Hay pérdidas que se asumen como lógicas, y de alguna manera nuestra alma está preparada para enfrentarlas. No sin dolor, pero sí con aflicción resignada. Hay otras partidas que nuestra mente no imagina, y nuestro corazón parece no tener la fuerza de soportar… pero aprende a aceptarlas porque nuestra alma es como el junco: puede parecer que cae, pero solo se dobla y vuelve a levantarse a pesar del vendaval que lo abate. Sobre eso tratan estas páginas. Sobre el seguir adelante y no dejar que el dolor de la pérdida nos venza. Quienes partieron siguen con nosotros, su esencia estará rodeando nuestras vidas hasta que partamos también. Como la energía, nunca desaparecemos, solo cambiamos de forma. Lo que vemos es temporal y lo que no vemos es eterno. Estas páginas nos piden que no dejemos que el dolor de no ver frente a nosotros a nuestro ser amado nos impida ver lo que es real: ¡sí hay vida después de la vida, y quienes parten siempre están aquí!