Hay mucho en común entre el título de esta selección de poemas y Koroa Batekin. Algo propio, me atrevería a afirmar. Es una declaración intimista y personal, como casi todo lo que suele crear. Extrapolar sus vivencias es algo así como un rito o una debilidad. En verdad, no es que haga suyo todo cuanto encuentra a su paso, sino que ya habitada en su interior esas palabras enraizadas, hasta que las inclemencias del tiempo, la llevaron a guarecerse bajo el mismo abrigo de aquel frondoso árbol en el gélido invierno y en su fresca sombra en el más sofocante verano. Estos sentimientos encontrados nunca serán casuales, ni sale en busca de ellos, no le hace falta alguna. Por el contrario, basta con mirar de reojo en lo más interno de si misma para ver brotar ese nuevo tallo que anhela convertirse en la más sublime de las flores. La relación de Koroa Batekin con este título se basa en la continua búsqueda de su propia esencia, de conocer las riquezas de su mundo interno, de la disconforme y rebelde actitud frente a lo que ya conoce y no cree. Por ello se entrega al destino dejándose sentir para que sea su esencia la que la halle, la ilumine y la abrace para siempre... Como Koroa Batekin y sus poemas encontrados.