Este singular, multicolor y humanísimo poemario reúne con intención y emoción "los universales del sentimiento humano": el amor, la distancia de los seres queridos y/o admirados, la exaltación ante la naturaleza, el contacto con objetos domésticos, la señales de identidad, la muerte... En estos contenedores de significados y pequeñas cajas de música, el poeta canta, canta casi siempre, y lo hace de modo impresionista y abstracto, sobre todo con ritmos neopopulares y neoclásicos, conectando la comunidad consigo mismo de manera bidireccional. Y lo expone con naturalidad y sinceridad, pero reconociendo y sin esconder sus referencias literarias y sus maestros, de una manera simbólica en muchos casos aunque sean casos vividos-pues sinceridad no significa mala educación u obscenidad o la confesión de un yo descarnado que pide sangre o compasión o cuentas. Amante de la mitología grecolatina, en muchos versos se manifiesta con la técnica y la forja de Hefesto o Vulcano, o acordándose de los más débiles como su competidor Ares, o con el arte y el salero de un Apolo gaditano más bien dionisíaco, barroco y distraído. No olvida la fuerza inspiradora de Afrodita, que a la noche bailó y se bañó desnuda en albercas moras y playas tartésicas de su tierra, dejando en la retina de este poeta la poderosa huella y la expresión de la belleza.