El hecho, nada premeditado, de convertirse en escritor, obedece a determinada forma de vivir y percibir la vida que, irremediablemente, conduce al sujeto a sentarse y registrar todo cuanto le ocurre, tamizado, como es bien comprensible, con el filtro de su obsesiones. En ese proceso se mueve el autor-personaje (y viceversa) de esta novela, de este concentrado de acción, siempre a la búsqueda del momento definitivo, con la intención de cazarlo y dejar que fluya en unas páginas que seguro despertarán nuevas sensaciones en esos lectores que aún no cruzaron la línea. Ambientada en los bajos fondos de la “Corduba” oculta y primeros años de la Belle Époque XXI, la novela nos introduce en el secreto y difícil mundo de las inmigrantes del Este a la par que narra las peripecias cannaprostibularias del autor-personaje, el cual se sirve de varios ( ¿tres?) álter ego para ilustrar las arriesgadas situaciones a que le llevan sus dudosos hábitos. Así, vemos al cliente como guía turístico y corruptor cultural de prostitutas, al otro enfrascado en el día a día de la cultura y costumbres eslavas, al sibarita, depositario de la vocación literaria que lo ha de salvar y arruinar a un tiempo, consagrado a un estudio in situ sobre las interacciones ambientales de la embriaguez, en continua evolución, junto con su estilo y la narración en sí, hasta aparecer como autor-personaje de la misma. Todo en una serie de secuencias disparadas con transiciones en fundido, en rubio.