En Los corazones anestesiados, Fegale, más allá de la técnica, los artificios y la “ortodoncia” o ropaje escritural, apela a la fuerza de la palabra como vehículo de las emociones, pensamientos y sentimientos, es el texto como verdad lo que conmueve y lleva a la reflexión, empatía y/o solidaridad con el personaje avasallado por sus propios problemas o su sino en caída libre donde el suicidio pareciera ser la única salida. Es curioso que la simpleza haya sido siempre la expresión habitual de los clásicos y que la naturalidad (no naturalismo) implique algo más que realismo, algo más que contar por contar, una característica de los escribidores o cuentaoralistas natos que pueden llegar a convertir en imágenes reales lo que sucedió (o no sucedió) en otro tiempo. [Rodolfo Ybarra]