A Lope se le puede retratar, desde aquellos tiempos en los que vivió, yendo allí, o desde estos que ahora vivimos. Aquellos retratos lo pincelaron de héroe por lo general. Esta pintura sigue de actualidad, por el hipnotismo que causa su rimar vital en los historiadores, su trovar circense entre los literatos y por miedo a perder relumbrón de nuestros oros por asomarse a las simas lopescas. Desde aquí y hoy esas estampas, ahora pixeladas, lo muestran, se sabe, como un delincuente amoral que escribía para empujar la fecha de ingreso en asilo mental. Amoral porque los "buenos" delincuentes llevan con orgullo sus delitos: al fin y al cabo sus "obras" son. En cambio Lope se repinta sin rebozo y se aplica sus barnices. La figura engaña y el lustre aguanta. Hay que restaurar aquellas imágenes de Lope para que se vea al indecente. Hay que traerle a esta luz de ahora, hecha de luminosidad digital que tan cruda definición da. Esta es una primera parte que lleva al lector hasta las orillas de ese orbe mujeril que tanto exprimió...