La Morada de Horus

Biografía

Reseña Biográfica de La Morada de Horus (Argentina, 1967) Vino al mundo un jueves de otoño a las doce menos diez de la noche, en el seno de una familia bien constituida, tradicional y programada para ser leal a los engranajes del sistema. Empezó a mal-aprender y a rebelarse contra las instituciones establecidas desde que se pudo valer del habla y de la locomoción autónoma. Estudiante aplicado y parlanchín en la escuela primaria, serio en la secundaria, hirsuto alumno universitario lanzado a rendir materias sin haberlas preparado suficientemente, tragó libros y apuntes hasta aprobar el plan de estudios de Contador Público Nacional, profesión que ejerció con intermitencias y con el fin de obtener dinero para errar por el mundo y pagar su manutención mensual: sobregirado (por la desorientación y los préstamos) derrapó por los senderos de su destino sancionado. Siendo adolescente estudió lenguas extranjeras, a la vez que debutaba en el oficio de escritor creando frases cortas que creía ingeniosas; al poco tiempo irrumpió en el género poético, ilusionado con obtener el favor de chicas románticas que a la postre nunca aparecieron; mientras tanto, los viajes convocaban a su inspiración matriculada. Conoció a un ramillete de féminas de nacionalidades diversas, quienes, como si fueran estrellas fugaces o de cine, emigraron a siglos luz de su aura desamparada, pero dado que lo cortés no quita lo valiente, conserva la estampa de cada una de ellas en novelas, relatos, columnas de opinión, opúsculos, crónicas, cuentos y ensayos. De su hermano menor aprendió a tocar la guitarra bastante mal, y de su padre el piano –dicen que con visos de decencia. En sus años tiernos presentaba aspecto de buen partido a criterio de probables suegras estrábicas. Solitario, bromista austero, reluctante a las luces de neón, díscolo y arisco en tres compases, recorrió cinco continentes, más de siete cuerpos, practicó rituales de alcoba y chamánicos por igual, ocultando en su morral emociones dignas de un agente secreto. Forjó citas memorables (con objetos y sujetos) basadas en la intensidad, una característica inefable de su Ser. Nunca supo por qué viajaba tanto, hasta que una regresión a vidas pasadas reveló que su trashumancia tenía un motivo tributario: debía estar atento a la llegada de una mujer que le haría perder la cabeza y detener el funcionamiento de órganos de menor capacidad de contagio. La hipnotista no dio datos precisos sobre su color de piel, y tampoco sobre las coordenadas geográficas para su localización. La sociedad considera a La Morada de Horus un fracaso irrecuperable, y en verdad lo es, dado que a ella no ha servido, ante ella no se ha inclinado, ni en nombre de ella ha jurado (fue eximido del Servicio Militar gracias a una operación cuando tenía 22 años). A poco de festejar sus 50 años de edad, la mujer a cuya llegada estuvo atento, se sentó frente a él en un aeropuerto de Colombia, ella le abrió la puerta delantera de su equilibrio y él, monolítico, continúa ahí desequilibrado, sentado al lado de la campana, sin esperar nada, vacío de respuestas y expectativas aunque extasiado, fascinado por el picaporte –hoy convertido en oro- que la dama maniobra con pericia ancestral. Para poder alcanzar el sino de su existencia, tuvo que buscar a Dios en el infierno, aprender seis idiomas, reconocer fiascos recubiertos de sombras de éxito, escribir cien textos literarios, componer noventa canciones hoy en curso de grabación, y tuvo que criar a un hijo putativo sin manual de instrucciones. Si la fortuna viniera con viento de cola, quedará en el recuerdo de algunos espectadores sus eléctricas atajadas de cuando era guardameta de fútbol. La vida de la Morada de Horus ha sido la del apostador, la del fisgón explotador de yacimientos agotados, renovables y renovados, en suma ricos, todos ellos sin valor de mercado. Se dedicará en lo que resta de su paso por la tierra a rendir tributo al picaporte Dorado y a la mujer que con delicadeza lo sostiene. Pues ella según él es sustantivo y verbo, así es Ella, los adjetivos vacían su significado vanamente y terminan yéndose al éter sin lograr destacar los atributos de Valentina conforme a la gala de sus merecimientos; y el transformado Contador, si bien derrapa, narrará, narrará y cantará, lleno de polvo desde caminos de tierra, que estar imbuido de ella, la Morada de Horus, es algo inmanente a su persona, a su esencia.

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