Simulacros

  • Autor: Alejandro Elissagaray
  • Biografía Autor: Alejandro Elissagaray
  • Género: Poesía
  • ISBN: 978-987-29317-3-5
  • Nº Páginas: 98
  • Encuadernación: Tapa blanda
  • Año: 2017

PRÓLOGO Hace ya muchos años que Alejandro Elissagaray me honra con su amistad austera y reservada. Estoico observador de la vida, con aparente timidez, que parece superar a la cautela; siempre pruden­ te antes de expresar una opinión, que por lo general suele resultar concisa y definitiva. Algo temeroso de mostrar el auténtico poeta que hay en él, ha publicado lo justo, sin resignarse nunca a la fatuidad, tan propia de nuestra época. Su obra original es parca, ya que la repasa y la lima constantemente. Prefiere la lectura, la reflexión, el comentario de otros textos y el ejercicio generoso de escribir sobre aquellos que tiene en su consideración. Con entu­ siasmo me ha hecho llegar Simulacros, su reciente poemario, para que le dedique unas palabras. Al iniciar la lectura, recuerdo que en una página de Mario el epicúreo, su brillante autor, el teórico y novelista inglés Walter Pater, afirma que todas las artes aspiran a la condición de la música, que son formas puras. Ahora bien, lograr música con las palabras, con la entonación de cada palabra, hace que la poesía no sea menos misteriosa que la propia música, y quizá lo es más, ya que cada estrofa poética tiene su melodía y su tono y, asimismo, las delicadas y entrañables connotaciones con las que el tiempo va enriqueciéndola. Como recurrente lector de poesía, he sospechado siempre que la voz del poeta, el acento propio, la música elegida para cada palabra, es quizá lo esencial deeste arte maravilloso. El ritmo no es solo el elemento más anti­ guo y permanente del lenguaje; acaso puede ser anterior al habla misma. Así, en este curioso volumen todas las expresiones verba­ les son sensibles a la música, sin excluir las formas más abstractas o complejas.También creo, por otro lado (y estos poemas 10 de­ muestran), que la poesía, es mucho más que la metáfora o la fábu­ la. Sobre todo cuando hay un alto lirismo que vibra en cada verso. Este grato libro de Elissagaray deja oír la musicalidad de la voces de Rubén Darío y de Leopoldo Lugones. Sus palabras, la música de sus palabras, son fieles al sentido y a la forma, 9 La busca de la belleza es un ideal en sí mismo, que no necesi­ ta ser explicado, pues tiene presencia propia. Sin proponérselo, acaso sin saberlo, Alejandro Elissagaray ofrece a nuestra épo­ ca, la felicidad singular de la épica. Se afirma que la poesía nació con la epopeya; en este caso regresa a sus raíces. Cito al pasar una de las tantas estrofas que la memoria no perderá: El mundo ha caído. Se oye el relámpago sobre el embrión del abismo. Yel hombre ha caído, donde soñaba antes del diluvio. He observado, desde el principio, que la noche está resonando a lo largo de la poesía de Elissagaray. Es, como Manuel Machado, un poeta que la ha hecho suya y la recrea con un sentido estético, altamente emotivo en muchos de sus versos: ¡Qué belleza una palabra hecha de noches! ¡Qué misterio! ¡Qué destino de violines el silencio cuando el sol dibuja un deseo! o en el poema "Arcano", donde nos recuerda que: La noche clarea en los mares, atraviesa la piel, .penetra en los templos, dibuja aún las tibias mañanas, encuentra elfulgor de los bosques olvidados. 10 También cuando reclama preciosaments que: La noche no perdona a las víctimas del crepúsculo... Diáfana, dueña de un lirismo estremecedor, libre y en busca cons­ tante de belleza, la poesía de nuestro amigo brilla a lo largo de cada composición. Lo repito, es una felicidad leer y comentar la poesía de Alejandro Elissagaray. Roberto Alifano PRÓLOGO Hace ya muchos años que Alejandro Elissagaray me honra con su amistad austera y reservada. Estoico observador de la vida, con aparente timidez, que parece superar a la cautela; siempre pruden­ te antes de expresar una opinión, que por lo general suele resultar concisa y definitiva. Algo temeroso de mostrar el auténtico poeta que hay en él, ha publicado lo justo, sin resignarse nunca a la fatuidad, tan propia de nuestra época. Su obra original es parca, ya que la repasa y la lima constantemente. Prefiere la lectura, la reflexión, el comentario de otros textos y el ejercicio generoso de escribir sobre aquellos que tiene en su consideración. Con entu­ siasmo me ha hecho llegar Simulacros, su reciente poemario, para que le dedique unas palabras. Al iniciar la lectura, recuerdo que en una página de Mario el epicúreo, su brillante autor, el teórico y novelista inglés Walter Pater, afirma que todas las artes aspiran a la condición de la música, que son formas puras. Ahora bien, lograr música con las palabras, con la entonación de cada palabra, hace que la poesía no sea menos misteriosa que la propia música, y quizá lo es más, ya que cada estrofa poética tiene su melodía y su tono y, asimismo, las delicadas y entrañables connotaciones con las que el tiempo va enriqueciéndola. Como recurrente lector de poesía, he sospechado siempre que la voz del poeta, el acento propio, la música elegida para cada palabra, es quizá lo esencial deeste arte maravilloso. El ritmo no es solo el elemento más anti­ guo y permanente del lenguaje; acaso puede ser anterior al habla misma. Así, en este curioso volumen todas las expresiones verba­ les son sensibles a la música, sin excluir las formas más abstractas o complejas.También creo, por otro lado (y estos poemas 10 de­ muestran), que la poesía, es mucho más que la metáfora o la fábu­ la. Sobre todo cuando hay un alto lirismo que vibra en cada verso. Este grato libro de Elissagaray deja oír la musicalidad de la voces de Rubén Darío y de Leopoldo Lugones. Sus palabras, la música de sus palabras, son fieles al sentido y a la forma, 9 La busca de la belleza es un ideal en sí mismo, que no necesi­ ta ser explicado, pues tiene presencia propia. Sin proponérselo, acaso sin saberlo, Alejandro Elissagaray ofrece a nuestra épo­ ca, la felicidad singular de la épica. Se afirma que la poesía nació con la epopeya; en este caso regresa a sus raíces. Cito al pasar una de las tantas estrofas que la memoria no perderá: El mundo ha caído. Se oye el relámpago sobre el embrión del abismo. Yel hombre ha caído, donde soñaba antes del diluvio. He observado, desde el principio, que la noche está resonando a lo largo de la poesía de Elissagaray. Es, como Manuel Machado, un poeta que la ha hecho suya y la recrea con un sentido estético, altamente emotivo en muchos de sus versos: ¡Qué belleza una palabra hecha de noches! ¡Qué misterio! ¡Qué destino de violines el silencio cuando el sol dibuja un deseo! o en el poema "Arcano", donde nos recuerda que: La noche clarea en los mares, atraviesa la piel, .penetra en los templos, dibuja aún las tibias mañanas, encuentra elfulgor de los bosques olvidados. 10 También cuando reclama preciosaments que: La noche no perdona a las víctimas del crepúsculo... Diáfana, dueña de un lirismo estremecedor, libre y en busca cons­ tante de belleza, la poesía de nuestro amigo brilla a lo largo de cada composición. Lo repito, es una felicidad leer y comentar la poesía de Alejandro Elissagaray. Roberto Alifano PRÓLOGO Hace ya muchos años que Alejandro Elissagaray me honra con su amistad austera y reservada. Estoico observador de la vida, con aparente timidez, que parece superar a la cautela; siempre pruden­te antes de expresar una opinión, que por lo general suele resultar concisa y definitiva. Algo temeroso de mostrar el auténtico poeta que hay en él, ha publicado lo justo, sin resignarse nunca a la fatuidad, tan propia de nuestra época. Su obra original es parca, ya que la repasa y la lima constantemente. Prefiere la lectura, la reflexión, el comentario de otros textos y el ejercicio generoso de escribir sobre aquellos que tiene en su consideración. Con entu­siasmo me ha hecho llegar Simulacros, su reciente poemario, para que le dedique unas palabras. Al iniciar la lectura, recuerdo que en una página de Mario el epicúreo, su brillante autor, el teórico y novelista inglés Walter Pater, afirma que todas las artes aspiran a la condición de la música, que son formas puras. Ahora bien, lograr música con las palabras, con la entonación de cada palabra, hace que la poesía no sea menos misteriosa que la propia música, y quizá lo es más, ya que cada estrofa poética tiene su melodía y su tono y, asimismo, las delicadas y entrañables connotaciones con las que el tiempo va enriqueciéndola. Como recurrente lector de poesía, he sospechado siempre que la voz del poeta, el acento propio, la música elegida para cada palabra, es quizá lo esencial de este arte maravilloso. El ritmo no es solo el elemento más anti­guo y permanente del lenguaje; acaso puede ser anterior al habla misma. Así, en este curioso volumen todas las expresiones verba­les son sensibles a la música, sin excluir las formas más abstractas o complejas.También creo, por otro lado (y estos poemas lo de­muestran), que la poesía, es mucho más que la metáfora o la fábu­la. Sobre todo cuando hay un alto lirismo que vibra en cada verso. Este grato libro de Elissagaray deja oír la musicalidad de la voces de Rubén Darío y de Leopoldo Lugones. Sus palabras, la música de sus palabras, son fieles al sentido y a la forma, La busca de la belleza es un ideal en sí mismo, que no necesi­ ta ser explicado, pues tiene presencia propia. Sin proponérselo, acaso sin saberlo, Alejandro Elissagaray ofrece a nuestra épo­ ca, la felicidad singular de la épica. Se afirma que la poesía nació con la epopeya; en este caso regresa a sus raíces. Cito al pasar una de las tantas estrofas que la memoria no perderá: El mundo ha caído. Se oye el relámpago sobre el embrión del abismo. Yel hombre ha caído, donde soñaba antes del diluvio. He observado, desde el principio, que la noche está resonando a lo largo de la poesía de Elissagaray. Es, como Manuel Machado, un poeta que la ha hecho suya y la recrea con un sentido estético, altamente emotivo en muchos de sus versos: ¡Qué belleza una palabra hecha de noches! ¡Qué misterio! ¡Qué destino de violines el silencio cuando el sol dibuja un deseo! o en el poema "Arcano", donde nos recuerda que: La noche clarea en los mares, atraviesa la piel, .penetra en los templos, dibuja aún las tibias mañanas, encuentra el fulgor de los bosques olvidados. También cuando reclama preciosaments que: La noche no perdona a las víctimas del crepúsculo... Diáfana, dueña de un lirismo estremecedor, libre y en busca cons­ tante de belleza, la poesía de nuestro amigo brilla a lo largo de cada composición. Lo repito, es una felicidad leer y comentar la poesía de Alejandro Elissagaray. Roberto Alifano Alejandro Elissagaray nació el 8 de septiembre de 1954 en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina. Escritor, docente y periodista. Ha publicado los poemarios Poemas ígneos (1976; La piel de la hoguera (1979) y Simulacros (2017); el ensayo Los Universos de Castelpoggi (1997);las antologías de las obras de Luis Benítez (2001) y Los poetas del'80 (2002);los libros de conversaciones con escritores argentinos Itinerarios (Conversaciones con Luis Benítez, tomos 1 y 2, respectivamente 1994 y 1997, con ensayos preliminares de Pamela Nader); Diálogos con Atilio Jorge Castelpoggi (2001, con ensayo epilogal de Pamela Nader);Intramundos. Conversaciones con Elizabeth Azcona Cranwell (2004) y en colaboración con Silvia Beatriz Amarante Interstiticos. Conversaciones con Jorge Aulicino y Así pasan los años. Conversaciones con Roberto Alifano.Sus textos han sido seleccionados en la edición bilingûe Antologia della Poesía Argentina, traducida por Emilio Coco y compilada por Amarante. Ha dirigido la revista cultural Nueva Generación de 1995 a 1999. Ha colaborado, entre otras, en las revistas Ulises; Generación '83; La República; Nueva Sion;El Frontón; Locas;Proa; Prueba de galera; Soles; La escuela paso a paso y Reloj de agua y en los diarios La Prensa y El Tiempo (Azul) Entre otras distinciones ha obtenido el Tercer Premio de Poesía 1995 de la Fundación Inca y la Mención de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE.

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