Gorriones que anidan en las manos podría ser el nombre de una misa pagana a la que asisten los integrantes de una familia, los veci- nos, los animales de un pueblo. Hay un tono monocromo en el salón, y son silbidos, el sonido de la lluvia, el silencio de una calle, del río o de una habitación, los que tiran de la mano a quie- nes envejecen. Como diciéndoles, vamos, arriba, sigamos con lo nuestro que haya amor en el trabajo de la vida, que no se descas- care o formas diferentes de concebir un paisaje, qué se ve alrede- dor, quiénes se oyen, si nombramos las personas ya nos acompa- ñan. Este libro es una invitación a recorrer caminos conocidos y en contradicción parados en la esperanza. Tamara Domenech