EL AGUA DERRAMADA DEL BAYANO

  • Autor: JOSE DIONES ARAUZ C.
  • Biografía Autor: JOSE DIONES ARAUZ C.
  • Género: Ensayos y Biografías
  • ISBN: 978-9962-05-186-2
  • Nº Páginas: 234
  • Encuadernación: Tapa blanda
  • Formato eBook: PDF
  • Año: 2012

III Día de las madres, 8 de diciembre de 2010 Recordaba las mañanas, mis dos pequeños hijos recogían los huevos de las gallinas, a veces hacia trueque con el hindú los sábados y en otras, preparaba una deliciosa torta de huevos de patio. Cada cierto tiempo se hacía una macarronada o un sancocho de gallina… ¡Cómo extraño a mi pueblo! Las primeras horas del 8 de diciembre fueron largas y tortuosas, con la complicidad de la noche, el pueblo se inundaba más y más. Dibujaba en mi mente la esperanza con las mareas bajas del Pacífico, para desahogar en el mar tanta agua derramada. Esperanza inútil, salimos de la casa, ya el agua se acercaba; sólo quedó atrás una vela encendida y los rezos de mis hijos para detener la inundación, ¡Dios estaba sordo!, no creo… esfuerzo inútil... AES Panamá, jugó con la naturaleza e ignoró las predicciones climatológicas, le valió un pito el frente frío que tocaba las puertas del país. El cielo se tornaba pálido con el fondo negro y sin estrellas del infinito universo; era el día de las madres y ninguna de nuestras madres, las del pueblo eran felices con tan trágico regalo. El sol quedó atrapado entre las nubes grisáceas y preñadas de agua, la mañana inició con lloviznas, el panorama de terror con las primeras luces del día era terrible; sólo dos casas a orillas de la calle permanecían intactas, la de Andresito y la de Hilda Barahona. Nunca se nos ocurrió que nos iban ahogar y pasó, solo pudimos acomodar en lo más alto posible (dentro de la casa) algunos enseres y la ropa. Nunca nos previnieron que nos iban inundar todo y lo hicieron. Me lancé al agua esa fría mañana y un joven bombero llamado “Chat” me ayudó. Con el agua al pecho, penetramos en mi casa y en varios intentos sacamos lo que pudimos, el olor fétido era insoportable. No había mucho que hacer, ayudé a mi cuñado con unos colchones que guindaban en mi rancho, regresé varias veces más… Cansado y un poco confundido, en la semiluz observé un libro de mi hija que aún estaba seco, todo era valioso para mí y no sabía que hacer… En medio del agua y frustrado, lloré, lloré como un niño durante varios minutos, lloré por la impotencia de ver mi casa, las de mis vecinos y la del pueblo perderse. Salí por última vez de mi casa, amargado, triste y fatigado. Ya los botes y las lanchas navegaban en los nuevos ríos nacidos de las calles y veredas del pueblo, observaba con la mirada dolida e inútil, siempre inútil por no hacer nada… Ya en la cima de la escuela, se aglomeraba casi toda la población. Los estamentos de seguridad y de desastres hacían mayor su presencia; comenzaba la tarde y al mismo tiempo el agua del río pasaba al otro lado de la calle principal (la panamericana). Debajo de una liviana lluvia, la gente caminaba de un lado para el otro; llevaban lo necesario, lo poco que pudieron rescatar. Al medio día, alguien trajo la noticia “perdieron el control en la represa”, cundió el pánico y se comenzó a desalojar inmediatamente el lugar, se corría por todos lados, se cargó con lo que se podía. Nunca había vivido una tragedia como ésta. En los rostros de hombres, mujeres y niños se dibujaba la desesperanza, se abandonaba con tristeza todo; se llevaron a la gente en varios camiones y buses, la carretera pronto se cerraría, el agua continuaba subiendo, ahora tocando los pies de la loma, se acercaba al cementerio. Ya la mayoría de las casas se sumergían. A lo lejos observaba una lavadora flotando, era la mía, tenía un desperfecto, ya no importaba, “al fin me deshice de ti” por dentro me decía… Abandoné el lugar en un camión. Con la velocidad del vehículo y montado en la parte trasera, el aguacero golpeaba mi rostro y refrescaba mis nervios. Con destino desconocido y sin casa, al igual que todos, nos marchamos, dejando atrás muchas historias como ésta; dejando atrás parte de nuestras vidas…

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