Cuando apareció el cadáver de Luis, los naipes de las posibles causas de su fallecimiento comenzaron a barajarse en la timba de sus amistades. Todo podía valer para explicar la muerte de un joven condenado de antemano por cuestiones de sexo e ideología en una época y en un país donde los colores comenzaban a combinarse socialmente con el negro y el gris de una dictadura cuyo cadáver aún no se había enfriado.Todas las sospechas, todas las conjeturas y todos los supuestos conducían a caminos transitados en el pasado reciente, al laberinto de la historia en el que cualquiera podía perderse sin siquiera entrar en él. La muerte de Luis era un gris presagio y acabó convirtiéndose en el final apropiado para lo que había sido el guión de su vida.