EL ALIENIGENA

  • Autor: Andrés Rodríguez Fuentes
  • Género: Literatura y Novela
  • Nº Páginas: 200
  • Encuadernación: Bolsillo
  • Formato eBook: ePub
  • Año: 2025
Han pasado siete ciclos terrestres —lo que los humanos llaman días— desde mi aterrizaje forzoso en este planeta. Siete ciclos de adaptación constante, de aprendizaje, de lucha por la supervivencia. Mi cuerpo está sanando, más lentamente de lo que lo haría en mi mundo natal, pero progresando. Los nanobots médicos, una de las tecnologías más sofisticadas de mi civilización, han reparado la mayoría de mis fracturas internas y cerrado las heridas superficiales. Aún siento dolor, especialmente durante los movimientos bruscos, pero es soportable. La misión que me trajo a las proximidades de la Tierra no era específicamente para estudiar este planeta. Formaba parte de una iniciativa más amplia denominada Proyecto Nexus Estelar, un ambicioso programa de cartografía y catalogación de sistemas planetarios con potencial bio evolutivo avanzado. Tras incontables milenios dedicados a surcar la inmensidad del cosmos, mi civilización había alcanzado una sofisticación sin parangón en el arte de la exploración espacial. Este dilatado período de aprendizaje interestelar nos había permitido, a través de la experiencia acumulada y el desarrollo de tecnologías predictivas de vanguardia, refinar meticulosamente nuestros criterios de búsqueda de exoplanetas. El objetivo primordial de estas exhaustivas pesquisas interestelares era la identificación precisa de aquellos mundos que presentaran una alta probabilidad intrínseca de albergar formas de vida compleja, ya fueran estas autóctonas o susceptibles de florecer con una intervención adecuada. Paralelamente, también priorizamos la localización de aquellos sistemas planetarios que, aun careciendo de vida evidente en el momento de su detección inicial, exhibieran un potencial latente significativo para el desarrollo futuro de ecosistemas biológicos robustos y diversificados, considerando factores como la estabilidad orbital, la presencia de agua líquida y la composición atmosférica. En el vasto catálogo cósmico confeccionado a lo largo de nuestras exploraciones, el sistema solar terrestre había sido objeto de una clasificación preliminar específica: la Categoría B-7. Esta designación, dentro de nuestra compleja taxonomía exoplanetaria, indicaba la detección de un sistema estelar que albergaba, como mínimo, un cuerpo planetario que arrojaba indicios preliminares de la existencia de bio signaturas prometedoras. Estas señales químicas, captadas a través de sofisticados análisis espectroscópicos a distancias interestelares, incluían la presencia detectable en la atmósfera del planeta en cuestión de elementos como el oxígeno molecular (O_2), un subproducto común de la fotosíntesis oxigénica, el metano (CH_4), cuya presencia en cantidades significativas en una atmósfera rica en oxígeno suele sugerir actividad biológica o geológica inusual, o incluso la detección de ciertos tipos de lípidos, moléculas orgánicas complejas que son componentes fundamentales de las membranas celulares de las formas de vida que conocemos. A pesar de la excitación que generó la detección de estas biosignaturas iniciales, el sistema solar terrestre, en aquel momento de nuestra vasta cronología exploratoria, no había sido objeto de una misión de estudio en profundidad. Su potencial biológico, aunque intrigante, aún requería una investigación exhaustiva para determinar la naturaleza y la complejidad de cualquier forma de vida que pudiera albergar o haber albergado en su pasado remoto. La Categoría B-7, por lo tanto, representaba una promesa, una señal en el ruido cósmico que merecía una atención futura más detallada. Como explorador científico especializado en exobiología comparativa y adaptaciones evolutivas extremas, fui seleccionado para liderar esta misión de reconocimiento detallado. Mi nave, la Nexus-7, estaba equipada con tecnología de observación no invasiva, diseñada para estudiar ecosistemas sin perturbarlos. Nuestros protocolos éticos son estrictos en este sentido: la observación debe realizarse sin interferir en el desarrollo natural de especies pre-contacto. Al aproximarse al sistema solar, la nave atravesó una concentración inusualmente densa de materia oscura, un fenómeno que nuestros astrofísicos llaman nodo de condensación Tipo-D y que ejerce una fuerte influencia gravitacional en su entorno. Estos nodos son extremadamente raros y difíciles de detectar incluso con nuestra tecnología avanzada. La interacción entre la materia oscura y el núcleo de estabilización gravitacional generó fluctuaciones en los campos de contención. En condiciones normales, los sistemas habrían compensado estas fluctuaciones automáticamente. Sin embargo, debido a un daño previo no detectado en los circuitos de diagnóstico, posiblemente originados al atravesar la estela de una erupción estelar de clase X-9, los compensadores primarios recibieron lecturas erróneas, interpretando las fluctuaciones como variaciones dentro de parámetros aceptables.Cuando las fluctuaciones alcanzaron niveles críticos, el sistema activó las alarmas, pero para entonces, el núcleo ya había sufrido microfracturas en su matriz de contención. La entrada en la atmósfera terrestre fue el golpe final. Sin escudos térmicos funcionando a plena capacidad, la fricción atmosférica provocó temperaturas que excedían las tolerancias de los materiales del casco. Los sistemas de navegación, ya comprometidos, no pudieron mantener un ángulo de entrada viable, derivando en una trayectoria demasiado pronunciada. En los momentos finales, activé manualmente la eyección del módulo de comando y el sistema de supervivencia biomecánica integrado en mi traje, lo que permitió mi supervivencia al impacto, aunque con graves lesiones de las que, como ya dije, estoy recuperándome. Después del accidente me he establecido en un nuevo territorio, más alejado de las rutas de búsqueda humanas. Es una zona montañosa, con cuevas naturales que ofrecen mejor refugio que mi anterior escondite. La altitud proporciona ventajas estratégicas: mejor visibilidad del terreno circundante, múltiples rutas de escape, y menos probabilidad de encuentros casuales con terrícolas. He mejorado considerablemente mi comprensión del ecosistema local . Tengo identificadas varias especies de peces y pequeños mamíferos que son seguras para mi consumo. Mis trampas, perfeccionadas a través de prueba y error, ahora son más eficientes. He desarrollado técnicas para preservar la carne por períodos más largos, utilizando el sol y el viento de la montaña para secarla.

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