Los espejos son secretas puertas de acceso a infinitas dimensiones. Por esa razón se dice que puede caber en ellos el mundo entero. Por esa misma razón nos produce tanto pavor plantarnos ante su azogue y mirarnos fijamente a los ojos: no sé de alguien que haya hecho a conciencia tal ejercicio y haya vuelto intacto de dicho viaje. Pero es obligación de todo ser honesto arriesgarse -aunque sea una única vez en la vida- a emprender esa empresa; no por curiosidad ni por el afán de acceder a dimensiones superpuestas, sino por aproximarse a la esencia de nuestra propia realidad, por asomarnos a ese verdadero espejo infinito que es el abismos de nuestros ojos.