Estos relatos que, al parecer, te vas a atrever a leer, no tienen ninguna pretensión aparte de divertirse un rato. La mayoría de ellos los escribí para un taller denominado Narratoterapia. Unos los escribí de propio, como se dice en Aragón, unos se utilizaron y otros no, y el resto, escritos con anterioridad, también se usaron. Lo que fue muy divertido ver los relatos representados por los terapeutas del centro de día; Encuentro, de la fundación; La Caridad, en Zaragoza capital. Ya te advierto que aunque el título reza; Relatos para no pensar, puede ser que te dé por pensar, que te rías, pero que te dé por pensar. Hay muchos temas tratados con humor, ironía, sarcasmo, cosa que cuando escribo relatos no puedo evitar, no así con los poemas. A mi modo de ver el humor es el secreto de la felicidad. Hay que saber ver la parte cómica de las cosas, aprender a reírse, reírse de sí mismo, antes que de los demás. Hay que perder el miedo al ridículo, tomarlo como algo positivo que nos puede ayudar a relajar, desinhibir, y quitarle hierro a los problemas que en esta vida no vas a poder evitar. El sentido del humor, al mío me refiero, es la mejor herencia que me pudo dejar mi padre, que hasta en los momentos más difíciles tenía tan a tiempo una anécdota, una risa, un chiste absurdo, un; Dios ahoga pero no aprieta.