¿Es necesario esperar a que nos pasen cosas perfectas para llegar a pensar que somos completamente felices?, ¿o con pequeños acontecimientos diarios podemos también sentirnos de esa manera? Uno de los planteamientos fundamentales es la valoración de cada situación que vivenciamos. A partir de cualquier acontecimiento, podemos revertir nuestras percepciones, que hasta ahora habían sido desvalorizadas y sin mucho sentido, y comenzar a percibirlas como un “beneficio” que está sucediendo y que tenemos la dicha de poder estar allí, en ese preciso momento. Podemos implementar e inventar nuevas formas de enfocar los actos cotidianos, es decir, observar los momentos con total interés y darnos cuenta del valor que cada situación tiene, permitiendo reencontrarnos con nosotros mismos y acceder al camino del bienestar. La culminación de este trayecto nos depositará en un avance jamás vivenciado, y su desenlace habrá logrado lo que siempre buscamos: la serenidad que nos mantenga eternamente estabilizados emocionalmente.