Un relato corto, a pesar de su brevedad, puede ser profundo, y este lo es. Porque su personaje, el pequeño Mario, habita en el interior de cada persona, de cada lector. Su frágil y delicado corazón late —a veces sin darnos cuenta— en todos nosotros. Y da vida a los mismos sentimientos y ansias de libertad, plenitud y grandeza que movilizan y dan sentido a nuestra existencia. La riqueza de las imágenes poéticas que nos regala su autor invita a saltar del corazón de Mario al del lector, un ejercicio que no queda satisfecho con una única lectura del texto, sino que reclama —por el gusto de leer y de soñar— segundas lecturas. No quedará insatisfecho quien, llevado por las alas de su corazón, se lance a la búsqueda del horizonte de sus propias utopías, impulsado por la imaginación y la fuerza atractiva de la literatura.