Año 4 dC., Reghium, sur de Italia. Julia, la hija única de Octavio Augusto, emperador de Roma, lleva desterrada 7 años. Recibe la visita de su antiguo maestro, el pedagogo Clodio Manilio. Julia acaba de enterarse de la muerte de sus dos hijos mayores Cayo y Lucio, de 23 y 19 años respectivamente. Estas pérdidas suman a Julia en un estado melancólico. Mujer que durante su vida pasó de ser divinizada a ser degradada y exiliada por inmoral... Porque su vida siempre fue una constante cadena de acontecimientos trágicos, ligados al destino a la Roma, que pasa de República a Imperio. Gracias a Clodio, Julia comienza a rememorar lo que ha sido su vida hasta entonces: su infancia junto a su madrastra Livia, sus relaciones con su padre Octavio, el todopoderoso señor de Roma; la evocación de sus tres matrimonios, con Marcelo, Agripa y Tiberio; así como sus fiestas romanas, sus aventuras amorosas, su misterioso viaje a Oriente y la sucesión de acontecimientos políticos y familiares que le llevaron al destierro... Julia reflexiona en cada capítulo sobre cada una de las personas que participaron en su vida, la mayoría de su familia julia-claudia, pero también de otros que se cruzaron en algún momento, como el poeta Ovidio, el pintor Quinto Pedio o el fascinante rey de Judea, Herodes. También su madre, Escribonia aparece en su injusto destierro tratando de salvar a su hija y de salvarse a sí misma. La historia de Julia (absolutamente verídica e histórica) se nos aparece como una romántica contraposición de la vida marcada por el destino inmutable con las pompas y los vicios de su edad, junto a la firme convicción de un designio divino.