“Quisiera tener la voz de Leonard Cohen para pedirte que te marcharas”, de Oscar Sipán.
Editorial Base. Octubre 2013.
Reseña La colección de relatos que conforman “Quisiera tener la voz de Leonard Cohen para pedirte que te marcharas” de Oscar Sipán, es un verdadero mosaico de acontecimientos. Todos ellos llevan la medalla del mérito colgada al haber sido premiados en distintos concursos literarios de prestigio. Un libro que sabe de reconocimientos y plusvalías en un mundo literario que precisa de coraje y excelencia. Dieciséis cuentos que muestran un dramatismo contenido que corre parejo con el dinamismo pausado de la acción narrada. Todos remansan una contemplación emotiva a la que acompaña un lirismo sorprendente en sus metáforas, que camina por una senda sombreada de un nihilismo existencial que se contrapone, aunque no siempre, con la búsqueda de un resquicio final de esperanza y sueños. Tienen la virtud de desatar la expresión de los afectos al precio de dejar suspendido el ánimo en la conmoción. En casi todos sus cuentos hay un contrapunto calculado al límite que funciona desde el amor/desamor a un duelo que conmueve y destila desolación, sin perjuicio del deleite en la lectura. Como si la voluntad de suscitar emociones obtuviera necesaria e inmediata recompensa. En casi todos los cuentos, pero especialmente en los titulados: “El Dios de las camareras”, “Rompeolas”, “Algo que está por desaparecer”, “Amores imposibles”, “Cuarenta días de niebla”, se experimenta la sensación de que uno de los personajes, aquellos con quienes se ha mantenido una relación intensa, en un momento se disuelven en la nada para dejar un poso de nostalgia como un resto objetivo sin sentido. No hay futuro, sino repetición. Sin embargo, en estos y en algún otro, Sipán no puede evitar un especie de anhelo inevitable por el ansiado y querido momento de felicidad perdida que roza lo sublime después de un descanso en la nada; una muerte con necesidad de paraíso. Quizá, una rebelión que deje constancia de ser y haber sido. En otro relato, no menos corrosivo y terrible: “Cordero de Dios”, muestra una existencia prefijada en un error colectivo sin otra salida que, tras el espanto, el exilio de sí mismo. Los cuentos de Sipán no plantean la idea de muerte y transformación, sino la idea de metamorfosis inexorable de la propia existencia. Un libro recomendable, una lectura de ciento veinticuatro paginas cuyas historias perforan la memoria como el bolero que precede al primer beso. Hay un relato que merece una mención particular. Si los buenos escritores, investidos de algo que los hace dioses por la probidad del “hágase” se sienten auto complacidos, sospecho que Oscar Sipán con “El talento de las moscas” debe sentirse más. A mi me pasaría no obstante la ración de modestia que me impongo cada día sin motivo alguno. Pero él que lo tiene, ver en tecnicolor su relato en un cortometraje de excelente factura, dónde se subraya con trazo fuerte la ternura y el poder de los sueños, sólo de recordarlo debe contagiar la sonrisa y la afección; a mí que he leído y he visto me ha contagiado, y a los que lean y vean, debería. El otro relato, denominado “Il mondo mio”, también ha dado ocasión a las imágenes de un corto. Un relato excelente que dice casi todo y un corto que todo lo sugiere, menos el futuro. Hay un titulo: “La invisibilidad de los microbios” que por si mismo forma un mosaico aparte, constituido solo por micro relatos. Imagino que el autor lo ha incluido en el libro como más hitos en el palmarés de sus obras premiadas, sin que guardara más relación que el parentesco que suponen los abrazos por las felicitaciones y los laureles literarios. Según mi costumbre de poner banda sonora a lo que leo, esos cuentos que me han sacudido el ánimo y la complacencia los he acompañado sin estridencias con las baladas de Coltrane, y con algún bolero. Pero “La Jaula de Faraday y The Lord is my shepherd, de John Rutter, a la vez, me han sacado las lágrimas y me he acordado de Nelson Marra.©
Bárbara Fernández Esteban. Diciembre 2013.