Resistencias

  • Autor: Eziongeber Chino Álvarez
  • Género: Literatura y Novela
  • Nº Páginas: 216
  • Formato eBook: PDF
  • Año: 2021

Crónicas del Olvido “RESISTENCIAS"/ CRÓNICAS Y RELATOS”, DE EZIONGEBER “CHINO” ÁLVAREZ **Alberto Hernández** 1.- Un piedra elabora una elipsis en el aire mientras el humo atraganta la mirada de quien corre para evitar el golpe, de donde provenga, porque la batalla es campal y “el sálvese quien pueda” suena en la boca de un espanto anónimo. Quien corre memoriza el instante, prefabrica eventos olvidados de los primeros años de pedradas, planazos y mentadas de madre. Pero eran otros los tiempos, porque a pesar de todo eso no había cárcel para estudiantes menores de edad ni expedientes o prohibición de salidas del país, aunque sí mucha mala intención, como en todas partes. Y el país se construía roca a roca, cemento a cemento, carajazo a carajazo libro a libro, a canto o desencanto: Era un país donde inclusive se resistía a placer, con una cerveza o un refresco luego de la refriega. Y así. Ahora, en estos días escabrosos, cuando ya no hay universidades, hospitales o centros culturales que funcionen, la Resistencia se aproxima al desgaste total: a la muerte, al desvarío o al destierro. Y desde cualquier espacio se siente que alguien resiste, se resiste, grita, llora, maldice, canta, recita, se agita. O mantiene la mirada en la humareda, en la piedra que se desliza aérea y cae sobre la cara de quien será el receptor de una futura cicatriz. O de una urna. Generalmente los que resisten son los jóvenes. Los viejos han quedado para las pancartas y las declaraciones, porque la resistencia de la tercera edad es más sublime. Parece un verso olvidado, pero resiste: sale a la calle, vocifera, abraza, saluda, llora y hasta muere en una cola del banco para cobrar la miseria dela pensión o fallece de hambre en una esquina, mientras un policía pasa en una moto con un iPhone pegado de una oreja. Resistir es también una contradicción. Este país siempre ha resistido. Se ha resistido incluso a resistir muchas veces. Y hasta se ha hecho el loco a la hora de resistir. Pero hay resistencia en el silencio, en la no resistencia, en la boca fruncida del anciano que recorre lentamente las calles con los zapatos rotos. O en la mirada opaca del muchacho que también camina en chancletas: habría que hacer una encuesta para saber cuánta gente, jóvenes sobre todo, anda en chancletas por las distintas avenidas de Venezuela. Esa forma de sufrir es también una manera de resistir porque el paisaje así lo denuncia. Y mientras el enchufado o el chafarote uniformado anda en su camioneta, el ojo avizor del caminante asolado lo mide, lo increpa en silencio, lo resiste, lo maldice. 2.- Una veintena de crónicas y relatos cohabitan en estas páginas que ha publicado la Editorial Ítaca, C.A. en la colección Biblioteca El país de los turpiales, originales de Eziongeber “Chino” Álvarez, un hombre que escribe, escribe y escribe con unas resistentes ganas, tan resistentes que nos hace, como lectores, persistir en la idea de que quien escribe es un muchacho, el que lanza la piedra y logra la elipsis sobre un país abrumado. Y en cada crónica o relato, tan bien contados o escritos que parecen relatos y crónicas imbricados por una imaginación tan libre que parece ficción, cuya realidad es tan cercana al lector que lo empuja a decirse también el muchacho que lanza la ñasca contra el poder , que a su vez lanza una bomba lacrimógena a los escolares o hace un disparo al pecho de otro muchacho que ahora es un cadáver que sonríe, tan trágico el cadáver que pasa a ser un nombre histórico, parte de la resistencia de un país al que le falta un poquito de cojones para salir de esta locura que es la realidad, puesta en escena por Álvarez con su muy buena escritura, en la que nos hace ver que no se escribe en vano, que la Resistencia es parte del plato diario, del ´memento mori´ de nuestra absoluta testarudez contra los demonios de los déspotas. 3.- Una particularidad de la escritura del “Chino” Álvarez radica en su capacidad para deslizar la piedra del humor negro, tanto que es seria su participación en la seriedad de su desempeño. Cada nota, cada expresión roza y ahonda lo venezolano, la manera de decir del que nació o se asentó en esta tierra convulsa. Desde esa manera de escribir, de expresar su “Resistencia”, nuestro autor mantiene al lector pegado de la página. Entonces quien lee sonríe, hace mutis, muestra un rictus, se mueve en la silla, se rasca la cabeza o cierra los ojos para pensar que es posible mostrar el país que nos agobia de manera diferente. En esa veintena de crónicas y relatos hay de todo: está todo el país que nos subsume. El país que nos mata. El país que nos obliga a protestar, a tirar la piedra sin esconder la mano. A maldecir la maldición procurada por los criminales, por los abusadores del poder. He leído este libro a saltos. Como se lee un libro capaz de provocar rasquiña. Lo he leído con o sin razón para no dejar escapar un grito. Para sostenerlo entre la rabia y la sonrisa. Entre el miedo y la carrera hacia el tumulto de policías y guardias nacionales. Hacia el burócrata ignorante que se burla de la gente. Hacia el ingenuo que defiende la puñalada trapera que le propina un hombre o una mujer que nunca ha leído un libro, y que por haberlo leído –si es el caso- es su miseria, su lesa brutalidad. Pero también lo he leído con alegría. Con la alegría de disfrutar una manera eficaz de resistir. Eziongeber escribe desde él mismo. Desde su yo como parte del país que vive. Escribe desde la sinceridad de su talante. Sin miedo, porque el miedo, aunque sea libre, es también parte de la resistencia, pero a veces es preciso resistirse al miedo. Y como toda contradicción es válida a la hora de decir o no decir, este es un libro para no perder la paciencia, para solventar olvidos, para volver a mirar con curiosidad la curva que hace la piedra y el ruido que provoca al estrellarse contra el pavimento.

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