Mis vecinos son extrañas criaturas sin nombre. Extrañas criaturas sin rostro. Extrañas criaturas sin cuerpo alguno para cuidar. Y la verdad es que no importa mucho quiénes sean, o cuáles sean, o cómo sean ellos. Igual te fascinaría su comportamiento antiguo, básico, porque es el gran barrio lo que los mantiene vivos. Y el gran barrio vive en ellos también. Desde aquí, desde mi escondite, puedo sentirlo. Me gusta observar cómo se mueven allí, descalzos y sensuales, descalzos y traidores, descalzos y mortales, por esos caminos polvorientos que yo no me atrevo a tomar todavía. Por esos caminos sin dueño que solo transitan los deudores de sangre y los perros de pelea. Mis vecinos son extrañas criaturas, hechas de todo lo que se necesita para hacer una criatura así: amor, locura y muerte. Bienvenido entonces tú, extraña criatura, a su mundo, porque, aparentemente, ellos todavía no notan mi presencia.