Palmira, una mujer valiente, una soñadora que cree en los riesgos, que piensa que sin vértigo no hay paraíso, triunfadora por naturaleza, se enamora del hombre de su vida. Un hombre complicado y problemático que la hará vivir miles de pesadillas y malos momentos. Que la marcará con heridas dolorosas. Que la privará de vivir mucho de todo aquello para lo que ella estaba destinada. Y del que, por muchas salidas que ella intenta buscar, jamás consigue apartarlo de su vida, desarrollando una impresionante dependencia emocional de él. Dos jaulas traicioneras en la vida de la chica: Esa dependencia de su hombre y un procedimiento penal que llenará su vida de sombras y sinsabores, hasta que, convencida, trabaja afanosamente y con perseverancia por la existencia de un después muy distinto a los diez años y un día anteriores, que sueña con lograr. Palmira Hilingüer, una mujer con un corazón gigante, que tiene un credo de vida autoconvencido, que habla de retos, de no pertenecer al club del “no hacer nada” o al otro del “brazos cruzados”. Habla y habla alto del riesgo que implica buscar historias que siempre han habitado en sus ilusiones y que le han conducido hasta el mismísimo centro de lo que le apasiona. Un credo parlanchino y testarudo que no abandona sus propósitos hasta que los convierte en realidades. Palpables, tangibles, besables, vivibles… Un credo enamorado de los riesgos y los vértigos, que tiembla cuando nadie lo ve, y que se crece cuando se cruza con detractores, que sabe jugar con fuego y asume sus consecuencias, que pronuncia un puedo tras cada caída. Un credo que ha aprendido a ir a por todas… Porque esa es su vida y esa es la vida: Ir a por todas con una mezcla equilibrada entre riesgos, confianzas, seguridad en lo aprendido, determinación, ausencia de alergias, y un buen equipo de agujas e hilos de coser para hilvanar de nuevo las alas rotas por las heridas inevitables.