La clave de Naturaleza muerta es la interrogación, aun cuando algunos poemas simplemente parecen describir un hecho puntual. No hay cierres ni certezas; tampoco clausuras. Opuesto al artificio de lo inmediato, este libro es una ética del desvío, de la sospecha, del no saber como si fuera una forma de mirar: collage de lecturas, pinturas detenidas, contemplación, tiempo al fin suspendido. Jorge Morales Aimar escribe siempre desde el límite: entre el cuerpo y la sombra, la biografía y el archivo, entre aquello que fatalmente fue y no puede decirse. Su habitar poético acerca y tensa textos, nudos, objetos mínimos y hechos pero no para meramente explicarlos, sino para preguntar una y otra vez la suerte o el valor de sus símbolos en su brusca materialidad. En esta escritura hay guerras, exilios, cartas, epitafios, cárceles, recuerdos, muertos anónimos y otros que todavía relumbran —Mishima, Jünger, Mayakovsky, Barbusse, Poe, Apollinaire, Machado o Lugones— y fantasmas que acechan y recuperan sus voces, a veces apenas audibles, eventualmente poderosas. Una retórica poética que, en medio del ruidoso tráfico contemporáneo, desdeña el hábito de resolver para abrir grietas en la memoria, la historia, el lenguaje y el yo.