulación, como algo que persigue al protagonista con la saña de lo adverso: el amor perdido, la familia deshecha, la propiedad arrebatada, el despido. Todo va derrumbándose con la sola fuerza de un soplo que derruiría un castillo de naipes al mismo tiempo, para que a la postre quede una tela de araña tejida en el vacío con el detalle de un encaje de bolillos. El narrador-protagonista está en un estado de deriva, como si su existencia se tratase de un permanente naufragio. En este contexto, donde la traición y la mentira se imponen, cuando la vida se hace más insoportable, funciona “El fiel torcido de la balanza”, como la percepción más extraña del sinsentido. Tras la experiencia del desengaño, todo se precipita en un hondo vacío, en la soledad total. Como dice Ricardo Piglia en “El camino de Ida”, su último libro: «El mundo verdadero es tenebroso, psicótico, corporativo, ilógico». Cuando leía el capítulo del “Dies Irae” de la catedral no me parecía que fuera Mozart quien estuviera presente con su música, sino Mallarmée con su poema «Une dentelle s’abolit…». El velo se ha rasgado. El mundo se reduce a nada. El principio de vida —la complacencia de eros— queda quebrantado. No era el “Dies illa” de Mozart, sino otro muy distinto en un escenario calamitoso y desolado. Los esqueletos que algún día serán juzgados presentarán el mismo aspecto siniestro que tienen ahora, según el horror del himno de Celano. Un contraste que, lo haya pretendido o no el autor, es todo un logro. “El fiel torcido de la balanza” es una novela algo compleja en su estructura, en la que, al menos toda la primera parte, es un “feedback” permanente, un círculo que se retroalimenta, para desembocar en la segunda en una solución lineal. Contiene una crítica a cierto mundillo editorial. Utiliza un lenguaje justo y depurado, que ha reducido en aras de la claridad y de la facilidad de lectura, que el lector agradece.«Llegar al límite, perder el miedo», eso es propósito, le dije entonces. Y ahora, al terminar de leer “El fiel torcido de la balanza”, añado: «talento para ello no falta».
© Bárbara Fernández Esteban 2013 ***************************** “El fiel torcido de la balanza” a fecha de hoy, ya está en la calle editado por “La fábrica de libros” una bonita edición en la que el autor ha incluido, como prólogo, la opinión que le di sobre él tras mi lectura. Me siento muy honrada por ello, pero esto no influye un ápice para seguir diciendo que es una lectura muy recomendable porque pocos autores se atreverían a ahondar en los temas que toca. Me consta que desde su salida, la pasada semana se han vendido varios centenares de esta edición y estoy segura que seguirán muchas más. Bárbara