Un libro es una puerta abierta a la mente del autor. Cuando escribo siento que me doy, me disuelvo, desa- parezco. Me convierto en todo lo que existe. Con mi nuevo libro de cuentos, La muerte del colibrí, quiero invitarlos a recorrer un universo diferente, descarnado, aparentemente sin sentido. Este, como en la vida, al final, sigue un orden: el del caos. A mi parecer, encon- trar este orden es uno de los sentidos de la vida y lo que, además, la hace interesante. Escogí La muerte del colibrí como título por los extremos conjugados en la fragilidad de la imagen de la portada. Por un lado: el picaflor, un pajarito que por muchas razones a todos nos llama la atención, es, en mi opinión, una representación inequívoca de la inocencia, del alma. Y por el otro: el fin de la misma, la inercia, lo inespera- do e incomprensible. La idea de que en el mundo existen muchos mundos no está lejos de la realidad. Estos mundos están compues- tos por puertas y llaves que aseguran la continuación y supervivencia del ser humano. Romper estos códigos significa la condenación eterna, la muerte del alma: la muerte del colibrí.